El futuro del paso

Si en el polígono del Tarajal todos los que tienen voz y voto hubieran hecho bien su trabajo, hoy no sería una auténtica bomba de relojería sometida a los vaivenes de la fortuna. En las últimas semanas las acusaciones en torno a quién debe controlar el considerado pulmón económico de la ciudad, generador de millones de euros en concepto de IPSI, han copado el protagonismo mediático, aireándose en prensa lo que debía haberse tratado en los despachos. Quizá se haya optado por esa vía después de años hablando de lo mismo sin que se hayan conseguido soluciones.
Existen multitud de acuerdos plenarios en los que las fuerzas políticas se han dado la mano para exigir un control de todas y cada una de las naves que operan en el polígono. Hoy por hoy ese control no es tal y como se vende, desde el primer momento en que antes de que se abra el polígono, ya el entorno del Biutz amanece colapsado con bultos que se trasladan desde almacenes ilegales del Príncipe o desde consignas que venden a pesar de carecer de licencia para ello. La mercancía viene de fuera y termina dando forma a enormes bultos que superan la forma corpórea de su cargadora, cuyo tránsito estaba prohibido desde que fallecieran las porteadoras Bussra y Zhoora en mayo de 2009. ¿Qué pasó con aquel protocolo acordado? La visión de fotografías tan impactantes como la que llevó a portada este medio hace una semana demuestra la realidad: en el Tarajal nada se cumple.
Buena parte de culpa de ese caos concentrado en el polígono radica precisamente en esto: en la presencia de enormes bultos que luego colapsan los tornos del actual Biutz, que deberá echar el cierre a finales de año. ¿Quién carga de esta manera a unas mujeres que arrastran una historia trágica y a las que no importa arriesgar sus vidas con tal de ganar unos euros?, ¿qué bultos tienen el beneplácito del pase sobre otros?
Responder a estas preguntas no es complicado. Son varias las investigaciones policiales que se han puesto en marcha para intentar conocer cómo funcionan algunos almacenes del polígono. Investigaciones que han dado resultados pero que nunca han motivado una operación que ataje estas prácticas.
La forma de comunicación entre uno y otro lado funciona a base de signos, de marcas que se imprimen en determinados bultos que pasan mucho antes que los del resto, gracias a la mediación de los llamados plantos: marroquíes que ‘colaboran’ con la Policía y que aceleran la salida de una mercancía por encima de la otra.
Porteadores y comerciantes se quedan al margen de un negocio del que terminan alimentándose unos pocos. Esos bultos marcados pasan antes y cruzan sin problema el Biutz, sin tener ni un veto por parte del cuerpo de aduaneros, acostumbrado ya a protagonizar pasajes mediáticos en los que no quedan bien parados a pesar de que se hayan visto salpicados por muertes violentas de porteadores: el más reciente, el de un joven que se quemó a lo bonzo y que provocó una nueva concentración hacia la frontera.
Delegación del Gobierno trabaja según sus patrones, sin que hasta el momento haya existido un posicionamiento público en torno al debate suscitado por el control del polígono. El plante policial al control liderado por SUP y SIPE, al que luego se han sumado UFP y la CEP, no ha provocado nerviosismo alguno en la Plaza de los Reyes. Allí las miras apuntan hacia el nuevo puente, el que cierre ocho años de historia, y cuya organización nada tendrá que ver con el actual Biutz. En mes y medio debe estar finalizada una actuación que cuenta con el respaldo del Gobierno de la Nación y que dispondrá de una mayor amplitud así como de distintas vías de entrada y salida para los porteadores. El orden público como se entiende hoy en día será bien distinto al que amanece en las naves.