El crimen organizado es difícil de entender por su manera de funcionar ya que en la mayoría de los casos lo único que sale a la luz pública son las expresiones de violencia o las detenciones que se producen al atajarlo. Sin embargo, detrás de todo hay un entramado, un contexto y unas situaciones que si se recopilan y se relacionan pueden llegar a explicar el por qué de la existencia de estas organizaciones criminales.
Para entenderlo bien hay que saber que en ocasiones hay varias actividades delictivas que están muy relacionadas entre sí y que en muchos casos se necesitan para conseguir su objetivo. Crimen organizado, corrupción, terrorismo, narcotráfico... son términos que, en la mayoría de los casos, se interrelacionan.
El investigador y experto en terrorismo y crimen organizado Luis de la Corte Ibáñez, quien ha publicado un nuevo libro con Andrea Giménez-Salinas Framis, explica en una conversación con este medio que corrupción y crimen organizado “es hablar de lo mismo, ya que en el crimen organizado aún al mínimo nivel de gravedad suele haber actividad orientada a corromper”. Con el terrorismo está relacionado en los estados fallidos o frágiles, donde los vínculos entre grupos político-religiosos y otros de crimen organizado cuyo objetivo fundamental es el lucro económico a través del desarrollo de actividades ilícitas se relacionan frecuentemente y con mayor continuidad. “A veces grupos de crimen organizado cometen atentados terroristas porque lo que no hay que olvidar es que aunque el terrorismo suela ir asociado a motivaciones políticas es, en primer lugar, un método, una forma particular de usar la violencia, que consiste básicamente en agredir a grupos de personas para intentar influir e intimidar a audiencias mucho más amplias o intentar coaccionar a un estado”, explica, poniendo como ejemplo el atentado que quitó la vida a los jueces Falcones y Borsellino para acabar con la actividad de persecución en Italia contra Cosa Nostra.
Hace unos días se hizo público el Índice de Percepción de la Corrupción que da a conocer anualmente la ONG Transparencia Internacional. El autor del libro afirma que “cuanto más corrupto es un país, más posibilidad hay de desarrollo de actividad criminal organizada”.
‘Crimen.org’ es la obra de Luis de la Corte Ibáñez y Andrea Giménez-Salinas Framis que intenta explicar todo este entramado. Éste tiene dos partes. En la primera hace un recorrido sobre las principales organizaciones criminales que han existido a lo largo del siglo XX: las italianas, el ‘embrión’ italiano en EEUU, los grupos asiáticos como la tríada china o yakuza japonesa, las latinoamericanas y las maras en centroamérica a partir de los años 70, y el desarrollo del crimen organizado en euroasia después de la caída del orden soviético.
En la segunda parte analiza las diferentes explicaciones científicas que se han dado del crimen organizado, los actores sociales y psicosociales que hacen más probable la emergencia de estos grupos, cómo funcionan, se estructuran o tipo de actividades realizan, qué relaciones tienen con el mundo de la política para corromperlas, la relación con el terrorismo y por qué, a veces, las organizaciones terroristas acaban funcionando como grupos de crimen organizado ya que “la prioridad es el beneficio económico más que la consecución de cualquier objetivo político”, explica.
El libro también analiza el caso de España, diferenciando diversas actividades de negocios o mercados ilícitos: narcotráfico respecto a hachís, heroína, cocaína y anfetaminas; el blanqueo de dinero por parte de extranjeros (líderes de mafias del este o rusas); el tráfico de personas tanto para potenciar la inmigración ilegal en sentido estricto, o ésta con fines de explotación sexual o laboral; y delitos contra la propiedad como robos de cierta magnitud con fuerza o asalto a naves industriales por parte de grupos del este de Europa.
Una de las conclusiones de este libro es que el crimen organizado tiene una “tremenda” capacidad de adaptación ya que surge tanto en países pobres y con problemas de gobernabilidad como en países prósperos que funcionan como democracias estables y cuyas instituciones son, más o menos, eficaces, “lo que ocurre es que desempeñan distintas funciones en cada uno de los contextos, aquellas de la que haya una cierta demanda”.
