El 12-05-1922 Tazarut fue tomado al asalto, muriendo en las alturas de El Jemis el heroico González Tablas al frente de sus Regulares. EL Raisuni logró escapar a las montañas, a Buaxen. En julio se mantuvo la presión, iniciando el día 27 las operaciones sobre Beni Arós, Beni Issef y Ajmás.
En esta importante campaña, al igual que en casi todas las de la zona, participó con la misma columna que Varela mi paisano de Mirandilla, entonces Teniente José Ledo Rodríguez. El Gobierno español necesitaba la paz y buscó el acuerdo con El Raisuni, quien lo aceptó tras tres meses de negociaciones con el General Castro Gerona, ayudado por Clemente Cerdeira Fernández, intérprete y diplomático, padre y abuelo de los actuales Cerdeira de Ceuta, familia de arraigo en Ceuta. El Raisuni también estaba en tratos con Abd el-Krim para que le enviara refuerzos contra España, porque, aunque ambos se odiaban, éste decía que: “Cuando dos bandos musulmanes pelean entre sí, las balas se pierden en el aire”. El Raisuni obtuvo concesiones españolas. Hubo paz en la Yebala, pero a costa de cederle a él su control; se le fijó un estipendio, consiguió que España le construyera un palacete en Tazarut, y algunos parientes ocuparon puestos de poder.
El 16-10-1922, el Rey Alfonso XIII pronunció un vibrante discurso en la entrega en Sevilla de la Bandera a los Regulares de Larache y las dos Laureadas a Varela. Y, entre otras cosas, dijo: “Regulares de Larache: En nombre de España he tenido la satisfacción de concederos la bandera que por vuestro heroísmo os habéis ganado. España no agradecerá nunca bastante lo que vosotros habéis hecho por ella en los campos de batalla; siguiendo a vuestro Oficiales habéis derramado vuestra sangre generosa por la causa de España, que representa en Marruecos el avance de vuestra cultura, de vuestro bienestar con el deseo de incorporaros a la moderna civilización. Nosotros no vamos ni contra vuestra religión, ni contra vuestras costumbres, que en ningún caso cabe destruir violentamente. Luchamos fundiendo vuestro interés y el nuestro, porque España siempre que luchó fue por una causa noble y justa, y porque sabéis comprenderlo lucháis a nuestro lado gallarda y noblemente.
El 10-10-1924, Varela ascendió a Comandante, como siempre, por méritos de guerra. Y San Fernando lo nombró hijo predilecto y le tributó un caluroso homenaje el 11 de mayo en el hotel La Mallorquina. A su término, un nutrido grupo se trasladó en automóviles al domicilio de Varela, para entregar a su madre el gran ramo de flores que había presidido la mesa. La madre lo recibió muy agradecida, pero pidió que el ramo fuera depositado en el Panteón de Hombres Ilustres, en la tumba del Alférez de Navío José Mª Lazaga Ruíz, ilustre isleño. El padre del fallecido, Juan Lazaga, allí presente, cayó de rodillas abrumado por la pena y el honor. En otra ocasión que homenajearon a Varela, los asistentes al acto acordaron nombrar a Dª Carmen Iglesias “Madre de las tropas”, por estimar que era la que más genuinamente representaba el dolor, la resignación y el patriotismo de las madres que sufrían por los hijos que luchaban por España. Y aquí vemos, que si Varela era ya el referente más importante entre nuestras tropas, por su valor y bravura, su madre también lo era como mujer que rebosaba patriotismo, a la vez que se preocupaba de velar por los buenos hijos que, como el suyo, tan generosamente eran capaces de sacrificar su vida por la Patria, como si les estuviera protegiendo bajo su maternal regazo. Por eso, ante la mezcla de alegría que le produjo el ascenso a Jefe de su hijo, y la honda preocupación y terrible angustia que le embargaba creyendo que como Jefe de la Harka correría mayor peligro, Varela tuvo que tranquilizar a su madre escribiéndole: “Ten fe y tranquilidad. Voy en magníficas condiciones; mis Oficiales son todos mis amigos de Larache y es seguro el triunfo y el servicio a España (…) No te preocupes que siendo Jefe no podré nunca hacer lo que hacía de Teniente”.
En julio de 1924 el General Sanjurjo propuso el ascenso de Varela, con un informe subliminal dirigido a Primo de Rivera (éste sentía animadversión hacia Varela por el incidente de Ben Tieb que otro día comentaré). También un nutrido grupo de civiles de San Fernando encargó un retrato de Varela para regalárselo, como testimonio de afecto y admiración, que fue expuesto en el Bazar Iris. Y el periodista Carretero lanzó la idea de que San Fernando debía erigirle una estatua. Alguien pidió también una recompensa para su madre Dª Carmen Iglesias, en forma de carta abierta al General Primo de Rivera, recordándole el sufrimiento de esta mujer. Sin embargo, el 2-10-1927 Varela escribía a su madre: “Ayer se llevó a la firma todo lo referente a recompensas del período pasado; a mí me dan la Cruz de Mª Cristina (en lugar de ascenderlo que era para lo que había sido propuesto). Nuevamente a esperar el expediente que se instruye por este período, por el cual me ascenderán. Nada me extraña ´todo esto´, pero bien puedes tener la seguridad que sigo contentísimo como siempre; mis recompensas llevan el lema de Varela y a éste le cuesta más trabajo que a los demás”. Añadía que estaba ocupado en la visita de los reyes a Ceuta, y que su principal preocupación era la salud de su madre.
