El marroquí detenido en la tarde del pasado viernes en la frontera del Tarajal con una familia de subsaharianos oculta en su vehículo ingresó ayer en prisión preventiva. N.E.H., de 30 años, reconoció ante el juez que él era el conductor del vehículo modelo Fiat Croma y matrícula nacional, en el que había escondido a un matrimonio de subsaharianos junto a su bebé de solo dos meses de edad. De entrada, al detenido se le ha acusado de un delito contra los ciudadanos extranjeros con la agravante de peligro para la vida y la existencia de menores. Esto supone como mínimo una pena 8 años de prisión y hasta un máximo de 12. Es lo que se contempla cuando en casos como el del viernes se ha llevado a cabo no solo la introducción ilegal de un inmigrante, sino que además se ha hecho en condiciones infrahumanas y poniendo en riesgo la vida de dos adultos y un bebé que ya lleva en su corta experiencia vital la marca de la inmigración más dura. Su madre lo tuvo en Marruecos y para él buscó una escapada de la forma que los subsaharianos están considerando más sencilla: escondiéndose en vehículos para atravesar un paso fronterizo en el que los controles chocan con la obligada agilización.
El detenido permanecerá en prisión a la espera de juicio, mientras que las víctimas de esta historia ya han sido acogidas por la administración. Unas víctimas que han vuelto a nacer, porque su rescate fue posible gracias a que los agentes que estaban de servicio tuvieron la suficiente perspicacia como para sospechar que algo raro tramaba el detenido.
Un punto blanco en la zona del salpicadero hizo sospechar a los guardias de que tras ese minúsculo hueco podría haberse preparado un doble fondo. De la sospecha se llegó a la verificación, ya que era allí donde habían escondido al subsahariano. La suerte estuvo de lado de esta familia. El conductor nada dijo en ese momento de que en su vehículo llevaba también oculta a una madre con su bebé. Los agentes continuaron con el registro, localizándolos debajo del asiento trasero. Ella, con falta de oxígeno; su hijo, con destemplanza y dificultades para respirar. Las primeras asistencias sanitarias las recibieron en la frontera, después ambos fueron evacuados al Hospital para reponerse.
Ya, a salvo, la madre pudo dar de mamar a su pequeño, mientras el pasador, que presumiblemente habría cobrado unos 600 euros por cruzar la línea del Tarajal, era engrilletado y trasladado a la Comandancia.
La familia, todos de Guinea, forman parte de la hilera de inmigrantes de esta misma nacionalidad que están entrando en Ceuta.
Un detenido, pero más entradas en la misma jornada Al marroquí N.E.H. sí lo detuvo la Guardia Civil. Pero ese mismo día, el viernes, hubo más pasadores que consiguieron con éxito colar a subsaharianos en Ceuta usando vías igual de peligrosas. Han sido casi una decena los subsaharianos que el mismo viernes entraron y comparecieron en las dependencias de la Jefatura Superior, tal y como han confirmado fuentes policiales. Las fuerzas de seguridad llevan tiempo en alerta para intentar dar no solo con detenciones aisladas de pasadores -meros enlaces de las pequeñas redes que operan en la frontera- sino con el resto de implicados en unos pases en los que se pone en peligro la vida de los inmigrantes. La frontera se convierte en una auténtica ratonera para subsaharianos a los que se les obliga a esconderse en huecos muy reducidos, soportar elevadas temperaturas y sufrir horas y horas de espera con el riesgo de ser abandonados en la cola si el pasador conoce la posibilidad de que se le pueda detener. Hay muchas personas que alimentan este tráfico: quien conduce, quien espera en el Tarajal para informarle por teléfono de cómo están los controles y qué presión hay, quien prepara los coches y quien capta a los subsaharianos.