El colectivo argelino aumenta su presión en la zona portuaria

La presión se produce a cualquier hora del día. La jornada no tiene horario para el colectivo argelino, convertido en la preocupación de las fuerzas de seguridad por dos factores: su presencia aumenta cada vez más debido a un imparable efecto llamada motivado por la fácil escapada a la península

y su carácter delictivo se plasma no sólo en los robos sino en los enfrentamientos que protagonizan (el más reciente el ocurrido en la tarde del lunes que dejó a un compatriota, acusado de chivato, con una de sus orejas prácticamente seccionada).
La avenida portuaria es el escenario que, por excelencia, ocupan los integrantes de un colectivo que está reseñado como residente del CETI. Al ser un centro de puertas abiertas, los argelinos acuden allí para comer o asearse, pero después permanecen la práctica totalidad del día y, sobre todo, de la noche en la calle.
Las escolleras del muelle de Poniente se han convertido, de nuevo, en su asentamiento. Cada noche la Policía portuaria intercepta una media de diez a veinte argelinos intentando colarse en los ferrys o contenedores. La presión es constante y ante ella los agentes solo pueden detectarlos, identificarlos y rechazarlos, sabiendo que poco después se repetirá la misma historia: volverán al lugar para intentar colarse. Y el hecho es que lo consiguen. El colectivo argelino es el que menos pernocta en el CETI y el que más bajas causa. Son los que se llaman ‘desaparecidos’, ésos que un día dejan de venir al centro y son sus compatriotas los que informan de que ya están al otro lado. Así alimentan el efecto llamada: la escapada de Ceuta es fácil, incluso para los menores que se ocultan en camiones, así que sorteando la permeable frontera del Tarajal, usando documentación falsa el círculo no para de dar vueltas. Por la mañana los intentos de escapada no cesan. No hay reparo. A plena luz del día el puerto se convierte en lugar elegido para los grupos de argelinos que serpentean toda la avenida. Se apostan contra las rejas y cuando divisan un vehículo sin conductor cercano intentan colarse en su interior. Si la Guardia Civil no los detecta en el embarque conseguirán llegar hasta Algeciras. Son las once de la mañana y El Faro se ha topado ya con tres intentos de entrada en vehículos. Sus dueños, ausentes, habían cometido la imprudencia de dejar su vehículo sin vigilancia. Los argelinos no consiguen colarse porque las puertas están cerradas o porque el tipo de turismo no les convence.
Y así hora tras hora, día tras día, en una escapada que puede provocar quebraderos de cabeza a los conductores víctimas de estos ocultamientos y que sirven, por contra, de alimento a las mafias que mueven la entrada de argelinos en Ceuta.
Al acoso permanente se suma la vena delincuencial de estos argelinos. Lo vivido en la tarde del lunes, con una veintena de residentes del CETI protagonizando una tangana para atacar a otro compatriota no ha hecho sino hacer saltar todas las alarmas. En este caso los agentes de la Policía portuaria consiguieron detener al presunto agresor, cuyo objetivo era cortar el cuello de la víctima, pero la violencia mostrada por los implicados hace recordar años previos en los que se han sucedido fuertes enfrentamientos.
El jefe superior del CNP, Pedro Luis Mélida, confirmaba en una entrevista con El Faro la preocupación policial que existe por los antecedentes que tienen algunos de estos argelinos y la imposibilidad de aplicar órdenes de expulsión ya que lo primero que hacen es solicitar asilo político. Se sospecha que buena parte de ellos no son siquiera de Argelia, sino que son marroquíes, pero eso hay que confirmarlo y mientras ese trámite se lleva a cabo se está alimentando una bola difícil de parar y complicada de afrontar.
Los empresarios del puerto también denuncian la inseguridad que produce la presencia de individuos tan violentos.

“El Profeta, el héroe y el ejemplo”

Abderrahim, Almería 2006.  Esta es una de las marcas impresas en las escolleras del muelle de Poniente. A su lado otra: Málaga, y un poco más adelante el dibujo de un corazón atravesado por un sable y un gran ojo, camiones y coches Mercedes aptos para la escapada y muchos más años, nombres y mensajes. Estas son las marcas que ilustran toda la zona portuaria que se ha convertido durante años y años en asentamiento de inmigrantes. Los sin papeles que han ido pasando por allí comenzaron a pintarlas, hasta que hoy el muro aparece casi completo, encerrando historias, pases y, sobre todo, alusiones al Profeta, el héroe, el ejemplo, escriben en árabe.
Detrás de las escolleras hay un mundo que la Policía ha visitado en varias ocasiones. Cuando la presión es elevada se ordenan operativos para detener al mayor número de personas, pero ahora es más complicado. “¿A quién vamos a detener, a un inmigrante con carné del CETI, qué hacemos con él... soltarlo otra vez?”, se lamenta un agente.
Ese es el gran obstáculo para poder intervenir en la zona. Se sabe de la actual presión en el puerto, del mayor índice de delitos (buena parte ni se denuncian), pero nada puede hacerse más que interceptar a los inmigrantes para, tras identificarlos, ponerlos en libertad.
Los controles de acceso dispuestos en el puerto lo son para la entrada de vehículos y personas. A todos ellos se les pide la documentación o se les pregunta a dónde van antes de permitir el paso. Situación incongruente cuando justo al lado existe una población completamente descontrolada.