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El gendarme de Europa

El Ministerio de Interior resolvía esta misma semana las dudas del diputado popular Francisco Márquez, quien, en pregunta cursada para conocer la vigilancia existente en Ceuta, recibía toda una lección del blindaje al que está sometida la ciudad autónoma.

Vallas de más de seis metros de altura, concertinas de espino que las coronan, diecinueve torres de vigilancia, 53 alcantarillas con rejas metálicas, sensores de detención de intrusos en todas las rejas de alcantarilla y en toda la valla exterior perimetral, 37 videocámaras y dos cámaras térmicas fijas. Todo un ‘arsenal’ para hacer que Ceuta cumpla el papel de gendarme que le encomienda Europa, evitando la entrada de inmigrantes.
Ese es el papel encomendado a unas fuerzas de seguridad encargadas de frenar a quienes representan la desestabilización del África negra. El informe 2011 realizado por la oenegé CEAR, y que en esta edición versa sobre la situación del refugiado en España, recoge este papel, definiendo a las dos ciudades hermanas como meros “centros de internamiento”. Así es como las entiende Europa, como puntos base a los que pueden llegar los sin papeles topándose con unas leyes distintas y unas especificidades que no se dan en otros puntos de España. “A las personas que acceden, sean o no solicitantes de protección internacional, se les impide continuar su desplazamiento por territorio español; de esta forma permanecen en un limbo legal. Con esta medida ambas ciudades se están convirtiendo en una especie de gran centro de internamiento”, denuncia la oenegé.
Esta situación tiene visos de continuar en el tiempo. Europa requiere de esos gendarmes como también requiere de artimañas para intentar cargarse de un plumazo los mismos derechos que ha potenciado.
Así, esta misma semana Europa decidía echar el cierre de las fronteras aceptando el chantaje francés, de tal manera que se anula por completo la libertad de movimiento “en circunstancias excepcionales”. ¿Y esas cuándo se dan? Cuando las potencias estimen que pueda producirse una gran presión migratoria que no pueda ser contenida por el país. Los efectos de la ‘primavera árabe’, que han provocado el movimiento de miles de inmigrantes escapando de los conflictos en países como Libia,  se temen en Europa que permite, atentando contra todas las leyes aprobadas con anterioridad -incluido el tratado de Schengen-, que se eche el cierre a las fronteras.
Ceuta y Melilla quedan en el limbo, viendo reforzado su papel de control de unas fronteras  permeables y demasiado sometidas al interés marroquí, capaz de dejar a un subsahariano clamando auxilio en una roca (esto sucedió el pasado lunes por la noche) o de colaborar impidiendo la entrada de otros cuarenta sin papeles a nado (cosa que sucedía 48 horas después). Las peticiones de asilo y protección se cursan aunque, tal y como lamenta CEAR, el inmigrante se tope con la imposibilidad de disfrutar de los derechos que sí tiene otro compatriota.

La situación en Ceuta

En el ceti: llegadas y estancias
El CETI atraviesa en estos momentos una situación de auténtica presión, con las plazas cubiertas en su totalidad. En cuanto a las llegadas casi todas han tenido relación con los conflictos bélicos que hayan podido producirse en el África subsahariana, así ha sido el caso del conflicto de Costa de Marfil, ocurrido en noviembre del pasado año. Así por ejemplo a día de hoy hay 95 marfileños acogidos en el centro del Jaral, de los que algo más de veinte han entrado en los seis primeros meses del año. En relación a 2009 sí se ha triplicado su presencia. También ha habido incremento de llegadas de inmigrantes procedentes de Guinea y Chad, también vinculadas a los conflictos político-religiosos. En cambio ha descendido notablemente la entrada de nigerianos y congoleños, que antaño llegaron a ser los de mayor preponderancia junto a los cameruneses.

El futuro: el efecto llamada
Las entradas a nado y en grupo constituyen ya una vía de entrada fácil para los inmigrantes que una vez llegados a Ceuta intentan, a los pocos días, ocultarse en alguno de los camiones a su paso por el puerto o asaltándolos en el trayecto desde la M-30. Esto es una realidad ya que ‘El Faro’ ha podido comprobar cómo subsaharianos que llegan en balsas o a nado a la ciudad, ya están intentando una escapada en los camiones a los pocos días de haber entrado en el CETI. Las salidas a la península organizadas por la dirección del campamento ¿son un efecto llamada? La realidad dice que no, ya que los inmigrantes buscan la escapada más fácil por la vía oficiosa. ¿Quiénes son los perjudicados? Las familias y los inmigrantes más débiles o enfermos que no pueden buscar esta escapada porque les reporta muchos riesgo y que esperan una salida legalizada que tarda en producirse.
el debate

Justicia y Gobierno

El TSJA, en al menos cinco sentencias distintas, ha fallado a favor de los inmigrantes en su derecho a circular libremente por la península si su solicitud de asilo es admitida a trámite. La Delegación del Gobierno no ha ejecutado las sentencias y cuando ha tocado el momento, ese inmigrante beneficiado ya no estaba en la ciudad.

De la petición de asilo al auténtico efecto llamada

Ceuta figura como la segunda ciudad de todo el país en recepción de solicitudes de protección internacional. ¿Es esto un efecto llamada? Al menos en el caso de Ceuta no. El bloqueo que sufren los inmigrantes que llegan al CETI, con una lista de salidas paralizada desde hace meses y con unas leyes que sacan la tarjeta roja al inmigrante para que no pueda circular por el país a pesar de haber sido admitida a trámite su solicitud y existir sentencias favorables a los derechos de los afectados, les hace buscar la salida por otras vías. ¿Cuáles? Las escapadas en camiones. En su informe CEAR concluye que para el inmigrante, la solicitud de asilo no la considera como una opción primordial, al entender que “puede dificultar un posible traslado a la península, al menos hasta que se resuelva el expediente”. Este hecho ya le hace al inmigrante descartar esa solicitud de protección internacional buscando otras formas de alcanzar la península. “Como ocurre en Melilla”, puntualiza CEAR, donde “se concede la posibilidad de presentarse voluntariamente en comisaría para que se le abra un procedimiento de expulsión y una vez en un CIE, si finalmente no son expulsados, quedar en libertad tras pasar los 60 días de internamiento”, añade.

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