El quinteto femenino desplegó su original talento en el Teatro Auditorio del Revellín ante un público que cerró la noche con una atronadora ovación
Hay en el alma del arte que hace el quinteto vocal Carmel a cappella, que actuó anoche en el Teatro Auditorio del Revellín, algo de místico, de arte que nace en un enclave oculto, quizá en el territorio de los genios, y que florece, para gloria de los vivos, en el mundo cotidiano. ¿Cómo es posible que la música suene tan bien sin que en el escenario haya instrumento alguno?
Es posible, es verdad, es real, gracias a la magistral técnica, al talento, al trabajo y al hechizo que han construido las cantantes Inbar Hefter, Maya Goldshmidt, Keren Ylon, Moran Shalev y Limor Yanowitz, todas ellas de Haifa, en Israel, componentes de un quinteto que venía avalado por público y crítica de medio mundo y que se marchó del escenario entre la cerrada y atronadora ovación dedicada por los presentes.
Organizado por la Comunidad Israelita de Ceuta y programado por la Consejería de Educación, Cultura y Mujer, el quinteto desplegó en el escenario su música polifónica sin acompañamiento instrumental, una original y compleja forma de crear sonidos, de erigir arte, que cautivó desde el principio y que se palpó a lo largo y ancho de un repertorio muy variado que incluyó arreglos vocales de obras clásicas instrumentales como composiciones de Vivaldi o Mozart, canciones israelíes, latinas, comedias musicales y jazz. Es decir, un paraíso insólito (por genial) donde el arte se filtra desnudo, a capela, auténtico.