El contrabando de tabaco ha terminado por convertirse en un auténtico negocio para todos. No entiende de clase social sino más bien de querencia por conseguir dinero fácil a sabiendas de que, si te sorprenden con la mercancía, lo más que te van a aplicar es una sanción. La crisis ha hecho florecer un negocio que parecía anclado en el pasado y ceñido a determinados colectivos. La realidad le lleva la contraria y eso lo sabe la propia Guardia Civil que, en los últimos días, ha tenido que echar para atrás a un ex compañero que pretendía embarcar con el bolso lleno de cajetillas. ¿Qué se hace en estos casos? Poco más que levantar un acta que conllevará una sanción administrativa. La sanciones económicas, sean lo fuertes que sean, no son comparables a una pena carcelaria como puede llevar un delito de tráfico de drogas.
No crean que toparse con un ex guardia que pasa tabaco de contrabando es hallar una aguja en un pajar. Hablar de ex miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es hacerlo, también, de funcionarios de todo tipo (incluso de Instituciones Penitenciarias), soldados profesionales, famosetes venidos a menos o incluso agentes en activo que han podido ser localizados no sólo en el puerto sino en la frontera del Tarajal o en la verja de Gibraltar se ha convertido en el ‘pan nuestro de cada día’ para una Agencia Tributaria que aplica importantes sanciones contra una práctica que no obtiene el debido rechazo social. Ni tan siquiera lo obtiene en el caso del tabaco chino, contra el que ya se ha alertado del peligro que su consumo tiene para la salud al no pasar por ningún tipo de filtro.
Los últimos datos publicados por la Agencia Tributaria cifran en un 30% el incremento de este mercado negro respecto al año pasado sólo en Andalucía, área en la que se engloban los datos relativos a la ciudad autónoma, dibujando ya las formas de un negocio que empezó a asomar, de nuevo con más fuerza, hace un par de años cuando la crisis se paseaba con mayor contundencia. Aumenta el contrabando y también el de tabaco chino, varían sus pasadores instalándose como un negocio que psicológicamente no es captado como delito, a pesar de que provoca un daño económico importante a la Hacienda. Ex presidiarios, quienes se encargan de detenerlos y quienes vigilan sus celdas entre rejas terminan compartiendo mantel en la misma mesa.