El nene como “una especie de héroe local”
El caso del Nene ha sido citado en el libro por ser “el más claro exponente de toda una generación de traficantes de igual estilo, jóvenes casi analfabetos que se enriquecieron en pocos años y cuya audacia y ostentación creó serios problemas de seguridad y convivencia a los habitantes de Ceuta, frecuentemente afectada por tiroteos entre bandas rivales, agresiones, robos, intimidaciones, apedreamientos a coches de policía etc..”, recoge una de las páginas de la obra.
De la Corte apunta que este tipo de líderes “eran especialmente llamativos porque eran especialmente fanfarrones y les gustaba llamar la atención y hacer gala de su poder desafiando al orden establecido y funcionar al margen de la ley no sólo para desarrollar sus negocios sino en términos generales”.
En este capítulo, se destaca que el caso del Nene es uno de entre muchos que revelan una de las circunstancias que pueden hacer “más dañino” al crimen organizado de nivel medio. Y es que los líderes y grupos que se dedican a enriquecerse a través de actividades ilícitas, por el contexto en el que operan -determinados barrios o ciudades caracterizados por problemas económicos y desempleo- pueden acabar convirtiéndose en una especie de héroes locales que funcionen como modelos a imitar por miembros de su comunidad, explica De la Corte, quien añade que “de darse este caso, lo que se produce es una garantía de que la actividad va a continuar e incluso se va a potenciar, lo que puede generar situaciones en las que se genera una cultura criminal o de infracción de la ley que se extienda no sólo a grupos sino a parte de algún colectivo social, con todos los problemas que genera en la gestión de la vida comunitaria”. El autor del libro asegura que esta situación se pudo ver en Ceuta en los años 90 por la novedad del fenómeno y porque la mayoría de los narcotraficantes era gente muy joven que se enriquecía muy rápido y se convertían en una especie de modelo de éxito social paralelo por lo que la posibilidad de que hubiera jóvenes dispuestos a imitarlos se incrementaba, lo que podía generar problemas de gobernabilidad en estas zonas, “donde el control institucional esté deteriorado o sea escaso, como siempre ha pasado en el Príncipe o en barrios de otras ciudades con colectivos étnicos minoritarios pero de cierta magnitud que vive de forma separada del resto de la comunidad”.
De la Corte asegura que en la actualidad este fenómeno, siendo todavía de cierta magnitud, no tiene la cierta peligrosidad que había antes. Además, añade que en la operatividad ha habido cambios, ya que antes sólo se pasaba la mercancía a través del Estrecho y ahora hay grupos del norte de África “con lanchas tan potentes que pueden transportar la mercancía a Levanta o Cataluña en un viaje directo”.
En el caso del príncipe, dice que no hay estudio alguno para poder afirmar que en este barrio hay una cultura criminal o de rechazo a la ley o al orden. No obstante, afirma que un barrio superpoblado en una ciudad con graves problemas de empleabilidad, fronteriza “reúne muchas papeletas para que surjan grupos dedicados al narcotráfico y otras formas de contrabando”.
Piratería en el cuerno de África
La piratería existente en el Cuerno de África también aparece en el libro. De la Corte Ibáñez destaca que este fenómeno “tiene una parte de crimen organizado porque para llevarla a cabo se necesita el trabajo coordinado de un montón de gente, no sólo de quienes asaltan el barco, sino también del aprovechamiento del botín para invertirlo en algún tipo de negocio o repartirlo entre un sector más amplio”.
Recuerda que la piratería es un problema “antiguo” ya que en la segunda mitad del siglo XX fue un problema en el sureste asiático, aunque esta era una forma de robo, a diferencia que en Somalia, donde la novedad se produce cuando se utiliza como una forma participar del secuestro, “una de las grandes industrias del crimen organizado y una de las que más réditos ha producido”. Un secuestro que tiene de innovador que se practique en el mar.
