Soy de los que piensan que la libertad es inversamente proporcional a las dimensiones del Estado y su Gobierno. Cuanto más Estado, menos libertad; cuanto más Gobierno, menos libertad. Cuanto más Estado y Gobierno, más impuestos, más deuda, más leyes, menos productividad y menos libertad. Además, es evidente que cuanto más grandes son los Estados y Gobiernos, menos fuertes son, pues dan pie a cuestionar sus innumerables acciones y decisiones, al fin y al cabo todas arbitrarias.
El “Estado Paternalista” es una variante muy utilizada del autoritarismo, es más, es un lobo disfrazado con piel de cordero que consigue introducirse en nuestra democracia. Estos estados, auspiciados fundamentalmente por gobiernos progresistas –léase socialistas -, toman decisiones inapelables, limitando cada vez más la libertad individual de los ciudadanos, y lo hacen apelando a elementos sentimentales y beneplácitos graciables. Por ejemplo, nos obligan a ir a 110 Km/h apelando a nuestra seguridad vial y al ahorro, no permiten a los fumadores ni siquiera fumar en sitios ya habilitados para ellos o controlan la cantidad de sal en productos alimenticios, invocando a nuestra salud, entre otros . Eso sí, pueden dar una medida de gracia como la devolución de los 400? en IRPF aunque viniese la que al final vino… y se quedó.
En definitiva, los gobiernos de izquierda se arrogan, a través del Estado, cada vez más responsabilidades, enajenando a los ciudadanos de sus derechos y responsabilidades. Cada vez toman más decisiones por nosotros, desde la claramente despótica campaña del “no podemos conducir por ti” –no sé quién le dijo al director de la DGT que quería que condujesen por mí - , a lo último que obliga a un funcionario a tomar la decisión del orden de los apellidos, cuando ni siquiera los padres se ponen de acuerdo en ello. Pobre funcionario, una tarea inútil más que le encomiendan, después de haberle bajado el sueldo, y encima con un plus de peligrosidad a causa del enervado y peligroso “progenitor A o B” perjudicado.
La izquierda huye de la responsabilidad, de la tradición judeo-cristiana. Tradición que sí acepta y declara el Partido Popular en el artículo 2º de sus estatutos, donde se declara inspirado en el humanismo cristiano. Es decir, la izquierda huye de entender que el ciudadano vive en sociedad, pero que ha de valerse por si solo. El Estado debe limitarse a garantizar igualdad en oportunidades al individuo, no a compensarle por sus inacciones o irresponsabilidades. Para el Partido Popular, y para cualquier otro amante de la libertad, no debe existir “papá estado”, porque este paternalismo va en contra de las libertades de los que saben valerse, de los verdaderos sostenedores del “estado de bienestar”.
Ningún gobierno debería sacar pecho por destinar grandes recursos a servicios sociales. Eso indica, primero una clara y preocupante inconsciencia sobre su situación de gestor del erario público y no de propietario de los recursos y, segundo, indicaría que su política es un fracaso social, que todo lo demás lo hace mal, puesto que no es capaz de dirigir a la sociedad para que sea próspera y valedera por si misma.