Los arquitectos de la Consejería de Fomento preparan un informe que definirá los trabajos de mantenimiento.
“No hay motivo de alarma”, es el diagnóstico de la Ciudad Autónoma después de la reciente inspección de los técnicos al paso elevado de Juan XXIII, en cuyos pilares aparecieron una serie de grietas que hacían temer a los vecinos una desgracia.
Aunque el Ejecutivo local permanece pendiente del informe que los arquitectos de la Consejería de Fomento van a elevar para ver “qué obras de mantenimiento serían necesarias”, desde la administración autonómica reiteraron que el puente “no tiene daños estructurales ni graves”.
El informe que elabore el equipo que giró visita al puente arrojará luz sobre los factores que han provocado el deterioro de la infraestructura así como los posibles trabajos de conservación que requiera para su recuperación.
Su proximidad con el mar –parte de sus cimientos penetran en la misma orilla– ha podido acelerar su desgaste, dejando al descubierto en algunos puntos su esqueleto metálico, que parece corroído, como señalaron los vecinos y quienes practican deporte por la zona.
Los propios residentes apuntaron a la densidad de la circulación, con especial tránsito de vehículos pesados que se dirigen a los polígonos del Tarajal, como otro posible desencadenante de las grietas que han aparecido en distintos puntos de ese paso elevado. El tráfico rodado es uno de los principales focos de ruido en la ciudad, pero también de vibraciones. La N-352 es una de las carreteras que soporta entre 10.000 y 20.000 vehículos diarios, según datos de la Ciudad.