Son innumerables las ocasiones en las que toda persona se reúne con otras, en mayor o menor número, y en ellas se habla de alguna de las múltiples cuestiones que tienen vida en la sociedad.
Recuerdo una de esas reuniones que, a primera vista, podían parecer casuales y sin mayor trascendencia, cuando la realidad era totalmente contraria a ese parecer. Todo estaba organizado de forma que por allí pasaran y estuvieran algún tiempo, más o menos corto, personas importantes de la Ciudad, que conversaban entre sí. Para una persona que asistiera, a esa reunión, de forma casual, lo más importante era estar callado y oír con atención. Tal vez algunos de los asuntos que allí se comentaran no fueran de su interés porque caían fuera de la órbita de sus preocupaciones pero algunas cosas sí le resultarían interesantes y hasta es posible que le descubrieran unas cuestiones sumamente interesantes, aunque sólo fuera por los comentarios que, uno tras otro, se iban haciendo. Cuando se calla en las reuniones humanas, cualesquiera que sean éstas, se aprende a oír.
Escuchar discretamente, sin ser actor principal, ni mucho menos, en ese tipo de reuniones o similares, proporciona un cierto aire de entendido en los asuntos de que se trate y siempre queda como un posible consultor en el caso de que se presente alguna divergencia en la que no acaban de encontrar solución aunque ésta sea sólo aproximada y que logre la conformidad de todos. Se habla mucho y, a veces, con buen estilo y profundidad de ideas. Por eso si se mantiene uno en la discreción del silencio, sólo oyendo, aprende a hablar.
No es fácil hablar con sentido de la justicia y de la importancia que pueda tener, en cualquier momento, alguna vieja y manoseada cuestión, así como algo totalmente nuevo y de mucha fuerza. En esas circunstancias aquella persona que, a través de su atención y discreción llegó a saber hablar con cierto fundamento de determinadas cuestiones se siente llamado a hablar de esas nuevas e importantes cuestiones que preocupan a muchísima gente e incluso a Gobiernos de algunas Naciones. Si no ha perdido la discreción, esa persona volverá a callar.
Llevamos una larga temporada en la que se habla de muchos problemas en todo el mundo y en todas las lenguas. Lo problemas son muchos y muy variados. Unos de mucha importancia y otros de menor categoría que surgen por la preocupación creada por los importantes y hasta otros que tienen generación propia aunque, tal vez, poco importante. Vuelve a renacer en la mente aquella tertulia de la que se oía para aprender a hablar. manteniéndose callado. Creo, sinceramente, que se habla demasiado vulnerando el arte de lo discreto.
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