Los años boyantes de intensa actividad en los polígonos del Tarajal hace tiempo que tocaron techo. Desde entonces, los comerciantes han sido víctimas de una caída en picado que ha estado estrecha y directamente vinculada por la infernal situación fronteriza, que ha destruido el empleo y golpeado la economía. Aunque la fluidez en la frontera ha mejorado en los últimos meses y se ha llegado a un consenso para la tan demandada apertura de la Puerta Norte, que se situaba como la gran esperanza para fomentar ese comercio del ‘picoteo’, los números no salen y muchos se están viendo abocados al cierre.
Un hecho perceptible, sobre todo, en polígonos ‘fantasma’ como La Chimenea o Alborán donde son más los negocios que tienen echada la persiana que aquellos que todavía hacen el esfuerzo por levantarla. Sus productos permanecen stockados en los almacenes y, como no pueden pasarlos a Marruecos, sus negocios “carecen de liquidez”. A medida que los días pasan, sus establecimientos pierden “más dinero” y sus bolsillos se resienten. Mientras, los almacenes están llenos hasta las puertas, “pero no precisamente de clientes”. Los artículos que permanecen almacenados en ningún caso pueden confiarse al ‘ya se venderá’, ya que implica una serie de costes, como el pago de IPSI a tres meses, o los compromisos de pago a los proveedores que “hoy día se hace religiosamente” pero que sin su venta no pueden afrontar.
Cada movimiento de mercadería que no sea el cauce natural de salida por Ceuta una vez depositadas en la ciudad, conlleva gravarlas con gastos extra hasta el punto de que la balanza se inclina hacia el lado negativo. Unas pérdidas a las que se suma que, en el caso de estos empresarios con nave en los polígonos del Tarajal, llevan meses sin meter un euro en la caja mientras que los gastos fijos, aquellos que ocasiona tener un negocio abierto, son los mismos con ventas o sin ellas.
Todo ello se ha visto ‘alimentado’ por un comercio atípico a la baja con los días contados
Todo ello está ‘alimentado’ por un comercio atípico a la baja que parece tener los días contados. Las cifras diarias del porteo así lo demuestran, cuando alcanzan con suerte algo más del millar de pases. Apenas salen bultos y, además, deben lidiar con unos porteadores que se niegan a aceptar los precios establecidos. Estas pugnas, que ya se han convertido en casi habituales, colapsan los recintos y obligan a decretar el cierre, como ocurrió el pasado miércoles, lo que pone fin a la actividad comercial del día.
En este sentido, los empresarios que más se han visto afectados son aquellos dedicados al textil vetado en su salida a Marruecos desde el pasado noviembre. Las mantas, colchas y sábanas que antes podían salir por el Biutz o la frontera del Tarajal ahora se topan con los filtros del GRS de la Guardia Civil que tienen cerradas todas las vías de salida para sus mercancías.
Esta muerte anunciada del porteo no ha sido recibida de buen agrado entre los empresarios, que ven de trasfondo un plan orquestado para la desaparición del comercio en los polígonos. Ante ello, solo cabe una solución, reinventarse o morir, ya que Marruecos ya ha anunciado que quiere poner fin a esta situación, algo que ya ha sido asimilado en el lado español. El país vecino ha comenzado ‘discretamente’ a fiscalizar la actividad para cuyo cese se ha establecido, supuestamente, un período máximo de cinco años.
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