La placa en color dorado que tiene a su espalda reza lo siguiente: “Aquí se viene a beber, de política ni hablar, ninguna broma tener, antes de salir... pagar. EL RINCÓN”. Cuatro condiciones para permanecer en un lugar que alberga una peculiar historia. Requisitos de los que, estrictamente, sólo se cumplía el primero. La bebida, y muchas veces la comida, nunca falta. El director de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en Ceuta, Fernando Jover, asegura que su rincón es ‘EL RINCÓN’ (así, con mayúsculas). Y en ese mismo lugar, con un copa en una mano y unas aceitunas y patatas para picar, explica el porqué de su elección. “Aquí se inicio mi vida política y social en Ceuta”, cuenta. Fue de la mano del ya fallecido Eduardo Hernández Domingo, fundador de ese rincón donde cabían personas muy dispares no sólo en edad o profesión, sino también en ideología política. “Entre otros estaban Ricardo Muñoz Rodríguez, el señor Mejide que era el secretario general de la Delegación del Gobierno entonces, el propio subdelegado del Gobierno que era Fernando Marín, el notario Martín, el magistrado Pepe Villar...”, enumera. Al menos una vez cada mes se reunían en torno a la mesa. “Empezábamos a las dos de la tarde y acabábamos a las doce de la noche”, bromea, “se hablaba y se discutía de todo, con un ambiente extraordinario y el mejor director de orquesta”. Tampoco olvida a Alejandro, el metre, de quien asegura que “es de lo mejor que he conocido como persona y como profesional, un hombre grande, alto, que sabía estar en todo momento y tratar al cliente con una delicadeza ejemplar”. Hablamos de hace casi treinta años. “Estas reuniones marcaron los mejores años de mi vida, sin duda, cuando yo tenía entre 34 y 45 años”, opina. Tiempo en el que Jover lideraba el grupo municipal de la UCD y, por motivos obvios, no podía obviarse la política a pesar de que el propietario de aquellos metros cuadrados, ‘EL RINCÓN’, lo prohibiese. Sólo hubo un lugar que recaló en su cabeza cuando se le planteó escoger su rincón más especial de la ciudad. “El hoy instituto Siete Colinas, que se dividía en el masculino y femenino, y que cuando fui delegado provincial hice mixto”, explica Jover, “¡era absurdo que en el colegio estuvieran juntos y al llegar al instituto se les separara!”. No faltaron las voces críticas, por supuesto. Esta elección también tiene su motivo, pues fue el primero donde trabajó en suelo caballa, allá por 1976. “Vine como voluntario para dos años después de sacarme mis oposiciones”, rememora, “mi intención -bromea- era comprarme un ‘Mercedes’ porque aquí era más fácil y volver para la península... ¡quién me iba a decir a mí esto!”. Máxime cuando, confiesa, su primera experiencia en Ceuta cinco años atrás no había sido demasiado buena. “Ni el barco ni el puerto eran como ahora y, comprando, me desesperé y dije que no volvería más”.
Sin embargo ya lleva aquí 34 años y no se le ve con intención alguna de marcharse. “¡Ya hay quien, cuando me jubile dentro de dos años, me quiere comprar la casa! pero no pienso venderla porque quiero seguir residiendo en Ceuta”.