El pasado día 12 nos acercamos a la oficina del PGOU sita en la tercera planta del Ayuntamiento.
El motivo de mi visita era conocer la contestación a las alegaciones que desde Septem Nostra presentamos al documento de avance del PGOU. Sobre esta cuestión se nos dijo que los jurídicos habían informado que no era necesario dar traslado a las personas o entidades que habían cursado alegaciones de la aceptación o denegación de sus propuestas, ni los motivos que justificaban la decisión adoptada por la administración. Primera sorpresa que nos llevamos, sobre todo después de leer en los medios de comunicación el contenido de la respuesta a algunas alegaciones. No deja de ser llamativo que en todo este largo proceso de revisión del PGOU que comenzó hace ocho años hayamos presentado hasta tres extensos documentos de alegaciones y nunca nos han contestado por escrito ni se hayan reunido con nosotros para discutir el contenido de nuestras propuestas. Esta actitud de la administración local no es nada nueva. Si por algo se caracteriza el gobierno presidido por el Sr.Vivas es por la falta de transparencia y su nula política de participación ciudadana. Ya lo empiezan a conocer en instituciones supranacionales, como el Defensor del Pueblo, por su hermetismo e indisposición a la hora de facilitar el derecho al acceso de la información que reconoce la legislación nacional y europea. También lo saben los partidos de la oposición que, como denuncian con frecuencia, tampoco pueden realizar con facilidad su labor de control de la acción del gobierno.
La segunda sorpresa nos la llevamos cuando nos dejaron medio leer la contestación del equipo de Prointec a nuestras alegaciones. Todo se resume a un par de folios a una sola cara. Todo un insulto para un trabajo que nos llevó varios meses y que quedó plasmado en un documento de 160 páginas. Nosotros, a diferencia de estos señores, no hemos cobrado un duro por esta labor, por lo que merecíamos un trato más justo y respetuoso. ¿Dónde queda el mandato legal que exige a las administraciones dar una respuesta justificada a las alegaciones presentadas durante los procesos de exposición pública? No estamos hablando de asuntos baladíes. Se trata de la conservación de todo aquello que no podemos reemplazar con dinero y materiales perecederos. Hablamos de nuestro mar y nuestras montañas, de nuestros arroyos y nuestros árboles, de la huella de nuestros antepasados y la herencia de nuestros predecesores. Hablamos del espíritu durmiente de un lugar agraciado por la Madre Tierra que espera pacientemente, como el mismo Atlante, ser despertado por hijos amantes dignos de su bondad y belleza. En el Monte Hacho, en los arroyos de Ceuta que se quieren cementar, en las zonas boscosas que se quieren arrasar, en los edificios que se quieren demoler, en el patrimonio arqueológico que corre peligro de desaparecer y en las aguas marinas que se pretenden contaminar está contenido lo mejor de lo que hemos sido como pueblo y de lo que podría llegar a ser en el futuro. Pasado y futuro se encuentran igualmente amenazados por un presente dominado por una clase política profundamente desleal con este mágico lugar, ignorante de todo lo que ha representado y representa Ceuta, insensibles a su belleza y a las posibilidades de emocionar e inspirar a artistas e intelectuales. ¿Y qué decir de la ciudadanía? No cargaremos las tintas contra ella. En el fondo todos somos víctimas de un sistema que mutila desde pequeño la parte más valiosa de lo que somos: nuestra alma. Nos han convertido en seres insensibles, individualistas y egoístas. ¿Qué buscan todos aquellos que pretenden enriquecerse a costa de nuestros bienes comunes? Algo tan sencillo como alimentar su ego y mostrar a los demás el rostro de un ser degradado que busca en el reconocimiento de los demás, mediante la ostentación de sus riquezas materiales, una manera de cubrir su pobreza interior.
