La reciente polémica generada a partir del caso de fraude de Volkswagen ha puesto de manifiesto la necesidad de una mejor regulación de las emisiones de gases contaminantes dentro de las ciudades. Según la OMS, Organización Mundial de la Salud, la contaminación es el principal problema ambiental en todo el mundo y tiene un efecto importante en la salud de la población. En un informe realizado por esta organización en el año 2015 se estima que “la contaminación de las ciudades es responsable de la muerte prematura de más de 7 millones de personas al año”.
En Ceuta, además de un uso excesivo de los vehículos particulares, se añade la creación de energía a base de combustión de hidrocarburos junto al núcleo poblacional lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiorespiratorias, entre las que se encuentra el temido cáncer de pulmón, en un territorio con una superficie muy limitada y una densidad poblacional alta con una gran demanda energética. Así la “Perla del Mediterráneo” tiene un grave dilema entre producción energética y salud medioambiental.
Es cierto que los costes de la política verde constituirán una carga adicional para la industria y que se necesitará tiempo, pero hay que describir nuestra desalentadora realidad y dar solución real al problema medioambiental desde diferentes perspectivas. Así lo hizo en 1990 Björn Stigson, director de una compañía sueca de ingeniería, en una conferencia de desarrollo sostenible donde afirmó: “Tratamos a la naturaleza como tratábamos a los trabajadores hace un siglo. En aquel entonces no incluíamos los costes de la seguridad social y del seguro de enfermedad en nuestros cálculos, y hoy tampoco tenemos en cuenta la salud y la seguridad de la naturaleza.”
Nuestra sociedad debe crear consciencia del bien común y exigir la transición energética real disminuyendo el uso de energías contaminantes, complementando el uso cada vez mayor de energías limpias como la solar, la eólica o la undeomotriz, mejora y uso del transporte público, a través de la construcción de políticas que sustenten la economía en una ecología sostenible, el llamado “voto verde” en un mundo con recursos finitos, a la par que debe reducir el consumo energético para que el proceso sea menos prolongado en el tiempo, teniendo en cuenta, principalmente, que existe un “plan B”, pero no tenemos un “planeta b".