El negocio del racismo

Difícilmente al ciudadano avisado se le habrá pasado por alto la falta de empatía, la falta de caridad, con las víctimas –el soldado degollado en Londres y el francés herido en París–, que exhibe de manera obscena Esteban Ibarra, Presidente de Movimiento contra la Intolerancia, en la entrevista que Adrián González le hizo el pasado domingo. A lo largo de la citada entrevista no hay ni una palabra de piedad para las víctimas, británica y francesa. Por el contrario, hace hincapié, una y otra vez, en las “reacciones islamófobas promovidas por la extrema derecha”, “hay una gran ofensiva en toda Europa que trata de dañar la imagen del Islam de una forma absolutamente terrible y de promover además el choque entre las distintas religiones, incluso provocando el conflicto violento”. ¿Quiénes son aquí los violentos, Ibarra? Repite compulsivamente, como si de un mantra se tratara, extrema derecha y ultraderecha, y pone el acento en que el Islam está perseguido en Europa por esa extrema derecha. Además, el racismo y la xenofobia sólo funcionan, según él, en una dirección: de los autóctonos sobre los inmigrantes. Nunca al contrario. No hay en toda la entrevista ni un asomo de dolor por esos soldados víctimas de islámicos fanáticos enloquecidos por un exceso de religión. Obsceno.
Se trata, en resumidas cuentas, de criminalizar a los europeos, que casualmente están sufriendo las tropelías de los inmigrantes, a quienes no hemos llamado ni necesitamos. Es una especie de ingeniería social llevada a cabo por personajes, como el tal Ibarra, para desmantelar las culturas de cada uno de los países europeos. Se trata de una tupida y perversa tela de araña que han tejido movimientos como este de Ibarra, el SOS Racisme francés –impulsado por Mitterrand, y que estaría en manos del Consejo Representativo de los Israelitas de Francia (CRIF), del Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), del Consejo Representativo de las Comunidades Negras (CRCN) y del Partido Socialista francés–, las castas políticas que gobiernan cada país con sus leyes antiodio para amordazar y criminalizar a los europeos, la propia UE, ciertas ONG, el sionismo, grupos masónicos, y tontos útiles al servicio de los anteriores, y, sobre todo, la prensa. Lo de la prensa es de juzgado de guardia. Está vendida, casi en su totalidad, al poder y al sistema, que han hecho posible la inmigración masiva. Esa prensa tergiversa los hechos, los oculta, miente. Hay historias de las tropelías de los inmigrantes que nunca saldrán en la prensa, y si salen, al final, los autóctonos serán los culpables de esas tropelías. La prensa vendida al sistema trata de controlar las ideas de la ciudadanía para convertirla en una masa lanar, que se mueva en la dirección que ordene la casta política. El informador ya no se debe al ciudadano y a la verdad, sino a la casta política, al empresario y al director de la empresa. La labor de esa prensa vendida es, fundamentalmente, distorsionar la realidad. Con ella y con las leyes antiodio y mordaza cuentan el Poder real y sus alrededores para convertir a los heterodoxos en delincuentes, logrando así el aplauso del resto de la entregada y miserable masa lanar.
Pero volvamos al principio. Es sintomático y revelador que las manifestaciones por las víctimas de Londres y París están calcadas unas de otras y se parecen a las de Esteban Ibarra como una gota de agua  a otra gota. Cameron: “Una traición al Islam”. Nota de la UE: “ alertando frente a los brotes de racismo y xenofobia contra… los musulmanes”. Manuel Valls, ministro del Interior francés, muestra su intensa preocupación “porque el inmigrante musulmán es hoy el chivo expiatorio de los populismos y de la extrema derecha en Francia y en Europa”, de modo que “me preocupa el crecimiento del rechazo a los inmigrantes musulmanes”. Todas ellas ¡calcadas a las manifestaciones de Ibarra!: sin hacer alusión a las víctimas, ni dolor por ellas. Tan sólo quieren salvar el Islam de la quema. ¿El Islam culpable?, no, hombre, no. ¡Son las víctimas y la ultraderecha! Alimentan miserablemente el complejo de culpabilidad de las víctimas. No hay piedad para ellas, son europeas, autóctonas, blancas. Se trata de desarmar a las víctimas, de insultar su inteligencia obligándolas a no ver lo que es evidente en las sociedades europeas: que ellas son las víctimas y los foráneos sus matadores. Todo esto es producto de una casta infame y parasitaria y sus adláteres, que han jugado al multiculturalismo y a la ingeniería social, cuyo resultado es la islamización general de Europa. Tan sencillo como eso.   
Respecto del personaje, Esteban Ibarra, basta con poner su nombre en un buscador y sabremos toda la historia que trata de ocultar. En las páginas 6 y 7 de La Vanguardia de 05.09.75, aparece su nombre y el de su esposa, Monserrat Moreno, entre los detenidos, pertenecientes a la organización terrorista FRAP, por la Policía con motivo de los asesinatos de un policía y un teniente de la Guardia Civil. Según el citado periódico se hacía llamar “Raúl” o “Díaz”, y su esposa, “Riaza”. Él fue acusado de “informar sobre los domicilios de funcionarios del Cuerpo General de Policía para elevarlos a la dirección del Partido”, y ella fue acusada de “labor de captación, difusión de propaganda subversiva, pintadas y comandos y ceder su domicilio como casa franca y depósito de material”. Este personaje es el fundador y presidente del Movimiento contra la Intolerancia, que maneja millones de euros de subvenciones. El negocio del racismo. Un tipo que no se conduele con las víctimas autóctonas a manos de delincuentes inmigrantes y que calla obscenamente los casos de violencia, abuso o racismo cometidos por inmigrantes contra los españoles o europeos en general. Un tipo que se arroga el prurito de criminalizar a los autóctonos y de clamar contra el ascenso de la ultraderecha. Vomitivo.