La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Esta es una de las frases preferidas de esos marxistas a la violeta que no leyeron a Marx (ni a Hegel del que parte la idea). Lo cierto es que esa tesis de la repetición de la historia nunca me sedujo suficientemente hasta estos tiempos oscuros en los que hemos visto a las elites separatistas catalanas repetir, no la tragedia, sino la farsa patética.
Dencás fue el líder de ERC y consejero de gobernación de la Generalidad en los tiempos del golpe de estado contra la Republica que protagonizaron los separatistas en 1934. Sus actos, con increíble similitud, se han repetido en boca y cuerpo de otros actores presentes igual de alucinados y alejados de la realidad que los pretéritos.
Ver a la podemita Angeles Martínez quitar las banderas españolas de los escaños del parlamento catalán es recordar a Dencás rasgando con una cuchilla de afeitar los escudos de la República de los escaños de la Esquerra. Escuchar a Rufian, diputado de Esquerra, amenazar al presidente del gobierno es recordar al parafascista Dencas amenazando con aplastar a los castellanos. Ver a los exaltados de las milicias de las CUP amenazando a los “españolistas” y brincando sobre los vehículos de la Guardia Civil es volver a ver a los escamots, la milicia parafascistas de la Esquerra dirigida por Dencás, imponiendo su matonismo en las calles de Barcelona para desgracia de los anarquistas. Enterarnos de que Trapero había solicitado una gran cantidad de armas de combate para sus mozos de escuadra es volver a ver a Dencás intentando la compra de 20.000 fusiles y millones de cartuchos a una empresa suiza. Ver a algunos líderes de ERC llorar ante el encarcelamiento de los suyos es volver a observar a un Dencás descompuesto que con los primeros disparos corrió a Radio Cataluña a gritar “Viva España”. Pero sobre todo, ver a Puigdemont huir es volver a ver a Dencás escapando literalmente “enmierdado” por las alcantarillas de Barcelona camino de la Italia de Mussolini al que tanto admiraba. Dencás llegaría a justificar su cobardía de la siguiente forma: “No hay razón que obligue ni justifique a los jefes responsables de un movimiento revolucionario fracasado a entregarse voluntariamente al enemigo. Esto es tan evidente, y los ejemplos de aquí y de todo el mundo son tan generales, que considero inútil toda justificación”.
Todo en el separatismo catalán es un sainete de un montón de garibaldis de salón desnortados, una astracanada que diría Muñoz Seca. Todo menos el adoctrinamiento a los niños y el acoso a los castellanoparlantes y la tragedia que para estos supone vivir en un territorio hostil donde la lengua se ha convertido en el referente de diferenciación identitaria que etiqueta a los buenos catalanes del resto, de los botiflers.
Pero no es solo el separatismo catalán el que nos mantiene en un prolongado deja vu, otros anclados en un pasado, del que no debieron salir, se empeñan en repetir errores. El partido Podemos, tras el golpe de estado de los separatistas ofrecerá en su programa para las elecciones del 21-D, la “amnistía” de los acusados por la intentona de igual modo que el Frente Popular en las elecciones del 36 llevaba en su programa la amnistía de los presos que habían participado en el golpe de estado del 34 contra la Republica.
Al final voy a tener que admitir que Marx tenía razón.