El Dulce Nombre de Jesús de pie por las calles de mi Ceuta

Septiembre se está acabando. Todo el bullicio de la alegría estival va alejándose lentamente. Las aguas del Chorrillo pronto serán un recuerdo de pies descalzos y juegos, de un verano que se va,  de un otoño que se aproxima. La brisa marinera, de aquí a nada, se hará menos acariciante, dibujando por la piel retazos de escalofrío en las atardecidas africanas. Hay una sensación de tiempo que transcurre, tiempo irrecuperable, tiempo vencido y pasado.
Se nota en el ambiente que los últimos veinticinco años no han pasado en vano, por lo menos para las personas que conforman la Hermandad de la Sagrada Entrada en Jerusalen.
Vengo de nuevo a mi Ceuta septembrina y cariñosa desde que la dejara tras acompañar a Nuestra Madre en su discurrir por las calles aquel 5 de agosto. Vengo a Ceuta con un fervor cofrade en mi alma, con una añoranza, con el sueño y el recuerdo de un Cristo Humilde que poderosamente cabalga sobre su suave montura de pelaje gris. Vengo a Ceuta con la alegría del caballa emocionado, que se multiplica en infinitud si, como en este caso, recala en una nave que lleva el nombre más Dulce que puede tener un Padre.
Fue allá por septiembre también, pero del pasado año, cuando se me invitó a pregonar a mi hermandad, rápida y fugazmente con la voz de Eusebio llegó la nostalgia de una tarde de marzo o abril de luz inigualable. Por sus palabras supe que Ceuta volvía a abrirme sus puertas y a poner una escala en el puerto para que pasara con mi mente y mi alma henchida de amor a Ellos y poder encontrarme con mi Dulce y con mi Palma.
No lo dudé, basta que sea la Pollinica, dije, para que me ponga en este mismo momento manos a la obra.
Ayer a penas desembarcaba fui a ver a mis padres, merienda ligera, nos cambiamos y a subir esa cuesta que nos lleva al cielo, trasladamos al Señor con la alegría del deber cumplido y la satisfacción de estar de nuevo con Ellos...

Basta que la Pollinica
congregue hoy a los hombres
basta decir Pollinica
es suficiente ese nombre
no hay distancias, ni fronteras
ni imposibles, ni reproches
cuando es la Pollinica
quien alaba al Dulce Nombre.

