No estoy interesado en este momento en ningún indicador estadístico o financiero respecto a la situación de la sanidad ceutí. Tampoco en cifras de enfermos atendidos en el servicio de urgencias, o de parturientas procedentes de Marruecos que dieron a luz en nuestro hospital. Por tanto, no voy a entrar en la artificial polémica respecto al déficit presupuestario del Ingesa en Ceuta. Ni siquiera en los nombramientos que aún quedan por hacer. Sí me interesa la sanidad a pie de calle. La que se le presta al ciudadano.
Como muchas personas de mi edad, necesito medicación para la tensión arterial. Si llevase una dieta más adecuada, hiciera más deporte, o tuviese una profesión menos sedentaria, posiblemente no lo necesitaría. Pero la realidad es ésta. Casi todos los meses he de acudir a mi médico de cabecera para que me recete las pastillas de la tensión. En Pamplona, en donde estuve destinado un par de años hace ya ocho, esta operación la realizaba la propia enfermera, o incluso el auxiliar. En Andalucía han puesto en marcha la denominada receta electrónica, que para tratamientos largos se prescribe por periodos extensos y el enfermo sólo tiene que acudir a la farmacia cuando se le acaba la caja. Salvo cada cierto tiempo, en que el facultativo debe ver al paciente para controlar su situación, el resto de visitas sólo sirven para colapsar el sistema. De esta forma, el médico podría dedicarse a atender a los enfermos de verdad y a practicar su profesión. Los médicos reciben formación para curar y tratar enfermedades, no para ejercer de administrativos prescribiendo medicamentos. Esto es un auténtico despilfarro económico.
En economía de la salud se estudia que hay bienes preferentes de provisión pública, como la sanidad, con los que no funcionan las reglas del mercado. Es decir, no es el juego de la oferta y la demanda la que fija el precio. Al tratarse de un servicio gratuito (lo que no significa que no tenga un coste), la regulación de su acceso se hace a través de las “colas”. En países que llevan hasta el extremo las reglas del mercado, como en los Estados Unidos de América, el que no tiene dinero para costearse un seguro, cuando enferma no puede acudir a la sanidad pública, ni a la privada. O se cura por sus propios medios, o se muere. Es la triste realidad. La ley de la selva en pleno siglo XXI. La selección natural que han practicado las especies desde hace millones de años. Sin embargo, en los países con sanidad gratuita, como España, al no poderse imponer un precio por el servicio, la demanda se hace infinita. La única forma de controlarla, frente a la limitada oferta, es a través de las “colas”. Muchos, con la excusa de la crisis económica, están reclamando el copago. No es más que un velado intento de privatizar la sanidad. De ponerle precio. De esta forma, piensan, la demanda se controlará a través del precio, y la oferta se racionalizará. Pero hay otras formas de racionalizar la sanidad. Incluso con colas.
Antes de las vacaciones de Navidad tuve necesidad de medicación. También mi médico quería hacerme una analítica de control. La operación no fue fácil. Una hora en la cola de espera para pedir número para el médico (¡sacar número para pedir número!). Cuando, por fin fui atendido por el facultativo, me dio las recetas y me prescribió una analítica completa. Otra hora en la cola para pedir cita para dicha analítica. Esto, hace un tiempo, no era así. Simplemente te llegabas al mostrador de entrada, te anotaban en una lista y al día siguiente, de 8 a 9 de la mañana guardabas la cola hasta que te tocaba. Pasadas las Navidades decidí volver al médico para que me diera los resultados y el diagnóstico. El primer día fue imposible sacar número para entrar en lista de espera. Cuando la máquina me dio el turno, aparecía en el lugar 200, frente al 49 por el que iba. Desistí. Tenía bastante trabajo. Volví al día siguiente, saqué el número y me fui a realizar algunas gestiones, al objeto de no perder tiempo sin hacer nada. Cuando volví, la cola sólo había avanzado 20 números. Aún me quedaban otros 20 por delante. Opté por volver al siguiente día. Hice la misma operación. En esta ocasión aproveché para andar mientras que corría el turno. Cuando volví, tampoco había avanzado mucho. Tuve que esperar otra media hora más para poder obtener la cita del médico dos días después.
Claro, cuando hablas con algunas personas te dicen que el problema se solucionaría privatizando la sanidad. Pero esto es falso. El tema de sacar número para ir a consulta en casi todas las comunidades se puede hacer informáticamente. En Ceuta no se hace así. Pero tampoco se refuerza con contrataciones el personal administrativo, o se ponen en práctica ideas innovadoras, como las de la receta electrónica. Es decir, que el sistema público tiene ya resueltos estos problemas burocráticos aplicando el sentido común y las nuevas tecnologías. Pero en Ceuta, los directivos que se ponen en el Ingesa, aparte de dedicarse durante su gestión a colocar a sus amigos y familiares, y a machacar a los que no son de su “cuerda”, no hacen grandes cosas.
Si por un momento se hicieran unos números y se evaluara económicamente el perjuicio que se ocasiona al sistema económico con las horas que muchos de los usuarios tenemos que perder, simplemente para sacar número y entrar en lista de espera, quizás alguien con un mínimo sentido común se daría cuenta que contratar a uno o dos administrativos más, o adquirir y poner en marcha algún sistema informático de gestión de colas, no sería tan caro para el presupuesto público, pues el mismo se rentabilizaría con el producto que se generaría con esas horas de trabajo perdidas de forma miserable.
Pero de unos gestores a los que hubo que obligar mediante una plataforma ciudadana para que decidieran construir un hospital público digno en Ceuta, y ahora obligarles a regularizar el pago de los salarios de los trabajadores de las ambulancias mediante una sentencia judicial que recuerda que el Ingesa es responsable solidario del pago de salarios junto con la empresa adjudicataria del servicio, ¡qué se puede esperar!. Sí, que ahora vuelvan a constituir una sección sindical para criminalizar a los nuevos gestores y decirles lo mal que lo hacen. Y mientras tanto, los ciudadanos sufriendo colas interminables, sin necesidad, y perdiendo el tiempo de forma miserable. Señor Delegado del Gobierno. Esta es la situación de nuestra sanidad. No la que dan las estadísticas oficiales. Salud y suerte para abordar este grave problema.
Señor Delegado del Gobierno. Esta es la situación de nuestra sanidad. No la que dan las estadísticas oficiales. Salud y suerte para abordar este grave problema.