Más de 200 inmigrantes participaron en la mañana de ayer en el primer simulacro que organiza el CETI para prever la forma de actuación ante una hipotética catástrofe, bien un incendio de grandes dimensiones o incluso un terremoto. El objetivo de dicho ejercicio, que comenzó a las 11.30 horas, era conocer cómo responderían los inmigrantes ante una situación así. Y ahí estaba lo complicado, porque ya ayer, tras ser informados durante semanas de lo que iba a suceder, todavía cundía cierto miedo y nerviosismo entre el colectivo.
Hubo quienes decidieron, a primera hora, marcharse del campamento, ya que no se creían eso del simulacro y pensaban que todo era una broma y que lo que realmente iba a pasar es que vendría la Policía Nacional a practicar una detención masiva de inmigrantes. También los había que, más supersticiosos ellos, pensaban que eso de los simulacros tiene que ver irremediablemente con la brujería, así que decidieron no participar. Y encima ayer, en pleno solsticio de verano, esas creencias se hacían aún más fuertes.
Aún y todo, que participaran algo más de doscientos inmigrantes era una buena noticia, sobre todo para comprobar cuál era su reacción y cómo reaccionaban ante las órdenes cursadas por los vigilantes de seguridad y por el personal del campamento.
A las 11.30 horas una sirena anunciaba que algo anómalo estaba ocurriendo. Los subsaharianos abandonaron sus tareas y se posicionaron en tres puntos verdes distintos que están marcados y definidos dentro de las instalaciones. En las dos últimas semanas se les había informado mediante charlas y paneles escritos en cuatro idiomas (español, árabe, francés e inglés) lo que iba a pasar y cómo debían comportarse. Así que hombres, mujeres y niños acudieron prestos hacia los tres puntos verdes para hacer un bloque y atender las instrucciones de los vigilantes de seguridad y personal directivo del campamento.
Mientras se intentaba mantener el orden, varios agentes de seguridad comprobaban que nadie quedaba dentro de las habitaciones. Iban abriendo todas las puertas y marcando con una tiza las que ya estaban revisadas. Mientras, los inmigrantes adoptaban el comportamiento que debe prevalecer ante un posible incendio. No ponerse nerviosos, permanecer en bloque y obedecer las instrucciones del personal.
Los puntos verdes de concentración están situados en zonas estratégicas para garantizar una posible evacuación que se llevaría a cabo por alguna de las tres puertas que comunican el CETI con el exterior. Una, que se abrió hace un par de veranos, comunica el campamento con la Hípica; otra conduce directamente con la cuesta que da al Jaral; y la tercera es la que sirve de entrada rutinaria al campamento.
Personal del campamento fue, altavoces en mano, indicando a los inmigrantes por dónde debían salir, sin que nadie se escapara por su cuenta o adoptara algún tipo de conducta distinta a la ordenada. Vigilantes al simulacro estaban, además, dos responsables: el jefe de la unidad de Protección Civil adscrita a la Delegación del Gobierno y el responsable en Riesgos Laborales del Ministerio. Se optó por no movilizar ni a Bomberos ni a Policía precisamente para evitar, al tratarse de un supuesto, que los inmigrantes se equivocaran en su percepción del ejercicio y al final se obtuviera un resultado inesperado.
Ya por la tarde hubo un segundo ejercicio de simulacro pero ya de carácter interno, destinado al personal y barajándose como hipótesis un posible motín dentro del Jaral.
Esta es la primera vez que el CETI organiza un simulacro y, visto el resultado, valoran repetirlo con más asiduidad.
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