El cierre de los centros de salud a las 17.00 horas, con el consiguiente punto y final a la atención sanitaria que se estaba dispensando hasta la fecha en un horario más amplio, ha terminado por convertirse en todo un culebrón.
La falta de claridad mostrada por Ingesa hace que aún desconozcamos las auténticas razones que han motivado esta decisión que supuestamente contaba con el visto bueno de todos los sindicatos.
Ayer mismo, todos negaron que fuera así, dejando a la Dirección por mentirosa, toda vez que, aseguran, no han defendido esa postura. Pero hay más, todavía no se han presentado las cifras económicas que avalarían la decisión de prorrogar el cierre actual. El supuesto ahorro unido a la falta de demanda queda como una conclusión que Ingesa nos da como cierta mientras estira el oscurantismo que ha caracterizado su gestión. Si se va a imponer un cierre a base de mentiras, cuando menos deberían hacer público algún tipo de informe documentado que valide las excusas que están dando como válidas. No lo hacen y, para mayor sonrojo, tampoco atienden a las preguntas de la prensa que, como la nuestra, quiere conocer esos datos y quiere ahondar en la auténtica razón que hay detrás de esta postura.
Lo que se ha hecho hasta ahora es jugar con el usuario, que en definitiva es quien se convierte en víctima de una decisión que ya se estaba gestando desde hacía tiempo mientras la clase política negaba que fuera a adoptarse.
El enfermo debe disponer de un abanico amplio de posibilidades para ser atendido, gozando de unos recursos públicos por los que paga y disponiendo de una atención sin mermas. Eso no está pasando ahora, como tampoco se están aportando las suficientes explicaciones como para despejar las dudas de los afectados que, en definitiva, somos todos.
Si Ingesa va a adoptar una decisión de este calado porque sí, debería hacer un alarde de sinceridad, difundir las causas reales de tal decisión y dejarse de ofrecer una retahíla de fundamentaciones que nadie cree y que el tiempo viene a demostrar que carecen de la veracidad que en asuntos serios como la salud debe exigirse.