En el libro de Ivan Yarza al que nos venimos refiriendo (Pan de Pueblo, Grijalbo, 2017), se narra la historia que relataba Ibn Al Awwam (agrónomo sevillano del siglo XII) en su Libro de agricultura, respecto a Aríha, rey del Oriente, al que le amasaban un pan “con agua de levadura y mezcla de vino de pasas, y en la masa se le mezclaba aceite de almendras y aceitunas, y así salía un pan que ningún otro se le aventajaba en suavidad y delicadeza”. En nuestra panadería no hay una especialidad exactamente igual a esta, pero sí algo parecida. Se trata del pan de aceite, con pasas, anises y nueces, que es muy demandado. Más, cuando con esa masa se hacen palitos para picotear con el aperitivo.
Evidentemente, nuestros panes no son los del rey del Oriente, Aríha. Pero se le pone el mismo cariño en su elaboración, que el interés que, suponemos, ponían los que se lo elaboraban a este personaje histórico. Y, además, se suelen dar explicaciones de la forma de elaboración a todos los clientes que lo demandan. En el caso de los panecitos de aceite, se les explica que este era el dulce de los pobres en la España de la postguerra, pues era lo único que podían permitirse algunas familias como bocado extra más allá del mendrugo que acompañaba al cocido. Cuento esto, a propósito de nuestro último viaje a las playas granadinas. Los lunes es para la familia un día de descanso, pues no se trabaja en la panadería. Además, desde que se puso en funcionamiento la autovía Sierra Nevada-Costa Tropical, el ir a darse un baño a las costas granadinas, o simplemente a comer a alguno de sus restaurantes, es cuestión de menos de media hora. La espera de casi 30 años para que se terminara finalmente ha merecido la pena para los granadinos. Igual que lo merecerá cuando los señores de Renfe decidan poner en marcha el AVE desde Granada.
Pero, además de esto, Rosa, gerente de la panadería, había programado un viaje a la costa tropical para intentar abrir allí mercado. Ella es consciente de que, en los meses de verano, especialmente desde que funciona dicha autovía, muchos granadinos aprovechan cualquier ocasión para desplazarse a sus playas. En general, en España, se produce un notable incremento de la población turística en las zonas costeras. De ahí, que una de las preocupaciones de todas las organizaciones, públicas y privadas, que se dedican al tema turístico, es llevar a cabo medidas para desestacionalizar la demanda y hacerla más regular a lo largo de todo el año.
A la hora convenida estábamos con una buena amiga, que durante estos meses vive en una urbanización de la costa granadina. Le llevábamos un pan para que lo probara. La idea era que también se lo diera a probar a vecinos y compañeros de trabajo allí residentes, para promover que lo adquirieran en estos meses en los comercios en los que se han fijado nuevos puntos de venta. Pensábamos darnos un baño y comer en algún chiringuito. Nos aconsejó uno especialmente.
Efectivamente. El establecimiento era muy acogedor y limpio. Nada más entrar vimos que en un cartel se avisaba de que no se permitía acceder al local descalzos y sin camiseta. Bueno. Aunque esto no casa bien con la idea de darte un baño en la playa y acercarte al chiringuito a tomar una cerveza o comer unos pescaditos. Nos ofrecieron una mesa en la puerta del local, protegida con sombrillas. A nuestra izquierda se sentaba una familia que no era de nuestra nacionalidad. Debajo de la mesa tenía atado a su perro. El animal era muy tranquilo y no molestó a nadie en ningún momento. Una de las componentes de la familia, no especialmente joven, estaba retrepada sobre la silla, con los pies en cuclillas, pero posados sobre el asiento. Empezaba a extrañarme de los impedimentos para entrar allí sin camiseta, que contrastaban con estos dos detalles. Finalmente, cuando les trajeron un recipiente de plástico para introducir en él lo que quedaba de su ración de cazón en adobo, pagaron y se fueron. Esto duró casi como toda nuestra comida.
Inmediatamente comenzaron a atendernos. Todo muy bien. El personal amable y la comida con una relación calidad-precio bastante razonable. Nos percatamos de que, en un lado del mantel, de papel, ponía algo así como “Reconocido como el mejor chiringuito de toda Andalucía en la temporada 2017-2018”. No conocíamos nosotros este premio. No indicaba qué asociación u organismo lo había otorgado. Pero, en parte, nos empoderó (es así como se habla ahora para resaltar algo que te hace sentirte reconocido y valorado), al comprobar que estábamos comiendo en el mejor chiringuito de toda Andalucía. ¡Casi ná!. Mientras que Rosa se daba un baño, yo aproveché para pagar y tomarme la última copa de la botella de vino blanco que habíamos pedido.
Entonces se me ocurrió una idea. Una genialidad, pensé yo (sin duda, por efecto del vino). Aprovechando que hemos traído pan ecológico recién hecho, y, ya que estamos en el mejor chiringuito de Andalucía, le voy a ofrecer nuestro producto. No para que sustituyera su pan por el nuestro. Simplemente para que ofreciera una línea nueva de pan ecológico a algunos de sus distinguidos clientes. Entonces llamé a la dueña. Se acercó y le expliqué el plan. No sin antes, advertirle que nuestro pan no solíamos venderlo en chiringuitos, ni en restaurantes de playa, pues el pan artesano y ecológico es para otros lugares y ocasiones. Pero que, dado lo distinguido del local, quizás podría cuadrar con algo “distinto y nuevo”.
La buena señora no debió entenderme. Me respondió que ellos ya tenían pan que le traían desde Motril. Ya lo habíamos probado, le respondí. Pero nuestra intención no era otra que, aprovechando que estábamos allí, probara por si le podía interesar como algo nuevo. Su reacción fue nerviosa y algo atropellada. Es que no tendríamos ni sitio donde ponerlo y sería un lío para nosotros, me volvió a responder. Entonces, la calmé. No se preocupe, señora. No le insisto más. Le di una tarjeta y le dije que, aunque no había probado el pan, si entraba en nuestra página y alguna vez consideraba que le podía interesar el producto, nos llamara. Me levanté y nos fuimos a otra playa y a otra localidad.
Evidentemente, va a ser difícil que volvamos allí. Ni siquiera a tomar una cerveza fresca. Aunque, nunca se puede decir que “de esta agua no beberé”. Pero me extrañó el comportamiento de una empresaria, que, supuestamente, a consecuencia de su tesón y espíritu innovador, había conseguido situar su chiringuito como “el mejor de toda Andalucía”. Salvo que esto no sea del todo cierto, y se trate del veredicto dado por un grupo de amigos, al calor de un buen vino y con agradable viento de poniente.
Aunque, si para la buena señora, el concepto de publicidad es parecido al concepto de innovación que yo percibí en ella, entonces no me extraña nada. Ni siquiera que en el mejor chiringuito de Andalucía no hubiera ni una sola servilleta de tela.
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