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El CETI forma a sus trabajadores en la atención a personas invidentes

l La Organización Nacional de Ciegos acude al centro para impartir un curso que posibilite la integración de la primera persona residente con discapacidad visual l Además las instalaciones se encuentran en proceso de aceptación para eliminar las barreras de accesibilidad que puedan existir

Queda mucho trabajo que hacer en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes y los retos se presentan a medida que pasan los días. La llegada de un residente ciego hace cuatro meses ha hecho replantearse a la dirección del centro la necesidad de adaptar las infraestructuras a personas con discapacidad visual. “Se trata de un caso sin precedentes y no estábamos preparados”, reconoce el subdirector del centro, Juan Miguel Blasco .
Por eso se pusieron manos a la obra y contactaron con la Organización Nacional de Ciegos para trasladarles la situación en la que se encontraban y recibir asesoramiento. Inmediatamente la ONCE, que el próximo año se sumerge en los 75 años de labor para ayudar al colectivo de ciegos del país, decidió trabajar y brindar su apoyo al centro. “No es español, pero tramitamos un expediente al considerar que es una persona especialmente vulnerable que en Madrid se autorizó inmediatamente y nos pusimos a trabajar”, explica el técnico de la entidad que desde hace tiempo se ha familiarizado con los espacios y el personal del centro para conseguir que sea accesible para las personas ciegas.
La labor llevará su tiempo. En un primer paso se tomó ya contacto con el residente, de origen argelino, que llegó a Ceuta buscando poder curarse. “Se trata de un plan individual de acción que le dote de las habilidades necesarias para valerse por sí mismo y capacitarle para que su  marcha del centro sea sabiendo defenderse”, apunta Blasco. El pasado 29 de noviembre se iniciaron las sesiones con el residente enseñándole a manejar un bastón, a subir y bajar escaleras y, en definitiva, “a poder adaptarse a este espacio en un primer momento para trasladarle a la zona donde se encuentran todos los residentes ya que apostamos por dejarle en otra por ser más accesible”. Los responsables del centro reconocen que han pecado de sobreprotección pero que poco a poco van aprendiendo la mejor manera de ayudarle.
Además del plan individual al residente, se ha apostado por llevar a cabo un plan de formación con los monitores y varios residentes que ayer mismo recibieron técnicas básicas de acompañamiento. Por último se llevarán a cabo obras de adaptación y flexibilidad para que el CETI no sea una barrera para los invidentes.

“Lo más complicado a lo que se enfrenta una persona que se queda ciega es a asimilarlo”

El responsable del curso.  Toda la información que nos facilita la vista no es real y a veces ofrecer ayuda a un invidente no es la mejor manera de ayudarle. El técnico de la ONCE Sebastián Herrera habló claro de una deficiencia con la que no sirven los tabús y que hay que saber enfrentar desde todos los ámbitos para conseguir mejorar la calidad de vida de los que la sufren. “Hay cuatro puntos básicos de comportamiento con las personas ciegas: el orden, el respeto, la integración y la comunicación y debemos tenerlo muy en cuenta al tratar con ellos”.  Los profesores de informática y de educación para la salud, así como el de español, los técnicos en integración social, una trabajadora social y dos residentes asistieron ayer a un curso  en el que se les obligó incluso a familiarizarse con la oscuridad de la ceguera. Todos se pusieron unos antifaces y confiaron en un compañero que hizo de guía para que pudieran ponerse en el lugar de la persona que no puede ver. El tacto sustituye a la vista en muchas ocasiones, pero también el oído y hay que evitar la sobreprotección porque eso les resta autonomía. herrera, que lleva 24 años trabajando con la entidad, explica que lo más complicado de que un niño nazca ciego es la de que sus padres lo asimilen y lo acepten. “Cuando pierden la vista con el tiempo, tardan en asimilarlo y muchos se pierden buscando poder solucionarlo. Es duro pero hay que conseguir lograr autonomía y seguir adelante”, explica el técnico.

“Me fui de Argelia para poder curarme”

Una caluroso día de agosto, Mohamed Yahyaoui se despidió de “un gran amigo” al otro lado de la frontera del Tarajal. No ha sabido más de él desde entonces pero no olvida que “él siempre me ha ayudado” y lo recuerda con mucho cariño. Él mismo le recogió en su casa días antes y le proporcionó un pasaporte falso con el que cruzó la frontera entre Marruecos y España sin problema. Para él, esa frontera suponía mucho más, o quizá lo mismo, que para el resto de sus compañeros residentes en el CETI. “Me fui de Argelia porque quería curarme”, explica, poniendo sobre la mesa de nuevo la esperanza de una mejor vida a la que todos los inmigrantes aluden cada vez que piensan en el porqué de Europa en su punto de destino. Mohamed dejó allí a su madre y el pueblo en el que pasó 32 años de su vida sin pena. “Incluso mi madre se alegró al saber que venía a ver si podía recuperar la vista”. Es la cara de su madre una de las imágenes más nítidas en su memoria. A los quince años comenzó a sentir que la vista de su ojo izquierdo fallaba hasta que poco a poco la perdió completamente. Explica que nunca conoció a ninguna persona que tuviera ese problema en su país. Posteriormente el derecho dejó de ver. Al llegar al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes acudió a una consulta donde el especialista le dijo que su ceguera era irreversible. Al parecer un glaucoma había devorado su visión. Pero él se niega a aceptarlo y quiere seguir luchando. “Quiero que me vea otro médico a ver si puede hacerse algo...”. Es serio y no contesta a las preguntas que le incomodan. No piensa en tristezas, tan sólo en poder cumplir lo que le hizo irse de su casa. “Yo imagino que Europa es avanzada, que existen muchos avances científicos y por eso vine aquí y quiero irme a la península”. Mientras, en el CETI, todos le quieren y respetan mucho. Se le acondicionó una estancia en la zona de enfermería que estaba mejor acondicionada que la parte residencial de los módulos. Mientras, todos tratan de que continúe avanzando en su propia independencia. El bastón le ha ayudado. Las clases de la ONCE también pero la clave es aprender español. En enero se sumergirá en un curso intensivo para poder entender y hablarlo. “Me gustaría poder moverme sin necesitar que nadie me ayude, ser independiente y no tener miedo a salir de aquí”, reconoce. Antes vivía en el campo. Allí no había barreras. Se adaptó el CETI muy rápido pero debe limpiar sus malas costumbres y seguir recibiendo nociones de adaptabilidad. Ayer el CETI le regaló un reloj parlante que le ayudará también a aprender el idioma. Mohamed tiene muy clara una cosa: “No quiero volver a Argelia, he conseguido llegar hasta aquí y eso me ha supuesto un gran esfuerzo”.

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