Nos encontrábamos en la casa de un buen amigo cuando de repente uno de los contertulios, el más viejo y a la vez familiar del dueño de la casa que vino a hablar con el mismo, creo que por causa del ambiente etílico que se respiraba, nos explico: “Esta noche te voy a confesar que durante unas pocas de revelaciones, en distintos días, tuve unos sueños. El primero y que fue el que me indujo hacia unos pocos más, tuvo la siguiente escenificación: Me encontraba sentado en una mesa de madera con los asientos clavados tanto al suelo como al citado mobiliario. Tenía que entrar encogiendo mis largas extremidades inferiores o arrastrándome utilizando mis posaderas hasta encontrar el lugar adecuado. Era de noche, había conducido unas pocas horas pero como todos sabemos nuestra naturaleza siempre nos lleva hacia el descanso, eliminar líquidos o detritos y recuperar fuerzas.
Tenía mucha hambre así que después de liberar de mi cuerpo líquidos sobrantes me traje de mi utilitario una fiambrera que contenía una tortilla de patatas casera, preparada por mi suegra, con unos pimientos fritos; el pan lo había comprado pocos kilómetros al salir de Algeciras, en un almacén que tiene aparte del pan moreno de antaño muchos artículos a buen precio, en Palmones, cerca del Carrefour. También saqué de mi nevera una naranjada bien fresquita, gracias a la bolsa de hielo que le puse a la misma. Hay que hidratarse con líquidos con una temperatura refrescante. Después de ponerme bien fino de mi merecida cena me quedé, os confieso, un poco traspuesto. Y fue cuando me vino unas imágenes preciosas, peculiares y raras a la vez. Se me puso ante mí un pergamino enrollado. Yo, como curioso que soy, cogí ambas partes del mismo y fui desplegándolo. Estaba escrito con una caligrafía perfecta tipo cursiva, pero con unos rasgos que me encantaron, se notaba que habían estado mucho tiempo para confeccionarla. Me encontré una carta, bastante interesante, por lo menos a mí me lo pareció y que decía: “Por fin alguien ha sido curioso y ha querido leerme. Llevo muchos años sin que nadie me haya desenrollado. Aquí hay una historia que ocurrió hace muchos, muchos años. Pero cuando la termines de leer será tu día de hoy”. Me impresionó tanto estos momentos que me desperté. Tenía un largo viaje hacia Lérida y tenía que ir aprovechando. La verdad que me gusta conducir de noche y por eso hice esta parada. Para, a parte de comer un poco, hacer tiempo para que la noche se fuera cerrando. En la misma no hay tanta gente y puedes utilizar la luz larga que hace un pilotaje más seguro. Pero el sueño me vino una y otra vez a mi imaginación. Mira que pongo música de las más discotequeras posible, pero a parte de animarme me hizo pensar más tiempo en la carta. Esas letras tan bien escritas, esa forma de dirigirse hacia mí. Y la parte final que decía: “Cuando la termines de leer será tu día de hoy”. Me tenía muy intrigado. Y más cuando empecé a pensar ¿cómo se pondría de nuevo en comunicación con migo? ¿Quien sería esa persona?
Fueron unas interrogantes muy grandes las que se abrieron en esos momentos y yo ejerciendo el deporte del trabajador con la familia fuera de nuestra residencia del curro diario. Pero las necesidades de mantener a tu mujer y a tus hijos hace estos momentos. La separación y las reuniones cuando se pueden acumular unos días de permiso. Son los problemas de las familias donde quieren las mujeres seguir viviendo en su casa de siempre y no acompañar a sus maridos en sus destinos. Es una resignación de los hombres y mujeres que quieren mantenerse en esta profesión que nos ha costado nuestros buenos meses de prepararnos y ahora nadie nos podrá sacar de la misma. Ya que en el mundo laboral no hay muchas cosas para poder escoger. Hay mucho paro, queridos amigos.
