Categorías: Sociedad

El diario de los más fuertes

Así viven los subsaharianos en Tetuán, a pocos kilómetros de lo que llaman el ‘paraíso’ y esquivando la presión policial

Siete de la mañana. Un grupo de nigerianos se despierta tras pasar una fría noche en el cementerio de Tetuán –un lugar respetado por las fuerzas del orden marroquíes–, guarda sus mantas en un lugar discreto y seguro, y se dirige a la puerta principal del camposanto. En la fuente que se ubica en este acceso se limpian los dientes y se lavan la cara. Seguidamente se desplazan unos 100 metros hasta la cafetería más cercana a desayunar. “Les gusta mucho el té y suelen pedir también algo de pan”, comenta uno de los vendedores que se sitúa junto a este café que se encuentra cerca del cementerio tetuaní.
Una vez que han metido algo en el estómago se dividen para pedir en distintos lugares de esta ciudad marroquí. Eligen zonas por donde pasa bastante gente pero, eso sí, por donde no suele ir la policía. Así, acuden al rastro, al zoco o a la propia Medina. Allí pueden conseguir suficiente dinero para sobrevivir una jornada, dependiendo del día. “Ellos prefieren los sábados porque viene mucha gente a comprar, entre ellas numerosos ceutíes, que se supone que vienen con dinero para gastar”, comenta un vendedor. También aprovechan los viernes a la salida del rezo o cuando los tetuaníes acuden al cementerio a visitar a sus seres queridos, cuando suelen ser mas solidarios. Con suerte, los inmigrantes son invitados en las cafeterías cercanas al rastro, calmando así el reloj biológico que no se guía por los horarios establecidos de quienes siempre tienen algo para llevarse a la boca. Quien tenga un buen día incluso podrá comer en un bar. Por ejemplo, en uno que toma el nombre de una capital española, quizá un rayo de esperanza para ellos. En algunos, por unos 15 dirhams pueden tomar un guiso de judías y una ración de pan.
En un bar situado en un callejón de Tetuán, un camerunés almuerza ocultando su rostro. Con un gorro de lana y la solapa del chubasquero levantada tapando el cuello ingiere rápidamente el guiso y abandona el lugar sin mediar palabra con los demás comensales. “Tienen cuatro ojos. Temen que los coja la policía porque los envía a la frontera con Argelia y eso para quienes quieren llegar a España es una faena”, comenta uno de los comensales.
En otro callejón alejado del núcleo de Tetuán hay otros cinco subsaharianos. Se encuentran junto a una obra, lugar donde también aprovechan para dormir, sobre todo en las abandonadas, al igual que en las casas en ruina. Cuando todos han comido llega el momento de hablar, quizá de la estrategia para poder cruzar la frontera, quizá de cosas menos importantes pero muy recurrentes como el fútbol o simplemente cómo les ha ido la mañana.
Tras descansar un rato vuelven a situarse en lugares estratégicos donde puedan obtener algo de dinero pero donde también puedan escapar sin problemas si divisan a la policía. “Eso es lo único que tememos. La gente de Tetuán suele portarse bien con nosotros pero la policía, como nos vea, nos detiene y nos manda a Argelia, como les ha pasado a muchos amigos míos”, comenta uno de los subsaharianos con los que ha hablado este medio.  Por la tarde esperan tener suerte pidiendo ya que de ello depende el desayuno que por la mañana les hace entrar en calor después de pasar la noche a la intemperie. Piden como última opción, ya que aseguran que les encantaría encontrar un trabajo aunque no esté bien remunerado, lo justo para poder cubrir sus necesidades. “Aquí no nos quieren contratar. Si eres moreno te dicen que te vayas porque no quieren problemas con la policía”, explica.  No obstante, encontrar un trabajo no les haría quedarse en Marruecos. Ellos lo tienen claro, su objetivo no es otro que Europa. “El otro día vi por Internet que han llegado a Ceuta muchos compañeros –como les llama a quienes tienen el mismo objetivo y han pasado las mismas penurias para lograrlo-. A ver si algún día tengo la suerte de conseguirlo yo también”, afirma mientras reconoce que en una ocasión intentó cruzar a Ceuta pero fue detenido en la propia playa marroquí intentando subir a una balsa de plástico con otros cinco subsaharianos. “Me llevaron directamente a Uxda –frontera de Marruecos con Argelia– y tuve que comenzar de nuevo este tramo del viaje”, recuerda con voz tenue.
Durante estos días la presión policial en el norte de Marruecos ha sido intensa. Primero por las elecciones en el Reino, después con la visita del rey, Mohamed VI. “Estaba todo Tetuán lleno de policías, han detenido a muchos amigos y ya no sabemos nada de ellos. Supongo que estarán en Argelia”, afirma otro inmigrante. Pero ante tantas vicisitudes hay quienes piensan en tirar la toalla aun estando a un paso de llegar a su objetivo, si a cruzar a Ceuta se le puede llamar así. “Yo estoy cansado ya de estar aquí, de tener que estar huyendo de la policía y de estar intranquilo. Estoy pensando en volver a Camerún”, reconoce un subsahariano con rostro de tristeza.
Cae el sol y los inmigrantes se vuelven a reunir. Cada uno aparece con algo de comida que han conseguido porque algún tetuaní se la ha dado o porque la ha comprado con el dinero que han logrado pidiendo, otros incluso haciendo favores a ciudadanos marroquíes como subirles los mandados a casa o cuidarles el vehículo, algo que pocos lugareños hacen por miedo a la policía. Así, recogen sus mantas del lugar en el que las guardaron por la mañana y se dirigen al punto del cementerio donde pasan la noche. Encienden fuego y preparan algo de comer para aguantar hasta el día siguiente. Así pasan los días para los más fuertes, para quienes han conseguido librarse de la presión policial y permanecer a las puertas de su ‘paraíso’. Otros ya han conseguido entrar en él y los que han tenido peor suerte han retrocedido muchos kilómetros atrás a Argelia, continuando en el infierno.

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