El cuarto poder

Se ha celebrado la clausura de los actos de conmemoración del 75 aniversario de la fundación de El Faro de Ceuta. En ella se entregaban tres Faros de oro. Yo estaba invitado al acto, como colaborador que soy del periódico. Y gustosamente hubiera acudido de no ser por el trágico accidente que ha acabado con la vida de un buen amigo mío. El doctor Pedro González. Investigador, especialista en medicina preventiva y autor de numerosos estudios. Con el que he compartido ponencias y presentaciones en Congresos del mundo entero. El último, en Denver. También ha venido a Ceuta y me ha asistido como perito médico en importantes juicios, que hemos ganado. Algunos de ellos con trascendentes consecuencias jurídicas para el futuro en la calificación de enfermedades profesionales graves provocadas por agentes peligrosos como el benceno o el amianto. Precisamente un error de prevención ajeno, dejando mal situado un vehículo de señalización en la calzada de una autovía, ha segado la vida de un hombre joven, que tenía ante sí un futuro prometedor. Descanse en paz.
Pero la vida sigue. Y yo quería referirme en esta colaboración al denominado “cuarto poder”. Según se expone en la enciclopedia libre Wikipedia (ahora explicaré por qué utilizo ésta fuente de información), esa frase se atribuye a Edmun Burke, escritor y político irlandés del siglo XVIII, para referirse, casi de forma profética, al poder e influencia que la prensa iba a ejercer en la sociedad, ya antes de la llegada de los modernos medios de comunicación de masas.
Lo cierto es que la prensa constituye un elemento esencial de las democracias modernas. No sólo porque su existencia esté protegida y consagrada en casi todas las constituciones (en la Constitución Española se recoge en el artículo 20). Sobre todo porque contribuye de forma notable a democratizar la sociedad, valga la redundancia. Y esto lo hace, fundamentalmente, poniendo en conocimiento del público informaciones que, de otra forma, pasarían desapercibidas. Esto, aunque a veces moleste a los afectados, es saludable y positivo, pues ayuda a restar impunidad al poderoso y contribuye a que la soberanía resida, de verdad, en el pueblo.
Por ejemplo, gracias a la labor de los periodistas, y pese al bloqueo informativo decretado en el asunto del Sahara por Marruecos, el pasado domingo, 21 de noviembre, conocíamos por las páginas de economía del diario El Mundo, que Mohamed VI es uno de los reyes más ricos del mundo. Y que entre las empresas energéticas de su propiedad figuran algunas con creciente interés en el Sáhara Occidental. Así, el grupo energético Nareva, de la familia real marroquí, ha construido un parque eólico en el sur de El Aaiún, con capacidad de producir 200 megavatios de potencia, que generará también energía para alimentar a la vecina empresa minera Phosboucráa (antigua sociedad española de extracción de fosfatos), filial al 100% de dicha empresa de la familia real. Quizás por aquí podamos encontrar una explicación racional al problema no resuelto del Sahara.
También, el pasado 26 de noviembre se nos informaba en El Economista que las “telecos” habían acordado no acosar a los usuarios con sus llamadas comerciales. Sólo insistirán cada tres meses y acabarán con la “televenta” a deshoras y en festivos. Yo tengo registradas en mi teléfono móvil 30 llamadas del 1004, a razón de tres o cuatro diarias, en menos de 10 días. Y eso a pesar de haber amenazado al operador con llevarle a los tribunales por “acoso telefónico”. Pero ni por esas. El hambre aprieta y los accionistas de las compañías telefónicas lo saben. Como también saben que el Gobierno no va a hacer nada para limitar ese poder de acoso al consumidor. Ya se encargan ellos de situar en puestos clave a políticos dimitidos, de uno y otro lado.
Sin embargo, también la prensa puede hacer daño al ciudadano. Y mucho. Como decía el periodista y consultor de medios Rosental C. Alves, en una entrevista con Joseba Elola publicada en el diario El País el pasado 5 de septiembre: “Los medios deben aparcar su arrogancia”. Y eso lo van a tener que hacer, quieran o no, conforme avanzan las nuevas tecnología. “La información ya no circula en paquetes cerrados, sino en unidades abiertas, en flujos que se distribuyen por la red”, nos recordaba ese mismo periodista. La enciclopedia Wikipedia, los paquetes de software libre, las redes sociales, la WikiLeaks, son claros ejemplos de ello. Aunque también esta libertad de circulación puede ser su gran debilidad. 'Siempre se han utilizado y se podrán utilizar en cualquier sentido y para cualquier propósito', escribía Diego Beas en un artículo titulado 'El nuevo ecosistema de la información' en ese mismo diario, el 5 de agosto pasado. De cualquier forma, la prensa es una pieza esencial en las sociedades modernas. Un claro elemento diferenciador con los regímenes dictatoriales y medievales que aún siguen existiendo. Por eso se le teme y respeta tanto. Y justamente por ello, se le intenta controlar y manipular desde los poderes políticos y económicos. También ocurre en Ceuta.
Desde aquí doy mis más sinceras felicitaciones a los editores y a todo el personal del Diario el Faro, a los que deseo que sigan con su aventura, como mínimo durante otros 75 años más. Sobre todo, si saben mantenerse firmes e independientes frente a los intentos de manipulación y control, que sin duda se estarán produciendo desde las esferas del poder local. Si lo hacen, habrán contribuido a una gran labor social. Y no me refiero a la de la ONCE.