Tercera sorpresa: nuestras alegaciones y las respuestas de los organismos oficiales consultados tampoco han servido para nada. Había que sacar el plan sea como sea. La ciudad, según ellos, está parada, es decir, la maquinaría devoradora de territorio y de patrimonio está hambrienta y necesita nuevos sacrificios que calmen su insaciable apetito de poder, dinero y prestigio. Aunque han reducido algo el bocado que van a darle al Monte Hacho, sus dientes dejarán un marca indeleble en lo más valioso de nuestro paisaje cultural. Habrá que seguir luchando para evitarlo siguiendo el principio de Solón de Atenas de “solos o con el apoyo de todos”. Sí, porque aunque resulte duro decirlo, en la batalla contra la destrucción del patrimonio natural y cultural pocos nos acompañan, a excepción de nuestros amigos de SEO-Ceuta y de algunos ciudadanos que valiéndose del anonimato que ofrecen las redes sociales denuncian el mal estado de nuestros montes y nuestro litoral. Hay muchos que pudiendo hablar no hablan ni actúan. Prefieren seguir acomodados en sus torres de marfil a salvo de los mazazos que dan a diestro y siniestro los ostentadores del poder a todos aquellos que osan cuestionar un poder que algunos, en sus ínfulas patológicas, creen de derecho divino. ¿Serán capaces algún día de bajar del Monte Olimpo y pasear entre los simples mortales?
El entorno de los embalses y las zonas de protección de los arroyos siguen contando como terrenos urbanizables, a pesar de que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ya les ha indicado que en las zonas de servidumbre y policía no se pueden construir por ser áreas inundables. ¿Acaso les importa a nuestras excelsas autoridades la seguridad de las personas que quieren ubicar junto a las presas de los embalses? Si algo ocurriera vendrían las lamentaciones y el escurrir el bulto de las responsabilidades. Miren lo que ha pasado con el depósito ilegal de neumáticos en Seseña. Y sin ir más lejos, ¿No tuvimos en Ceuta hasta hace poco una montaña de basura a punto de derrumbarse sobre el mar?
Y en cuanto al patrimonio cultural, no ha habido cambios sustanciales. Han creado una figura de “desprotección” en la que han metido a la mayoría de los edificios del centro histórico que se pueden derribar sin graves problemas, contando eso sí con el visto bueno de la Comisión del Patrimonio Cultural en la que la sociedad civil no tiene voz ni voto. El listado de los edificios a medio proteger se ha elaborado sin un criterio claro y coherente. La decisión es tomada por unos pocos semidioses a los que los propios dioses rinden culto por el poder que tienen de redactar unos informes en un sentido positivo o negativo. De ellos depende en gran medida la viabilidad de algunas de las más llamativas operaciones urbanísticas. Estos semidioses no suelen poner demasiados problemas, ya que saben los que les esperan si osan desobedecer las órdenes del dios supremo. Su vengativo rayo les derribaría de sus cómodos tronos para descender hasta el oscuro reino de Hades.
Conclusión: Lo que se aprobó hace unos días en el Pleno es un documento cuyo único objetivo es cumplir los formalismos tecnoburocráticos que permitirán seguir depredando nuestro frágil y escaso territorio. Nadie tiene en cuenta el valor simbólico de esta tierra mágica, mítica y sagrada.
La ciudadanía ha sido ignorada y despreciada por esta megamáquina burocrática que se mueve por intereses alejados del bien común. No hay respeto por los ciudadanos, por sus necesidades y aspiraciones vitales. No hay ni una chispa de verdad en todo lo que dicen y hacen. No hay ni un ápice de imaginación ni sensibilidad estética. No hay amor por esta tierra, ni ética política. No hay sabiduría ni altura intelectual entre nuestros gobernantes. No hay capacidad de motivar ni implicar a la ciudadanía en la construcción de una ciudad de todos y para todos. No hay un sentido elevado de la vida ni de su significado. No hay conciencia de la necesidad de reparar todo el daño que hemos provocado a la naturaleza. No hay visión trascedente y profunda de lo que ha sido y lo que es Ceuta. Pero seguiremos luchando, porque esta lucha nos hace dignos hijos de este lugar y responsables de su futuro. Nosotros aspiramos a que nuestros hijos puedan disfrutar de la bondad y belleza de Ceuta. Nosotros deseamos que nuestros hijos sigan luchando por esta tierra y que a ellos se sumen otros niños y jóvenes. Nosotros queremos que se sientan orgullosos de ser ceutíes. Nosotros queremos que defiendan su derecho a una ciudad capaz de ofrecer la oportunidad de gozar de una vida plena, rica y significativa.