El martirio de San Daniel en la Catedral recupera su luz

Tras año y medio de trabajo, la restauración de la impresionante obra de Tomás de Pereda vuelve a contar a los ceutíes la historia de su Patrón.

El martirio de San Daniel ha recuperado todo el esplendor como un día lució recién pintado. Los responsables de semejante transformación han sido Jesús Pérez Rivera y su equipo de restauradores que han trabajado sobre el lienzo durante más de un año y medio. Hoy a las 12:00 horas las primeras autoridades de la ciudad, lideradas por el presidente Vivas, acudirán al templo para conocer de primera mano el resultado de horas de trabajo minucioso para que el cuadro pintado por Tomás de Pereda en 1728 vuelva a contar a los ceutíes la historia de su Patrón.
Pérez Rivera explica a El Faro y El Faro Tv cómo ha sido este trabajo de restauración para que el martirio de San Daniel recupere su luz de las tinieblas en las que se había visto inmerso no solamente por el paso de los años sino también por el ambiente húmedo de nuestra ciudad.
Los barnices habían oscurecido tanto la pintura que ya no conseguía transmitir al espectador, precisamente, la historia que la inspira: el martirio que sufrieron San Daniel y sus frailes cuando llegaron a Ceuta con el objetivo de evangelizar esta tierra.

Tiempo y humedades
Los hongos se habían adueñado del lienzo que ha tenido que ser tratado de manera especial no solamente para devolverle su color sino también en el reverso del cuadro. Éste, al estar colgado directamente de la pared de la Catedral se había visto afectado por la humedad de la misma. Ahora, una cavidad la separa del muro para evitar que se vea tan afectado como hasta ahora.
Pero antes de acometer el trabajo de restauración, hay que realizar un diagnóstico del ‘paciente’, explica Pérez Rivera.
“Los trabajos de restauración tienen una triple vertiente. Una puramente técnica que se trata de recuperar los materiales, que se vean. Una vertiente histórica en la que se trata de saber quién pintó el cuadro, qué historia tiene este cuadro y todos los elementos históricos que lo rodean. Y la tercera vertiente es la artística que es la que trata las imágenes, los colores y recomponer la visión lo más parecida posible a cómo la concibió el autor de la obra”.
Los trabajos de restauración se han prolongado durante más de un año y medio. Durante este tiempo, el lienzo ha sido tratado de todos los males que aquejaba, labor que no ha estado exenta de dificultades añadidas.
“Al igual que le pasa a los demás cuadros de la Catedral, el paso del tiempo ha ido oscureciendo los barnices que lo velan, lo que hace imposible entender qué nos quería contar el cuadro. La superficie estaba llena de hongos, que prácticamente hacía del cuadro un cartón negro”, señala Pérez Rivera.

Sorpresas desagradables
Las dimensiones del lienzo han sido una de las primeras dificultades para acometer la restauración. Un gran andamio, dividido en tres niveles, ha permitido el tratamiento en todas las áreas. En los años 50 ya se hicieron algunas labores, pero éstas no dejaron de ser parches que han supuesto una dificultad añadida para los restauradores del siglo XXI.
“El trabajo de restauración es muy minucioso, pero cuando te enfrentas a un cuadro de estas características, de casi 20 metros cuadrados, eso lo complica muchísimo más. Y después hubo elementos añadidos de dificultad, como fue que, una vez que empezamos a trabajar, descubrimos que debajo de esa capa de barniz oscurecida había intervenciones previas de restauración, posiblemente de los años 50, que se concretaron en un montón de parches, añadidos e incluso se había pintado encima de la pintura original. Y todo eso supuso un esfuerzo añadido”, explica Pérez Rivera.

Lo que el barniz escondía
La emoción que pueda sentir ahora del espectador al contemplar el cuadro no puede ser comparable al que sintieron los propios restauradores. Sólo ellos vivieron el momento en el que salieron a la luz elementos y personajes que antes era imposible apreciar.
“Es una sensación muy ilusionante, porque el trabajo es centímetro a centímetro, y una vez que te puedes separar entonces coge toda su potencia lo que te quiere transmitir el cuadro”, explica Pérez Rivera. Así, ‘descubrieron’ dos perros que antes no se veían así como una reja que simboliza la puerta del calabozo donde estuvieron presos los frailes.
No es la única obra que el equipo de Pérez Rivera ha restaurado en la Catedral. Hace unos años restauraron un tríptico con tres pasajes de la Biblia. Y el trabajo continuará, pues en la Catedral no faltan obras por recuperar y volver a sacar a la luz.

Los autores del antes y después. ¿Cómo lo hicieron?

El equipo ha estado dirigido por Jesús Pérez Rivera, acompañado por nueve auxiliares de restauración: Adelina Vega, Miriam Rivera, Soraya Garabed, Manuela Suarez, Ana Cadenas, Mari Carmen Reyes, Concepción Haro, Luisa Rodriguez y María José Amores.
Para empezar, el equipo de restauración cubrió el cuadro con un papel especial para evitar que al manipularlo se produjeran desprendimientos y que el cuadro sufra lo menos posible. Se creó una plataforma de madera, que se ubicó en el mismo lateral de la Catedral, para ‘volcar’ el cuadro y poder trabajar en el reverso del lienzo, también aquejado de los mismos males.
Un trabajo muy laborioso porque tenía suciedad, desgarros de hilos, faltas de telas.... Toda una limpieza y restitución que se llevó seis meses de trabajo.
Una vez acabada la labor en el reverso del cuadro, se le dio la vuelta, se quitó el papel protector y comenzó el trabajo de restauración del martirio. “Volver a fijar aquellos fragmentos de pintura que estuviesen más desprendidos, limpiar todas las capas añadidas de restauración y después un trabajo minucioso que supuso restituir con un estuco todas aquellas partes del cuadro que faltaban para en todas las zonas donde faltaba pintura reintegrarla con colores y después que el espectador pudiera ver al obra de una manera integral”, explica Pérez Rivera.