Abrid el corazón porque está la tarde africana ofrendando su luz al Señor con los mejores y más delicados soles de septiembre. Escuchad la palabra salada y marinera en su expresión, que galopa por las filas del romance, como Él bajando Manzanera, hecha  clamor de azul avemaría hacia la vera de mi Palma. A ti te exhorto, Ceuta señorial de los más bellos sueños, donde cantan ya a la sombra del jardín de la Argentina los recuerdos infantiles de un Domingo de palmas y olivos. Porque habrás de saber que esta tarde entre los aires señoriales de la Catedral, en el arrullador verdor de la Plaza de África, en ese azulejo de la calle Larga, en la fronda tintada de esperanza  del Revellín y cerca de la casa del Señor de Ceuta todo nos hablará de la Pollinica, porque Nuestro Dulce Nombre de Jesús recorrerá Triunfalmente su esquinas paseando al más puro estilo sacramental como su hermandad nombra en su título al primero de sus titulares, como lo hiciera el día de su bendición, como permaneció en su altar del Santuario de Santa María de África, como lo hizo en el altar del Sagrario catedralicio y como caminó hacia su definitiva casa en Manzanera, es decir caminando solo, sin la compañía de su amigos hebreos, los buenos de Israel y Sara, sin la compañía del joven discípulo amado, San Juan Evangelista, sin la sombra de su frondosa palmera, sin su paso de misterio habitual y sin su borriquilla Triburcia, por lo tanto paseará por las calles de su tierra andando sobre sus pies, en una bipedestación que recuerda Sagrada Cena, ayudado por sus hijos, sus buenos hermanos costaleros.
En esta ocasión cuando llegue el viernes de anochecida a la Catedral, bajará de su montura y alegremente nos ira uno a uno abrazándonos en señal de agradecimiento por todos los años compartidos, se retirará hacia la sacristía, y allí en la intimidad de los suyos, se cambiará de túnica con la ayuda de su vestidor, mi amigo Jesús, y su prioste, mi amigo Antonio que primorosamente se la ceñirá con su cíngulo dorado y lo tocará con un mantolín rojo sacramental que le hará lucir como Cristo triunfante, Señor de todo lo creado, alfa y omega, principio y fin de todo lo visible e invisible. Posteriormente subirá al paso cedido por Nuestro Padre Jesús Nazareno y será adornado con claveles y rosas rojas, para ser alumbrado por las farolas de tulipas de la carreta de la Virgen del Rocío.
Se paseará esta tarde por las calles de Ceuta, deambulará porque ya no necesita de una montura como rey que entra en su ciudad triunfalmente, ya lo hizo el pasado mes de marzo, ahora necesita sólo el cariño de sus hijos, necesita su apoyo, necesita que sigan sus enseñanzas y sean peregrinos en la tierra, que anden junto a El los caminos, como un peregrino hace el camino de Santiago, como un rociero hace el camino del Rocío, como peregrinamos por los caminos de la vida siempre de la mano de nuestro querido Padre.
El Espíritu de la Trinidad perfecta, se recreará en su Hijo hecho Cristo, para recordarnos el milagro de la fe y el destino de los cristianos. Dios sabe echar las redes y ser Pescador, sabe mirarse en los tiempos de su creación y como llamar a los hombres con el paso de los siglos. El quiere buscar en la calle la mirada de sus hijos. Y encuentra la fe que late cada vez más fuerte , de un sentir cofrade que se está haciendo el dueño y señor de cada rincón y de cada piedra de sus murallas, El con su caminar victorioso nos renovará las ilusiones, nos confortará la espera de una nueva cuaresma…
Nuestro Dulce Nombre de Jesús será Manantial de Vida con el que su hermandad inundará las calles de Ceuta. Un manantial que en esta tarde sabatina irá chorreando a borbotones de la mano bendecidora de Nuestro Cristo, un manantial que se desbordará en Madre de Dios de la Palma, Dueña y Señora de nuestros corazones. La túnica blanca de Nuestro Señor hilvana sus hilos y en vuelo desde Manzanera se posará en las costuras de la Santa Iglesia Catedral, será Nazareno blanco de pureza, Redención y Eternidad, que irá derramando Esperanza y Salvación por los poros de su túnica.
Son bienaventurados los pollinicos, porque Dios vive en Manzanera  y les regala además su Gracia Divina abrasando sus entrañas con un amor desorbitado, quizás no se dan cuenta, pero es así. Los ha vuelto loco de pasión, vuestra devoción, vuestra entrega, el arte que os chorrea por los poros de la piel, vuestro amor infinito, tiene una razón de ser, y son ellos Nuestro Padre Jesús del Dulce Nombre y su Madre de Dios de la Palma.
Ella no acompañará a su Hijo esta tarde, como buena madre se quedará velando en casa por los suyos, pidiendo al Padre para que todo salga bien, Ella, la Gloria de Dios hecha hermosura. Qué razón tenía aquel que dijo que nuestra hermandad es la piedra y el basamento donde se forjan los cofrades, escuela donde aprender a rezar y a vivir en hermandad.

No tengas pena mi Palma
Por quedarte sin salir
Que tu Hijo te traerá
Mil regalos para Ti.
El recogerá azahar
Al pasar por Revellín
Y unas rosas cortará
Cuando llegue a algún jardín
Y con ellas formará
Varios ramos para Ti
Y a tus pies te las pondrá
Cuando vuelva junto a Ti.

Os invito junto con mi hermandad a acompañar al Señor en su paseo triunfal por las calles de Ceuta, la espera de un año tocó a su fin, y ya se abrieron de par en par las puertas de nuestro particular Domingo de Ramos septembrino. Ceuta se hará Jerusalén y según avance extenderán sus penas y alegrías a modo de mantos en el camino para hacer de alfombra a su paso. Y se acercarán a El y lo alabarán a grandes voces por todo lo bueno que nos ha hecho y nos ha dado, diciendo: Bendito el que viene en el nombre del Señor...

Ya viene Cristo triunfante
por su pueblo rodeado
hoy no se ondean palmas
ni olivo recién cortado
hoy parece una carreta
ese trono plateado
de Jesús el Nazareno
que al Señor se lo ha prestado
y la Virgen del Rocío
también quiso adornarlo
y le dejó sus farolas
para poder alumbrarlo
por eso mi Dulce sale
esta tarde a nuestras calles
rodeado del amor
que su pueblo sabe darle
y bajó de su montura
y camina por el monte
rodeado de claveles
aclamado por los hombres.