El doctor Abdelkrim vuelve a su casa

La plaza del Hospital Universitario acoge ya la estatua de Abdelkrim. El querido doctor ya está en su segunda casa -o acaso, quizá, nunca se fue de ella-.

La tenacidad de su amigo y familiar Abdelkader Hamed Larbi por remover cielo, tierra y conciencias para que se hiciera una estatua que inmortalizara la figura de una persona tan querida se vio ayer reflejada con la tan esperada inauguración de la obra de Antonio Romero, que se ha basado en una de las caricaturas de Vicente Álvarez.
Abdelkrim, tal y como era. Con su bata abriéndose de lado a lado cuando corría por los pasillos del Hospital, con su fonendo al cuello, con sus vivos ojos y su afán por sanar a quien viniera enfermo. Difícil era resumir todo esto en una estatua, pero lo ha conseguido el escultor Antonio Romero que ayer participó junto a la familia de Abdelkrim del sentido homenaje realizado a las puertas del Hospital.
Autoridades, familiares de Abdelkrim, enfermeros, médicos, trabajadores, asociaciones, entidades religiosas y mucha gente anónima se acercó, pasadas las ocho de la noche, hasta el clínico para dar calor a un momento cargado de emoción. También estaba Liazid, llegado expresamente para asistir al acto. Si la plaza estaba llena de gente, también los alrededores. Porque fueron muchos los que se acercaron para ver la estatua y porque fueron también muchos los trabajadores del Hospital que se asomaban por las ventanas, emocionados, para ver la estatua de su compañero. Sus aplausos y sus expresiones emotivas también se escucharon, también se sintieron.
Hubo muchos detalles preciosos. Las de esas personas que, móvil en mano, querían sacar una foto a la estatua y guardarla así por siempre. La de niños, ancianos, madres emocionados porque guardaban una historia que les vinculaba al que siempre será su doctor. Uno de sus hijos, Omar, leyó un texto en representación de la familia. Emocionado, festejó el lugar donde se ha ubicado la estatua de su padre. “Es el idóneo”, dijo, porque allí pasaba buena parte de su vida, dedicándose a “sanar y ayudar a los demás” que lo buscaban tanto dentro como fuera del Hospital. Su carácter “humanitario” y “profesional” fueron acentuados por Omar, ante la emocionada mirada de Dina, la viuda del médico. Omar recordó cómo su padre quería a su familia y a sus pacientes y se mostró emocionado por el apoyo del pueblo ceutí. Y es que la estatua se ha podido financiar con fondos aportados por entidades y ciudadanos anónimos mientras que el resto lo entregó la Ciudad Autónoma tras un acuerdo plenario a propuesta de Caballas. Ha sido emocionante la cantidad de personas que han aportado lo que han podido para hacer posible este sueño.
El delegado del Gobierno, Francisco Antonio González, valoró el trabajo del escultor por saber plasmar a quien era realmente Abdelkrim. Recordó la vocación del doctor y su lucha por sacar una carrera, algo que le confesaría la diputada del PP y profesora de la UGR, Blanca Fernández, en su día, al manifestarle en un encuentro político que todavía recordaba a su alumno Abdelkrim, el de “mayor perseverancia e insistencia” que jamás había conocido, el que más tiempo dedicaba a su formación, el que tantas horas echó para sacarse una carrera sin tener recursos para ello. González lanzó un mensaje dirigido a la sociedad: que Abdelkrim sea “su figura”, su “imagen, su ejemplo y reflejo”. Tuvo recuerdos para otros médicos como Prat, Carretero o Ascaso que, de alguna manera, también se ven reflejados.
El presidente Juan Vivas valoró las virtudes y el ejemplo que dio como médico, haciendo hincapié en que son muchos los ceutíes que guardan alguna anécdota con Abdelkrim, persona que ya está “en el cuadro de honor de los ceutíes”. La “concordia y la fraternidad” son marcas de su vida. “No era un médico cualquiera, era para la gente y por la gente. Lo principal era el enfermo, lo demás resultaba accesorio”.
El acto se cerró con una emotiva canción de Francisco Aguilera, ‘Pacorro’, que echó mano de unas letras muy acertadas que fueron felicitadas por los presentes con emotivos gestos.