Los trabajadores del sector tienen su gran parte de razón: no tienen por qué aguantar esa inseguridad ni exponerse a los riesgos a los que se vieron sometidos el pasado domingo, con dos atracos consecutivos, y a los que llevan exponiéndose desde hace tiempo.
Uno acude a su trabajo con la presión de sacar adelante el día a día, pero no para exponerse gratuitamente a las amenazas, a la violencia y a la presión a la que se ve expuesto el colectivo. Si lo del domingo hubiera sido un caso aislado, nadie les daría la razón a su drástica postura.
Pero la triste realidad es que no es así, desgraciadamente ha sido la gota que ha colmado un vaso lleno de despropósitos.
Decía que los trabajadores tenían una gran parte de razón, la otra recae sobre los vecinos de las barriadas afectadas por la pérdida de este trayecto: los del Príncipe y Loma Colmenar, principalmente.
Ellos no tienen la culpa de la actuación de unos pocos, pero se han convertido en víctimas del problema. Ellos y cualquiera que tenga que acudir al Hospital Universitario y que ahora o se quedará en la carretera y tendrá que subir andando o tendrá que pagarse otro servicio para cumplir con su meta.
Ellos se han convertido en la consecuencia de un problema al que nunca se le han puesto las soluciones debidas. Solo se ha parcheado sobre un problema cíclico, callando bocas con cuatro medidas que sirven una temporada y después desaparecen. Tenemos un grave problema de seguridad callejera a la que hay que poner remedio y no se hace de forma adecuada.
Claro que no podemos poner un policía en cada autobús, en cada parada, en cada rincón para evitar que se produzca el delito. El que quiere hacer mal sabe cómo hacerlo y cuándo.
Pero sí que debe ofrecerse una respuesta policial rápida y eficiente en una zona que siempre es la misma y que se ve afectada por hechos de este tipo. Mirar hacia otro lado o creer que esto es un asunto de poco peso se erige en un gran error de consecuencias mayúsculas.
¿Cómo va a hacer frente la administración a lo que ocurra a partir de ahora?, ¿es capaz de seguir debatiendo sobre problemas que no nos importan en vez de solucionar lo que se ha convertido en un asunto de interés para miles de personas? Ni ahora se le está dando la importancia merecida ni antes se ha hecho, por eso tenemos estas consecuencias enmarcadas en una fractura social que se abre a pasos agigantados.
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