La madre le contestaba el 6 de octubre: “Ya veo que te cambiaron el ascenso por la Cristina. ¡Injusticia más grande no puede cometerse!. Pero no te disgustes y te pido que tengas paciencia; con ello ganarás gloria para con Dios; todas no han de ser glorias para esta vida, que sólo son temporales, y las de Dios son eternas; así que, a seguir cumpliendo con el deber sagrado de buen militar y que yo te vea, como siempre, contento y satisfecho, ya que todos tus ascensos y condecoraciones te los ganaste con hechos de armas más grandes que todos, buena voluntad y amor a la Patria”. Su madre le recordaba en 1927 lo que le habían costado sus ascensos por méritos de guerra, de la forma siguiente: “Muy grandes amarguras, el de Capitán, por la Junta de Densa que se oponía a ello; el de Comandante, te calumniaron para detenerlo; el de Teniente Coronel, lo último que se firmó, casi a la fuerza, por no poder quitártelo, como hacen ahora con el de Coronel, que no sólo te quitaron el ascenso, sino que te quitaron una Laureada (la que hubiera sido la tercera) que fue lo que ganaste con el asalto a la bayoneta en los Morabos, dicho por muchos que tomaron parte en la operación y publicado por la prensa”.
Los reyes visitaron el Protectorado, llegando a Ceuta el 5-10-1927, el 6 a Tetuán, el 7 a Villa Sanjurjo y el 9 entraron en Melilla. El 21 creó la Medalla de la Paz marroquí, con la leyenda: “España, siempre dispuesta a toda empresa de civilización universal, contribuyó a la de Marruecos con la preciosa sangre de sus hijos y el oro de sus arcas. El triunfo de sus armas y la cultura de sus métodos constituyeron los cimientos de la gran obra de la Humanidad”. Varela participó con su Grupo de Regulares en la recepción de los reyes. Y escribió a su madre: “Ya se marcharon los reyes, que estuvieron muy amables conmigo. También me saludó el Presidente (después de darme la Cristina). Claro. El ascenso tardará el tiempo que a este señor le parezca”. En otra carta del día 12, Varela contaba a su madre: “Pasado el primer momento de la injusticia (del Presidente exclusivamente) me quedo dueño de mí mismo, satisfecho de haber cumplido con mi deber”. Por Orden General dada por Sanjurjo el 5-04-1928, se abrió expediente informativo para el ascenso de tres militares, entre ellos Varela. El 6-04-1928 Varela compareció en Ceuta ante Juez y Secretario instructores a exponer sus méritos. El 19-04-1929 ascendió a Coronel.
El 7-12-1930, cuando Varela estaba realizando un viaje profesional a Alemania, recibió la noticia de que su madre estaba enferma. Y escribió: “La impresión fue demasiado fuerte para mí, por el culto y concepto que tengo de esa santa y patriota mujer, sacrificada desde que fue madre en el trabajo para sacar adelante a sus hijos, unida a mi buen padre (q.e.p.d.)”. Varela se puso rápidamente en camino de regreso, llegando a Puerto Real el 11-12-1930. El 14 escribía: “Mi madre inicia una ligera mejoría; pero mis ansias por verla bien me tienen intranquilo. Conservarla a toda costa y no verla sufrir, es mi única ilusión de hoy. Yo en mi madre veo casi todo el aliciente del porvenir; parece que noto una gran influencia en mi dinamismo; no existió sino encuentro y desinteresada alegría en mi madre, y trabajar sin este santo cariño, parece también que me queda en el vacío, aparte de que mi madre no se limitó a darme el ser, sino que en mí desarrolló, en mi conducta, en mi patriotismo, en mi carrera, tuve una gran influencia. Ella fue la propulsora de mi situación actual”. Mejoró levemente. Ella decía que le había dado un “arrechucho”. Pemán dijo que Varela era muy “madrero”, y que a ello se debió su prolongada soltería.
A mediados de enero de 1932 la madre recayó en la enfermedad. El 10 de febrero fue operada, amputándosele una pierna. El 23 Dª Carmen abandonó el lecho, tras leve mejoría; pero el 9-03-1932 fallecía en los pabellones de San Roque, a consecuencia de un ataque de uremia. El entierro lo presidió el Gobernador Civil con un nutrido grupo de autoridades civiles y militares. Varela lo sintió profundamente. Perdía a una mujer fuerte que le había aconsejado en su carrera y que tantas veces le había guiado en el camino. La prensa local escribía: “Los bravos que se batieron varias veces a las órdenes de Varela, han sentido temblar por primera vez las manos del Jefe, y allí en los rostros una agitación nueva porque yace derribado en un rincón, el que fue siempre delante”.
Se publicaron muchos textos laudatorios sobre esta gran mujer. En uno de ellos se recordaban su bondad, su paciencia, su virtud, y, a modo de la mejor lección de moral tanto civil como militar, se afirmaba: “El heroísmo es la culminación del convencimiento del deber, y el deber se aprende en la santa cátedra del regazo de las madres. Cuando se ha educado a un hijo dentro de las normas de rectitud moral y se le ha enseñado que la Patria es algo sagrado que merece dar la propia vida, y que la conciencia es siempre conciencia, aun cuando se está en trance de perderlo todo; cuando hay para el que lucha el recuerdo de un hogar honrado y puro (…), entonces es cuando surgen esos casos de aparente generación espontánea que asombra a todos, pero que tiene su fuente de origen en la bondad y en la virtud de una mujer que reza desde allá lejos por su hijo”. Pues vaya para la madre del General Varela mi testimonio de reconocimiento y gratitud por haber sido una madre tan ejemplar, que porque fue tan santa y buena, no tengo más remedio que recordar también emocionado a la mía. Varela y su madre, dieron la mayor honra y dignidad a las heroicas tropas de Regulares y al Ejército español.