Colaboraciones

El milagro cubano, por Daniel Pizarro

Cuba representa, sin duda alguna, un caso especial. La gran Antilla fue repoblada fundamentalmente por españoles, pero también por una ingente población africana procedente de la esclavitud. Asimismo por una cierta cantidad de origen chino, por haitianos y jamaicanos reclutados para la explotación cañera y por otras comunidades de diferentes procedencias geográficas. La simbiosis de razas creó un mestizaje variopinto y vitalista que dotó a la isla de muchas de sus características diferenciales.

Suele estar siempre de actualidad y en estos días acentuada por el cambio de Presidente del país. Me siento muy vinculado a esta tierra, donde he impartido cursos en varias de sus Universidades. Me gusta pasear por las calles de sus ciudades, conversar con la gente y disfrutar de la expresividad y facilidad comunicativa de sus habitantes. Pero no dejo de sorprenderme por muchas cosas incomprensibles.

En el país conviven dos monedas, el peso cubano –también llamado moneda nacional o CUP– y el peso convertible o CUC. Este último, simplificando, pretende ser equivalente al dólar y, por tanto, actualmente se cambia a algo menos de un euro. Cada CUC equivale a 25 CUP. Los salarios y las pensiones de jubilación las reciben los cubanos en moneda nacional o CUP y los artículos de consumo pueden pagarse, aunque no de forma generalizada, en esa moneda o en convertibles CUC.

Observo que gran parte de los habitantes de la isla tiene una desaforada pasión por los artículos de marca y en las calles muchas personas lucen ropas, calzado y complementos de las renombradas: Adidas, Nike, Puma, etc. así como camisetas oficiales de los equipos de fútbol, esencialmente Barsa o Real Madrid.

No he visto ninguna indumentaria con hoces y martillos, como podría parecer lógico, pero si curiosamente cantidad de barras y estrellas yanquis adornando dorsos, torsos y rotundas nalgas. En las zonas de recepción de wifi, gran parte de la población manipula el teléfono móvil o celular −como lo denominan aquí− e incluso tabletas o computadoras portátiles.

Con bastante asiduidad utilizan en sus expresiones el término dólar −aunque es una moneda que no circula en el país, incluso penalizada con el 10 % en los cambios a convertible− para referirse a precios o términos económicos.

La situación más sorprendente y por ello titulo así el artículo, radica en que los salarios mensuales habituales oscilan entre 250 y 500 CUP (10 o 20 euros). Algo mayores son los sueldos que reciben los médicos especialistas, unos 50 o 60 euros. Pero en las calles cantidad de personas manejan su celular, lucen las mejores marcas en sus vestimentas, mucha gente joven suele portar tatuajes− que les cuestan un buen dinero− y los varones van tan orgullosos con el, a mi juicio, horrible y esperpéntico corte de pelo que se ha puesto de moda y no solo aquí: un rebaje o afeitado periférico craneal, culminado por una especie de boina o penacho.

Casi todas las familias celebran −con todo lujo de vestimenta y complementos− los quince años de sus muchachitas, festejo culminado con reportajes fotográficos de alta calidad de la protagonista, dignos de las páginas del Hola. Y que decir de la celebración del Día de San Valentín, cuando los enamorados, vistiendo las mejores galas, copan los restaurantes donde deben gastarse –calculo− en homenaje a su amor, por pareja, el equivalente a dos o tres meses de salario mensual.

Paralelamente −entre bloqueos, huracanes o ciclones− lo cierto es que los precios de los artículos de alimentación o electrodomésticos −salvo los de bodegas y tiendas estatales o mercados agropecuarios, en moneda nacional− son dos o tres veces superiores, incluso en marcas blancas, a los que encontramos en España.

El Gobierno de la isla está muy interesado en acabar con la duplicidad de moneda y el propio, entonces Presidente, Raúl Castro, en su intervención en la Asamblea Nacional de Poder Popular, a final del pasado año, manifestó la necesidad de actuar sobre los salarios y precios, en este nuevo contexto.

No deja de ser sorprendente que mucha población cubana pueda mostrar, con esa escasa teórica disponibilidad monetaria, el acceso y lucimiento de unos bienes prácticamente inaccesibles por sus precios. Se están comprando y vendiendo los destartalados Ladas – un modelo de vehículo soviético con más de veinticinco o treinta años− por el equivalente a 25.000 o 30.000 euros. A través de ventanas abiertas, cuando se camina por las calles, pueden verse a menudo habitaciones o salas de viviendas con muebles desvencijados y paredes desconchadas pero, eso sí, oyéndose, a todo volumen, equipos megafónicos de más de mil CUC −diez años de salario de muchos− y con pantallas de televisores de bastantes pulgadas.

Y aún hay más. Algún amigo cubano, que va y viene, me ha confirmado que ha visto viajar a Panamá, en clase preferente, −quizá para poder embarcar más equipaje− mulatonas de mediana edad que regresan a Cuba cargadas de ropa y electrodomésticos que venden en la isla. Con esta práctica parece ser que amortizan el viaje −unos 900 euros por pasaje − y viven como unas reinas. Por supuesto que esta operación la repiten otros muchos cubanos, viajando a Miami e incluso a Rusia.

La trascendental incógnita es cómo puede llevarse a cabo este lucrativo negocio con los existentes niveles salariales. Me dicen que, en parte, es por la FE – familiares en el extranjero− y, en términos generales, por lo que ellos denominan “resolvedera” o “la lucha”. Pero no puedo comprender que, aunque en parte, existan estas circunstancias, ocupen un volumen de tanta magnitud y tan generalizado.

Por supuesto, que ningún sistema ni doctrina económico-social puede explicar, ni racional ni teóricamente, lo que se ve en Cuba. Este fenómeno solo puede tener parangón con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y, casi me parece, que el episodio evangélico no llega a ese nivel.

Se me ocurre que trasponiendo este milagroso hecho a España, en virtud de la escala y proporcionalidad, contemplaríamos en nuestro país a personal con salarios bastante inferiores a lo mileurista, e incluso a los ninis y nininis, luciendo ropa de Armani o Dior a diario, a bordo de impresionantes Maseratis, Mercedes o Ferraris, habitando espléndidos chalet en urbanizaciones de lujo y agotando, en los mejores restaurantes Michelin, las reservas de auténtico caviar ruso y de champán Don Perignon.

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