“No pongo el dedo en la llaga hago la llaga donde pongo el dedo”, rapeaba en su primer disco. Quizás lo segundo sea cierto. Cuesta creer lo primero de un artista como él, que gusta de hurgar en las heridas más profundas. Rapero, “ante todo”, estilo en el que ha sido pionero y veterano en España, el Chojin cada vez fusiona más su faceta de rapero y escritor con las que ha cocinado su último trabajo, un libro titulado ‘Un nuevo yo despierta’. Llega después de haberse visto sucumbido por las nuevas corrientes de interacción en las redes sociales. Sus seguidores le pidieron que dejase por escrito sus reflexiones y la respuesta han sido 154 páginas en las que el de Torrejón escribe sobre él, “sobre lo que he vivido desde que soy pequeño, explicado de una forma más extensa”.
Está recopilación de anécdotas que le han llevado a “pensar lo que pienso y sentir lo que siento” está recién salido del horno y en Ceuta hace hoy, a las 18.30 horas en la Biblioteca, una de sus primeras paradas para dejar reflexiones como que “no hay que volverse loco” y que “fracasar no significa ser un fracasado, significa ser humano”. El madrileño, además, no se irá sin dejar un poco de rap y “con un experimento que ideé hace unos años”, al que llamó ‘Un buen club’ mantendrá un encuentro “más intimista e improvisado” con sus seguidores, también en la Biblioteca a partir de las 21.00 horas.
–¿Qué presenta en ‘Un nuevo yo despierta’? – Se trata de un viaje introspectivo en el que parto de la afirmación de que yo soy la máxima autoridad en mí. Soy quien mejor me conoce y sé que no puedo equivocarme, pero además el conocerte a ti mismo también te permite conocer bien a los que te rodean. A lo largo del libro hablo de los cambios a los que nos somete la vida y de cómo hay que abrazarlos para aprender de ellos. Está basado en una recopilación de anécdotas que me han sucedido pero creo que, de una forma u otra, cualquiera se puede sentir identificado.
–¿Precisamente son esos cambios los que le han hecho despertar? –El nuevo yo que despierta es el que aparece después de una experiencia traumática. Aparece despacito y de una forma modesta, pero solo por un tiempo, nunca para quedarse, porque la vida está en constante cambio y es muy bueno saberlo.
–En el libro habla de una filosofía de aceptación y respeto a las diferencias precisamente en unos tiempos en los que emergen corrientes con fuerza que nos dicen que debemos dar la espalda a los diferentes. –Es un discurso muy débil que no se sustenta con nada, basado en la idea de imponerse a los demás sin concebir la diversidad, sin querer verla e intentando arrastrar a la masa hacia esa postura.
–Vivimos entre un clima xenófobo, a nivel global y regional, de resurgimiento y reverberación bastante preocupante, que las nuevas corrientes políticas extremistas se están encargando de alimentar. –El racismo ya existía, ellos simplemente se han encargado de despertarlo y fomentarlo. Lo que vivimos ahora es un cambio de actitud social. Hasta hace poco se entendía que ser antirracista era la opción válida y razonable, ahora ser racista es esa opción. Nadie se esconde, ha desaparecido el miedo a predicar libremente con el odio a aquellos que consideran que no están dentro de un patrón ‘normal’.
–¿Qué estrofa o canción le dedicaría a Pablo Casado y Santiago Abascal? –Mi canción Mienten, creo que con eso está todo dicho (risas). Me llena de rabia esa corriente que apela al corazón y a las tripas y que, realmente, pienso que ellos mismos sienten y se creen. Me enfurece pensar que la solución de estos tipos a nuestros problemas radica en recortar nuestros derechos. En prohibir las relaciones homosexuales, el aborto o la libertad de expresión.
–En los últimos tiempos hemos asistido a la judicialización de la libertad de expresión. ¿Considera que hay que ponerle límites? ¿Todo lo que se dice debe ser admitido como válido? –En mi mundo ideal, y mi forma de concebir la vida, no las pondría. Pese a las barbaridades que muchas veces se dicen, aceptaría todo ello si así pudiéramos disfrutar de una libertad plena que, en realidad, no existe.
–¿Se ha visto alguna vez censurado? –Eso es imposible. Si bien es cierto que la libertad en términos absolutos no existe, sí que lo es la sensación de libertad, y esa es de la que yo me alimento.
–En España el rap tiene una buena cantera, sin embargo, no ha logrado atraer todo el éxito del que sí disfruta en otros países. –Está muy relacionado con la cultura musical de cada lugar. En otros países están muy abiertos a otras tendencias y estilos, pero en España ese mercado está cerrado. Aquí ni hay música de más allá de nuestras fronteras, ni se acepta. Además las cadenas radiofónicas tienen el control para decidir qué se escucha y qué se queda fuera, por lo que al final la sociedad consume el producto que le están vendiendo constantemente. Pese a todo ello, el rap ha crecido, hemos sido imparables y capaces de conseguir más éxito que otros géneros.
–Durante estas casi tres décadas se ha dedicado a meter el dedo en la llaga. ¿Sigue siendo la filosofía del Chojin o ha moderado su estilo? –Me he moderado bastante. Antes pensaba que para combatir o defender lo que piensas había que enfrentarse con una actitud más provocadora, ahora creo que es mejor dar una palmadita en la espalda.