Estamos disfrutando de un tiempo muy agradable, a pesar de ser los primeros días de Diciembre, y por eso apetece ir despacio por las calles de tu Ciudad disfrutando de lo que ves.
Vas por el Paseo Marítimo y la mar te brinda un aspecto precioso y cuajado de serenidad, que es una invitación a soñar con navegar, aunque no sabes bien si sería en uno de esos grandes Cruceros que atracan en los muelles del puerto o, tal vez en un barco más pequeño donde puedas disfrutar, también, de las diversas labores marineras de a bordo. Te pasas un rato caminando, por la ribera de la mar, mientras sigues sopesando las ventajas de uno u otro barco para navegar y disfrutar de la serenidad de espíritu que, en realidad, es lo que verdaderamente te apetece y se necesita siempre.
Poco después llegas a la cafetería que conoces desde casi siempre y te decides a dejar de caminar para pasar a desayunar. La conoces de sobra y te apetece entrar para tomarte un buen café, bien calentito. y unas tostadas: algo corriente, tal como suele hacerlo mucha gente, bien sea en sus casas respectivas o en un bar o cafetería. Es el primer plato del día que acostumbras a tomar como todo el mundo. Bueno, todo el mundo menos ese hombre que está en la puerta, que tiene casi 30 años y que te mira al tiempo que alarga hacia ti uno de sus brazos cuya mano sostiene un pequeño vaso de plástico. Él no tiene dinero para pagarse un café, que lo necesita en esa mañana de diciembre, luminosa pero fría.
Puedes hacer muchas cosas, ante esa situación: pasar de largo, como si allí no hubiera un hombre que tiene hambre, o dejarle unas monedas en el vaso de plástico en el que ese hombre reúne la buena voluntad de otras personas, mientras tú 'sigues hacia dentro pensando en tu café y tostadas, aunque quizás con algo de amargura, o tal vez has tenido un arranque de buen corazón y le has dicho, a ese hombre, que pase al interior de la cafetería para invitarle a desayunar. Bueno, esa decisión es algo que debe salir de tu corazón, de ese sentir las dificultades de los demás y querer mitigarlas de alguna forma. ¿ Pero qué es un café con tostadas para un hombre que no sabe si eso será lo único que llegará a comer en el día? Tú has hecho algo bueno en ese momento y ocasión, pero sabes bien que no es suficiente.
Tú no quieres engañarte y haces muy bien. Tú sabes que hay mucha gente que pasa hambre y que la pasa, con él, su familia porque ¿qué es lo que ese vaso de plástico puede recoger al cabo del día? Es cierto que hay Instituciones que se esfuerzan en proporcionar alimentos, pero la realidad es que la demanda es superior a las posibilidades de ayuda y que las familias necesitan muchas cosas, muy diversas, para poder vivir con un algo de desahogo. Esto no se puede solucionar con un vaso de plástico en el que se vaya depositando algo de la caridad personal; es necesario un gran desprendimiento personal, una entrega de corazón herido por las dificultades ajenas, por esos vasos de plástico que te salen al encuentro mostrándote la realidad.