Este problema tiene su origen en un país fragmentado y prácticamente sin estado “porque la capacidad de gobierno que se ejerce desde la capital, Mogadiscio, es escasa”, además de abundar la pobreza. “En la mínima medida en que una actividad delictiva se convierta en una forma de alimentar y satisfacer las necesidades básicas de una cierta parte de población bastante deprimida, es un problema pero es bastante previsible que reciba cierto apoyo social. Esto en Somalia existe para justificar su actividad, ya que una mínima parte del dinero la reparten entre sus propias tribus, hacen una especie de función de servicio social que han hecho muchas organizaciones para evitar sufrir un rechazo social”, manifiesta. A todo esto le suma la incapacidad de un gobierno para reprimir a los piratas en tierra, ya que si ésto se hiciera, los bandidos no podrían volver a “tierra segura”.
En cuanto a una posible solución a este problema dotando al país de un gobierno que, además, delimitara sus aguas, De la Corte Ibáñez dijo que donde haya estados frágiles que no controlen parte de sus territorios el desarrollo de esta actividad va a ser “explotado” por grupos criminales, pero que una de las formas de luchar contra el crimen organizado “pasa por el desarrollo institucional, político y económico de estos países con problemas de gobernabilidad y grave escasez de recursos y precariedad económica”. No obstante, recuerda que el crimen organizado tiene una gran capacidad de adaptación ya que surge en países muy diversos.
México y drogas
“México ha llegado a la situación en la que está fundamentalmente por problemas de corrupción. La razón que el ejército esté desplegado sobre algunos de los estados más afectados por el crimen organizado no es otra que la corrupción que es ejercida por los socios llamados cárteles de la droga sobre cuerpos policiales”, esta es, según indica De la Corte Ibáñez, la razón fundamental “no porque el ejército esté mejor preparado que la policía para reprimir el crimen organizado”.
El autor recuerda que también hay corrupción en México que afecta a instituciones privadas y financieras “que hacen posible que los millones y millones de dólares que se obtienen anualmente por la actividad del crimen organizado se puedan blanquear”, lo que dificulta “detectar su actividad y obtener pruebas para condenar a los grupos de crimen organizado”.
11-M y narcotráfico
El 11-M es un claro ejemplo de relación entre terrorismo y narcotráfico: en primer lugar porque ‘El Chino’, considerado jefe operativo y uno de los suicidas de Leganés, era un narcotraficante que más tarde cuando se radicalizó “aprovechó sus contactos para obtener fondos y financiar actividades terroristas”; y en segundo por el trueque entre explosivos y hachís que se llevó a cabo entre las tramas yihadista y asturiana.
La relación entre terrorismo y crimen organizado se encuentra también en robos, falsificación de documentos y, a veces, extorsión.
En el macroproceso por el 11-M también se juzgaron a personas acusadas por tráfico de drogas, robos o falsificación de documentos.
ETA y su relación con las FARC
ETA está relacionada con el crimen organizado porque alguna de las prácticas que utiliza para financiarse son equivalentes a las que han desarrollado organizaciones criminales comunes durante toda su vida, fundamentalmente la extorsión. “Ésta no es muy distinta a la utilizada siempre por la mafia siciliana”, explica De la Corte Ibáñez, quien recuerda también las “evidencias concretas” encontradas de colaboración con organizaciones criminales comunes o grupos que están a medio camino entre el crimen organizado y el terrorismo, como las FARC. “ETA ha recibido de las FARC a cambio de dar cursos de formación a guerrilleros colombianos cocaína como pago, que luego han utilizado para comprar armas a otros grupos, a veces servidos por clanes de la camorra napolitana”, explicó el autor del libro, quien dijo que “ETA no es la organización terrorista más vinculada al crimen organizado pero sí hay algún tipo de vínculos”.