Cuando llegué a mi destino y después de dormir unas pocas horas mantuve una larga conversación con un buen amigo de profesión. Este estaba más intrigado que yo. Me dijo que en esta vida no hay que desaprovechar nada y después de invitarme a una cerveza me dio a entender que le fuera dando todos los detalles de los futuros sueños. Él estaba convencido de que eso no quedaría ahí. Sería un serial como en los programas de la televisión. Yo poniendo un poco de humor al asunto le dije que no podía comparar una cosa real como lo que estaba yo contando con unas ficciones que se daban en la caja tonta. Y fue cuando me increpó que ahí estaba el interés de él. Por hechos reales. La verdad que me ruborice y lo pensé un poco. Estas cosas tienen su morbo. Por eso este quiere enterarse de primera mano. Pero era mi mejor amigo y confesor. No podía dejarlo atrás de mis cosas íntimas. Y acepté el reto. Le puse una condición, que no se lo dijera a nadie. Él lo prometió por todos sus familiares que habían fallecido. Yo aunque a regañadientes confíe en su discreción. Pero los días pasaban y no había ninguna novedad. El día que tenía que partir para Ceuta tuve un nuevo sueño. Se me presentó un hombre con un aspecto de hombre maduro, yo lo enmarcaría entre los 40 y pico de años. Con la frente despejada. Muy poco pelo, sólo en los laterales. Era de color negro. Cejas muy pobladas y muy separadas. Ojos claros azules muy claros. Piel blanca. Y mucha luminosidad. Se presentó como José el abuelo de Rosa, mi mujer. “Se que estas muy sólo aquí, en tierras lejanas. Respetas a mi hija aunque has tenido muchas oportunidades. Por eso quiero ayudarte. Cuando llegues allí le vas a decir a mi hija si se acuerda qué era lo que le decía. Sino tú se lo dices: La mujer debe de estar siempre con su marido. Así se podrá evitar muchas tentaciones. Además le dices si se acuerda María, su madre, de quien era el ‘telele’. Era como me llamaban a mí en el pueblo. Y ¿quién era su rosita?. ¿Y por qué?. Amaneció. Serían las 7 y pico y era el momento de partir hacia tierras lejanas de Ceuta. Allí me esperaban mi mujer, mi hija y mis familiares. Ya era tiempo. Ya que no descansar durante mes y medio para acumular 10 días era una proeza. Pero tenía ahora tiempo suficiente para poder estar un total de ocho días con ellos. Dos días era de viaje. Casi 15 horas de volante, más hora y pico del barco. Casi nada. Durante el trayecto cada vez que había un silencio me venía a mi oido las palabras de José. Soy el Telele. La mujer siempre con el marido. Y me venía una risita detrás de otra. No creía que pudiera cambiar la situación. Y en muchos momentos estuve en duda de decir algo de lo que me había dicho bajo sueño mi estimado y respetado José. Pero también se abrió una duda razonable y si al decir esto pudiera recapitular Rosa y venirse conmigo. Era una inyección de adrenalina que se me ponía por todo el cuerpo. Tener junto a mi a mi amada. Eso sería una gran recompensa. Pero ¿algún día podría ser? No estaba yo muy convencido. Pero en cuantas ocasiones el ir a un lugar con el no por delante me había abierto una puerta. Estaba muy acelerado y la verdad que esta vez con estas cosas en la cabeza había bebido muchos refrescos y unos pocos de sandwiches pero pude coger el último barco que llegaba a las once de la noche a Ceuta. Nunca lo había conseguido antes. Se me hizo el viaje más corto. Invertir poco más de 13 horas. Casi dos horas menos. También pare sólo dos veces para repostar. Una proeza. Algo insólito. Cuando llegue a casa y pegue en la puerta mi mujer no se lo creía. La sorprendí literalmente. A ella siempre le gusta estar bien arreglada y estaba echa una fantoche. Mi cría también se despertó y después de ducharme dormí con ambas en nuestra cama de matrimonio. Durante mi descanso nuevamente se me presento José y me dijo que tenía que darme las gracias por tenerlas tan felices a sus dos niñas, pero que no se me olvidará de las cosas que me había dicho y nuevamente me recordó todo. Yo creía que este hombre temia por mi memoria. Pero tanto replicar podía pasar factura.
