El nuevo feminismo continúa ganando cada vez más terreno en Marruecos, basando principalmente su acción en las redes sociales a diferencia de los movimientos feministas tradicionales del país frenados a menudo por sus procedimientos burocráticos.
Iniciativas como la aplicación móvil "Finemchi (¿Dónde voy?)", el proyecto "#ZankaDialna (La calle es nuestra) o el colectivo "#Masaktach (No me callo)" son nuevas expresiones que promueven la apropiación de la mujer del espacio público y denuncian los abusos sexuales, un fenómeno endémico en el país que hasta hace poco se consideraba culturalmente normal.
La mayoría de estas iniciativas nacieron en el contexto de una toma de conciencia social y colectiva en Marruecos contra la aceptación del acoso sexual, marcada además por la sucesión en los últimos años de sonados casos de violencia sexual.
El más conmovedor fue el de Jadiya, la menor que el pasado agosto fue violada, torturada y tatuada por doce hombres durante dos meses en una aldea en el centro de Marruecos; un caso que desató entonces un generalizado rechazo social.
Casos como este y otros constituyeron un punto de inflexión que permitió la emergencia de nuevas expresiones que impulsaron un mensaje de tolerancia cero contra cualquier tipo de violencia de género.
Y así, la movilización online de "#Masaktach" consiguió por ejemplo que la popular emisora "Hit Radio" suspendiese la difusión de las canciones de Saad Lamjarred, uno de los artistas más queridos y aclamados en la escena musical marroquí y árabe, y contra quien pesan dos denuncias de agresión sexual en Francia.
Según los observadores, este "neofeminismo" -que nació también con el trasfondo de la campaña mundial del "#MeToo"- no tiene sede física y se caracteriza por su activismo online y por un discurso directo y sencillo que busca un impacto visual.
Lo cual le contrapone a los movimientos feministas tradicionales, a los que se les reprocha a menudo actuar con demoras relacionadas con los trámites burocráticos, o elaborar extensos informes que los jóvenes no leen.
"Las nuevas expresiones feministas en Marruecos están cargadas de entusiasmo y se caracterizan por una acción inmediata", explicó a Efe Fatima Noug, periodista de la reputada revista femenina "Nisaa al Maghrib" y una especialista en el feminismo marroquí.
Mensajes calan entre las nuevas generaciones
Noug subrayó que las ideas inéditas y visuales de las nuevas iniciativas feministas, así como su mensaje corto y directo, calan más entre las nuevas generaciones bien conectadas a internet.
Según recientes datos de la Agencia Nacional de Reglamentación de Telecomunicaciones (ANRT), 22,6 millones de marroquíes poseen un teléfono inteligente, y el 98 % de internautas marroquíes entre 15 y 24 años participan en las redes sociales.
El carácter inédito, y criticado a veces de imitar el discurso occidental sin tomar en cuenta el contexto cultural marroquí, ha hecho que varias de las iniciativas del nuevo feminismo sean blanco de una anticampaña de tono satírico en las redes sociales.
Un ejemplo de ello fue la iniciativa de repartir 10.000 silbatos promovida por "#Masaktach" para animar a las mujer a silbar ante cualquier acoso o ataque en la calle, que desató una sarta de chistes y caricaturas para criticar la iniciativa.
Para Noug, el hecho mismo de burlarse de la campaña de silbatos tiene un impacto positivo porque ha conseguido por otra parte arrojar luz sobre el fenómeno del acoso sexual y avivar el debate social.
No obstante, la experta marroquí cree que las nuevas expresiones feministas a veces no superan la reacción instantánea y hace falta la experiencia de los movimientos feministas clásicos que disponen de las herramientas necesarias para traducir el activismo en medidas y leyes concretas a favor de la mujer.
El feminismo marroquí apareció en la década de los cuarenta con reivindicaciones de la educación y emancipación de la mujer que fueron apadrinadas entonces por la monarquía.
Más tarde, el feminismo marroquí evolucionó con contribuciones como la de la escritora y socióloga Fatema Mernissi que consiguió anclar el pensamiento feminista en la cultura local, o la creación en la década de los ochenta de las primeras asociaciones feministas que institucionalizaron la militancia feminista.
"Los movimientos feministas tradicionales deben abrirse más al espacio virtual y acercarse mejor a las nuevas generaciones", concluyó Noug.
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