Desde la portada de un medio de difusión (ABC de ayer) nos llega el dolor de una mujer joven y bella que llora mientras contempla, desolada, el cadáver de su hijo asesinado, en unión de otros muchos, en un Colegio de Pakistán. El llanto de esa mujer sobrecoge a todo el mundo.
Es una madre a la que acaban de arrebatarle a su hijo, en unión de otros muchos, cuando atendía a su formación para ser útil en la vida, para acompañar al resto de los habitantes de su país en la lucha diaria e inteligente por la paz y el bienestar. Otros han considerado, por razones que no son fáciles de entender, que atentaban con sus estudios contra el podría de sus fusiles. No hay motivo alguno para provocar esa muerte y el llanto de una madre. ¿Cuando lo comprenderán?
¿Por qué no entienden que el amor existe en el mundo? ¿Acaso no han encontrado a nadie que les explique lo que es la fraternidad y el deber de ayudar a los demás? Sólo les han enseñado a disparar un arma de fuego contra gente indefensa y ni siquiera saben –o no quieren saber nada– de lo que es el amor del alma y lo que ésta sufre ante hechos violentos que acaban cualquier detalle de felicidad en las almas de quienes quieren vivir como personas que saben de la importancia de la vida humana para llevar felicidad a cualquier parte a la que acudan. ¿Por qué se empeñan en aterrorizar a la gente en lugar de llevarles un algo de serenidad y de cariño? El llanto de una madre, tal como lo hemos visto, es una fuerte llamada a la responsabilidad de toda persona.
No hay distancias, en el mundo de hoy, capaces de mantener silenciadas esas barbaridades y es de desear que tampoco las haya para que desde todos los lugares del mundo se alce un fuerte clamor de repulsa y, sobre todo, de llamada al buen juicio y a la necesidad de encontrar, entre todos, la mayor condición de sosiego y serenidad en el mundo. Hay quienes no están interesados en ello, pero hay razón más que suficiente para tratar de convencerlos del grave error en que viven y que tanto hace sufrir a gente inocente. El llanto de una madre ha de multiplicarse y mantenerse en el alma de todo el mundo; nos obliga a mucho pero esa es una obligación de amor a la Humanidad; no debemos pasar la página de ese periódico, o de cualquier otro en el que se informe de esa matanza, sin una honda reflexión.
Es muy posible que no sea fácil conseguir los resultados deseados en corto tiempo y sin dificultades, pero hay que hacer esa labor porque nos la exige nuestro sentido de la vida, que no es otro que la hermandad de toda la humanidad. ¿Por qué si tiendes una mano en son de paz han de acribillarte a balazos? Esto, tarde o temprano habrá d entenderse así, como un signo de amor entre todos los habitantes del mundo. A nadie se le quiere hacer daño; el deseo es muy otro, el de la paz.
nado por los disparos de alguien cegado por el odio existente en su corazón? Debemos llorar también nosotros en nuestro sentir y trabajar todo lo que nos sea posible para que el odio - y sus terribles consecuencias - desaparezca del mundo. Hay que desearlo y trabajar, en la medida de las posibilidades de cada persona., para que no haya motivo para que una madre se deshaga en llanto sobre el féretro de su hijo asesinado.
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