Hoy es el día en contra de la violencia de género. Somos así, en nuestro intento por parcelar todo terminamos hasta recortando los tipos de violencia. Es algo que nunca he entendido pero parece que funciona y gusta. De esta manera se sigue alimentando el juego hipócrita de quedar bien con todos. Tenemos día para acordarnos de que no hay que joderle la vida a una mujer. También tenemos día para recordar que a un niño hay que hacerle feliz. Tenemos jornada para protestar contra la explotación. Y días para concentrarnos contra todo tipo de violencia parcelada. Comunicados, estadísticas e intervenciones alimentan las jornadas equis y dan pie a que el calendario sirva para lo que hemos pretendido. Hasta aquí hemos llegado .
Tener un día ‘D’ ayuda a calmar nuestras conciencias, aplicando unos reduccionismos que van en contra de lo que defendemos. Fíjense que curioso resulta ver cómo hay personas capaces de protestar contra la violencia de género de forma específica mientras con sus discursos o acciones están alimentando otro tipo de violencia. En esa forma que hemos elegido de separar todo en la vida, se puede permitir que se te ponga delante del micrófono una persona soltándote el discurso de turno en favor de la mujer mientras, luego, está alimentando, con sus actuaciones, otro tipo de violencia mayor contra un colectivo más amplio. Me explico. Estamos viviendo uno de los momentos más tensos en el ámbito social. No me cansaré de escribirlo porque es así. La degradación económica y la moral se están dando la mano de una forma macabra hasta el punto de reventar la sociedad viva que deberíamos estar disfrutando. La clase política, con sus decisiones, es causante de ese choque, alimenta esa fractura, ese desasosiego que da pie a enfrentamientos dialécticos que pueden desembocar en una violencia social. Y es esa misma clase política la que se pone detrás de una pancarta para solidarizarse contra la violencia que de manera específica le conviene en ese momento. ¿No hay mayor locura, no hay mayor confusión? Miren a sus hijos y piensen si éste es el mundo que le quieren dejar. A mí particularmente me da miedo. Se ha perdido el respeto y los valores y se ha alimentado otras prácticas, otros estilos de vida, otra violencia nutrida de políticos incompetentes que hoy, sí, darán la cara porque es el día ‘D’.