Los rumores tenían base sólida. Paco Antonio, como gustó llamarle el ministro Arias Cañete en su toma de posesión, al igual que el pueblo, es el nuevo delegado. Un nombramiento, a priori, que parece ser del agrado del grueso de la ciudadanía, aún por encima de colores políticos en determinados casos.
Con la designación de González Pérez y de El Barkani en el caso de Melilla, el primer musulmán delegado del Gobierno en España, quedan atrás la cicatería y reticencias de los diferentes ejecutivos centrales designándonos gobernantes foráneos, cual si fuésemos territorios coloniales, con el lógico desconocimiento de la específica realidad de las dos ciudades, como si en ellas no existiesen personas lo suficientemente cualificadas y comprometidas con ambas.
Los populares lo más que llegaron fue al nombramiento de Javier Cosío Romero, en 1998, ceutí de nacimiento, sí, pero afincado, desde niño, en Las Palmas. Un paripé, vaya, bajo el envoltorio de tan entrañable apellido familiar caballa de la desaparecida firma comercial del mismo nombre, pero relevado al poco tiempo por L. Vicente Moro, el político foráneo de rigor.
Con anterioridad, los socialistas habían dado el primer paso con la designación, en 1994, de la recordada Carmen Cerdeira. Una ceutí de nacimiento y profundo arraigo familiar, que venía avalada por su intensa etapa en el Senado y su posterior condición de asesora ejecutiva del ministerio de Justicia. Un mandato corto, también el suyo, salpicado con el aluvión de entrada de inmigrantes cuando no existía el vallado y con la revuelta de los ilegales del Ángulo con decenas de heridos, entre ellos, grave de bala, el agente Arrebola.
Muy distintas son las circunstancias con las que González Pérez toma el timón del palacio de la Plaza de los Reyes, un ceutí de adopción y sentimientos, desde que, de muy joven, vino a trabajar a una naviera. Diputado por Ceuta durante cinco legislaturas y su paso por otros frentes parlamentarios, como la vicepresidencia de la Comisión de Defensa, avalan su brillante curriculum, además del amplio y documentado conocimiento de la ciudad en todos sus órdenes, y de los entarimados y puertas de las altas instancias madrileñas. ¿Quién podría dar más?
Ser delegado del gobierno en Ceuta y Melilla requiere “una madera especial”, como bien decía Arias Cañete. Más aún siendo ceutí. La frontera y las reivindicaciones del vecino país, la educación con sus alarmantes niveles de fracaso escolar y su alta ratio al no haberse construido ni un solo centro escolar en muchos años, el preocupante y continuo nivel de paro para el que habría que ir más allá de los actuales planes de empleo propiciando la creación de empresas que brindaran puestos verdaderos, la seguridad ciudadana con continuos incendios de vehículos mientras sus autores campan a sus anchas, el ‘polvorín’ en el que parece estar convirtiéndose el Príncipe, la desbordante inmigración con el peligroso y continuo asentamiento de ilegales en un territorio tan reducido y vulnerable, los problemas de la Sanidad, los fondos europeos, las infraestructuras… Suma y sigue.
Lo dijo Arias Cañete, el embajador de Ceuta en el Consejo de Ministros, según González. “Es imposible que en un territorio tan pequeño se produzca la conjunción de tantos condicionantes estructurales que hacen muy difícil el lanzamiento económico y la creación de empleo”, la gran pesadilla.
Demasiados problemas, sí. Pero la confianza en el nuevo delegado parece latente. Los sindicatos resaltan su talante dialogante, las asociaciones vecinales esperan bastante de él, como el propio pueblo, el que en tantas legislaturas le dio su escaño en la Carrera de San Jerónimo por aplastantes mayorías. Tiempo al tiempo.
Y un apunte más. A González y a mí nos sobrevino, casi de forma simultánea, un común y serio percance para la salud de ambos. En las puertas de mi convalecencia le dí ánimos, cuando él estaba todavía en el fondo del túnel.
- ¡De ésta saldremos!, Paco, le dije.
- Y que lo digas. Para un luchador nato como yo curtido en tantas batallas, no te quepa la menor duda de que ésta me no va a abatir.
Así fue, gracias a Dios. De entereza anda sobrado el nuevo gobernador. Como en esos no tan lejanos momentos duros de su vida. Vocación, estrategias, preparación y ambición política tampoco le faltan. Puede ser un buen delegado.
Otra cosa es que desde Madrid lo dejen ser. No sería ésta la primera ni la última vez.
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