No es nuevo. Desde los años sesenta Rabat utiliza Ceuta y Melilla como pieza estratégica en la complicada partida que juega en el Sahara Occidental. Pero no sólo Marruecos, también argelinos y, a veces, las propias autoridades españolas han vinculado en numerosas ocasiones ambas realidades en sus requiebros diplomáticos.
Ya en 1967, la designación por las autoridades franquistas de una asamblea saharaui y el envío de unidades militares a la provincia motivó una airada reacción marroquí que incluyó amenazas contra las dos ciudades españolas, además de apresamientos de pesqueros.
Una vez abandonado el Sahara, el general Eduardo Blanco justificó ante el Congreso en 1978 nuestra retirada del desierto en que, según dijo, “con un Sahara independiente Marruecos estaría presionando sobre Ceuta y Melilla”.
Pero no duró mucho la calma, el reino alauita volvió a la carga ese mismo año, y una vez más en relación con el Sahara. Resucitaron la reclamación sobre Ceuta y Melilla después de que el responsable de relaciones exteriores de UCD, Javier Rupérez, asistiera al IV Congreso del Frente Polisario.
Perejil
Incidentes de este tipo se repitieron en innumerables ocasiones durante el reinado de Hasan II. Costumbre que trasmitió, empeorada, a su hijo. Mohamed VI exigió “la devolución de Ceuta y Melilla” en abril 2002 después de que el Gobierno Aznar se negase a apoyar su propuesta autonomista para el Sahara. Tres meses después la Gendarmería marroquí ocupaba Perejil.
También en Argelia algunos intentan entrelazar el futuro del Sahara con nuestras ciudades. En 2008 el diario ‘Le Jeune Indépendant’ vinculó “la inevitable descolonización de Ceuta y Melilla con la devolución de su tierra a los saharauis”.