Categorías: Opinión

El paseíllo

Hubo un tiempo en que Ceuta creía en sí misma. Éramos conscientes de las amenazas que nos asediaban. Pero el orgullo de sentirnos ceutíes nos insuflaba energía suficiente para combatir. El denominado movimiento localista representaba la voluntad del pueblo de Ceuta de labrar su propio destino. Defendiendo nuestra dignidad, repeliendo las agresiones y rebelándonos contra cualquier acto de discriminación. La lucha por alcanzar el rango de Comunidad Autónoma contemplado en la Transitoria Quinta de la Constitución, fue el exponente más visible y trascendente de aquel modo de encarar los retos a los que Ceuta se enfrentaba en los albores de la España democrática. Sin embargo, dos hechos, con categoría de hito, cambiaron bruscamente esta convicción. Uno. La fatiga y el desencanto que produjeron el largo proceso autonómico. A pesar del ímprobo esfuerzo realizado por los ceutíes, el pacto de traición suscrito por el PP y el PSOE, abortó definitivamente las aspiraciones de ser iguales que el resto de españoles. Sufrimos el trágico axioma del imperfecto bipartidismo: contra PP y PSOE, unidos, nada se puede hacer. Dos. Islote Perejil. Por un instante, la eterna especulación sobre una potencial invasión marroquí, tomo forma antes nuestros ojos. El miedo se coló por todas las rendijas. Nos sentimos pequeños. Y corrimos a refugiarnos detrás de quien se mostró firme empuñando las armas.
Entre una cosa y la otra, Ceuta llegó a la conclusión de que no podíamos caminar solos, y de que la defensa de nuestros intereses no es posible al margen de los partidos que se alternan en el Gobierno de la Nación. El localismo quedó fulminado. Fue un mayúsculo error histórico. Porque renunciamos a la vocación de grandeza y encomendamos nuestro futuro a quienes no nos quieren. Los dos partidos de ámbito nacional, aunque con matices diferenciadores, funcionan de un modo idéntico. Para ellos, Ceuta no es una parte más de España, sino que es un problema, un polvorín. Por eso nos consideran una "cuestión de estado". Esto significa, en la práctica, que la prioridad por excelencia, en relación con Ceuta y Melilla, es no incomodar a Marruecos, que por algo es socio y aliado preferente. Las grandes decisiones políticas y económicas, que determinan (y van a determinar) nuestros fundamentos estructurales, están mediatizadas por la previa fiscalización marroquí. A los ceutíes nos vendan los ojos con una permanente ficción que trata de aparentar una normalidad inexistente. Nos engañan como si fuéramos un pueblo menor de edad, capaz de digerir impertérritamente las patrañas más disparatadas. Lo hemos podido comprobar en todas y en cada una de las cuestiones comprometidas, que suponían un riesgo de fricción con el régimen de Mohamed VI. Desde hace años, venimos reclamando una Aduana Comercial, con el apoyo expreso de PP y PSOE en nuestra Ciudad. Finalmente hemos descubierto que ninguno de estos partidos ha elevado nunca una propuesta formal al respecto. Vienen a Ceuta, nos mienten pletóricos de soltura y desvergüenza, y se marchan riéndose de nuestra patética ingenuidad. Aquí nos quedamos como embobados, maravillados y agradecidos de que gente tan importante nos diga cosas tan bonitas. Nos hemos convertido en un pueblo idiota. De otro modo sería inconcebible el tratamiento tan despectivo que nos dispensan.
Ahora le ha tocado el turno a la redefinición de nuestro estatus en el seno de la Unión Europea. Hemos recibido la visita de una comisión de parlamentarios para estudiar las especificidades de Ceuta. Estupor. ¡La comisión está integrada por miembros del PSOE y del PP! ¿Quiere eso decir que PP y PSOE no conocen las especificidades de Ceuta? Se debe deducir que los dos partidos que durante treinta años han ostentado las responsabilidades de Gobernar la Nación y controlan el ochenta por ciento del congreso, todavía no conocen las características de Ceuta. ¿Con qué premisas y criterios han defendido los intereses de Ceuta hasta ahora? Evidentemente, PSOE y PP conocen sobradamente los problemas de Ceuta. Figuran en infinidad de documentos europeos, nacionales y locales al alcance de cualquier ciudadano. Lo que ocurre es que le son absolutamente indiferentes. No hicieron nada cuando tuvieron la oportunidad. Dejaron que nos excluyeran de las zonas "objetivo uno" sin mover un músculo. Tampoco harán nada ahora, porque ello supone un conflicto que no están dispuestos a asumir. Aunque eso no es óbice para que, al olor de las elecciones, organicen un paseíllo triunfal ofreciendo ungüentos mágicos, con la certeza de que una muchedumbre, adocenada y sin espíritu crítico, correrá solícita a comprarlos.

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