A la mañana siguiente me levanté temprano me atavié con ropa deportiva, como siempre hacía, y me fui a la cocina para tomarme algo. Me encontré a mi suegra allí fregando los cacharros. Después de los preceptivos buenos días empecé a decir, confieso que algo en mi cabeza me lo estuvo telegrafiando: ¿Sabes quién es el Telele y lo que siempre decía el de que la mujer siempre con el marido para evitar tentaciones? Se dio media vuelta. Tenía la boca abierta y llevaba en las manos a parte de los guantes de color naranja la esponja de limpiar los cacharros y en la otra una olla. Yo mi primera impresión fue que me iba a agredir. Pero con voz temblorosa y mirándome fijamente a los ojos me dijo: “¿De dónde has sacado esa información?”. No me digas nada ha sido José mi marido. Ese cabezota siempre con sus cosas. Si hijo José era mi marido. Murió de un ataque al corazón hace ya 10 años poco antes de conocer tu a mi hija. Era muy bueno pero a la vez era de ideas fijas. Le llamaban el Telele en el pueblo por que cuando lo cabreaban se ponía a temblar. Era como si hubiera un terrible temblor de tierra. Y cuando lo hacía había que salir corriendo. No pensaba y era capaz de todo. Y si siempre le decía a nuestra hija que estuviera muy atento a su futuro marido. Un despiste le podría costar muy caro. Este cabezota, ni muerto es capaz de dejarnos. ¿Bueno quieres que te prepare algo?. Yo le dije que si me podía hacer un cafecito y unas tostadas. Ella con rapidez y esmero me lo preparo. Durante mi carrera me volvió a repetir una y otra vez: "Te has dado cuenta. No fue tan difícil. Ahora voy yo. Tu tranquilo". Volví aproximadamente invertí unas dos horas entre carreras y gimnasia, más las descompensaciones. Pero cuando volví estaban mis tres mujeres esperándome. Mi hija se lanzó hacia mi y me llenó de besos, mi mujer cuando pudo me dio también un piquito y mi suegra me lanzo una sonrisa. Después de ducharme me estaban esperando quería que las acompañara al super por que querían hacer una pequeña cenita. Esto marcha bien pensé. Después de quedarme con mi hija en el parque y jugar un buen rato volvieron tanto mi mujer como mi madre política con un montón de bolsas. Las metieron en el coche y fuimos a tomar unos refrescos. Mi suegra dijo a mi mujer ¿ nena tu alguna vez has hablado de papá con tu marido?. Ella respondió que muchas veces le había dicho lo bueno que fue. Pero ella matizó más. ¿ Y le dijiste el mote que le pusieron en el pueblo?. Contestó con un rotundo no. Yo no dije ni mu. Yo pensé para mis adentros: esto marcha. Cuando llegamos a casa yo me quedé con mi hija jugando en los columpios. Le gustaba estar allí. También quería que le contará un cuento. Y así estuvimos un buen tiempo. El suficiente para que nos hicieran la comida. La primera en comer fue la peque que le trajeron un puré que se lo di yo y no dejó nada. Luego se tomó de postre una natilla. Para nosotros fueron unos filetillos y patatas fritas. De postre me trajo un flan con nata. Dormimos la siesta y luego nos dimos una vuelta andando. Tomamos otro refresco y sobre las 9 nos dirigimos a casa.
Al día siguiente cuando me disponía a salir a correr mi mujer se levantó conmigo. Y me dijo: “Nene tu te sientes sólo allí en el trabajo”. Yo le dije la verdad que si. Se volvió a la cama y yo me fui a ejercitarme un ratito. Durante mi carrera me volvió a hablar Jose: “Toda va bien. Ya he hablado con las dos”. Al llegar a casa mi mujer me dijo que cogiera a la niña y le diera un paseo. Tenían ellas que hacer limpieza en la casa. Yo con sumo gusto lo hice. Volví un poco antes de las dos. Y allí estaban las dos esperandonos. Y fue cuando me dijo mi mujer que se iban tanto ella como la nena conmigo a Lérida. Me quedé embobado. Tantas discusiones que habíamos tenido. Siempre la misma argumentación que no podía dejar sola a su madre y ahora quería venir conmigo. Nunca pude comprender a las mujeres pero esta vez sabía que este cambio de dirección de la veleta había sido por la intermediación de mi difunto suegro.
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