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“El alcohol es un veneno que destroza, pero se sale”

“Un borracho se encuentra con otro apoyado en una farola y le pregunta si es de vomitar y el otro le contesta que no, que es de Vodafone”. Todas ríen. Tratan de afrontar así una vida regada por “el veneno”. Sus parejas son alcohólicos. Se aferraron a una medicina para ellos que les hizo enfermar y arrastran en ese dolor que se desencadena a las personas que más les quieren. Hace más de dos décadas Pepi acudió a Alcohólicos Anónimos a pedir ayuda. Allí le explicaron que había un grupo de reunión de familiares.
Pepi no sabía por qué se encontraba de pronto viviendo en un infierno. “De pronto te casas, vas viendo un problema que está ahí y que desconocías y sientes que él no se deja ayudar, no sabe que es un enfermo pero al menos una se da cuenta que un cambio en tu actitud puede hacer que mejoren las cosas y dejas de pensar que es un borracho y un vicioso y es el alcohol el que lo hace cambiar, aunque en el fondo sea una buena persona”. Entonces, a aquellas primeras mujeres que quedaban y hablaban de sus problemas, les propusieron formar ellas mismas un grupo dependiente del área de Cádiz y sobre sus pasos comenzaron a caminar por sí mismas. Con material, ejemplos de superación y lucha de centenares de familias que protagonizan libros de ayuda que leen cada miércoles por la tarde en la sede donde se reúnen. “Es muy difícil tanto para ellos como para nosotras atravesar esta puerta, pero cuando lo haces y te sientes tan bien acogida y comprendida, te das cuenta de que es una de las mejores decisiones que has tomado en tu vida”.
Son aproximadamente una docena de mujeres, la mayoría con hijos que se encuentran este la espada y la pared y que han encontrado en Al-Anon oxígeno para seguir viviendo, al menos con una dosis de sosiego para encarar de mejor manera el día a día.

Una auténtica salvación
Para Conchi encontrarse con este grupo de mujeres fue “una bendición y mi auténtica salvación”. Inmersa en el problema de su marido su hogar se convirtió en una locura hasta el punto de que sus hijos se escondían en el cuarto cuando oían llegar al padre. “De pronto sientes que lo que controla tu casa es el alcohol y vas descuidando todo sin encontrarte con herramientas para salir adelante”, reconoce. Con la experiencia de otras personas que salieron adelante se dio cuenta de que había que dejarles y tenía que cuidar de sí misma y no dejar que su vida fuera un infierno sino vivirla. “Dejé de controlarlo, que se iba una semana fuera, pues bien, y él se fue dando cuenta por sí mismo de que si no bebía la tranquilidad reinaba en casa”.
Asegura que fue cuando una de sus hijas le pidió que se fuera y les dejara vivir cuando él reaccionó y ella, escuchando a sus compañeros y las historias que bajo el nombre ‘Valor para cambiar’, comenzó a salir del remolino de destrucción donde de pronto un día también se vio atrapada aunque no hubiera probado el alcohol nunca. “Si todas esas personas han podido, ¿por qué yo no?”. Y salió adelante.
Sole se casó con su marido, que se tomaba sus vasos pero le prometió que cuando naciera su primer hijo lo dejaría. No fue así. Y con su bebé recién nacido se iba de casa y no aparecía en días. “Comencé a verle como un demonio, temblaba cuando oía como introducía la llave en la puerta. Le suplicaba, lloraba, me arrodillaba, pero decía que el problema era mío y que me metiera a monja”.
Recuerda que unas Navidades su hija ya mayor quiso hacerle un regalo aunque ella no quería porque no dejaba de beber. “Eso le hizo pensar. Llegó a los dos días con un folleto de Alcohólicos Anónimos y no ha faltado a esas reuniones ningún día”. De eso han pasado ya 22 años y no ha vuelto a probar el alcohol. Ella comenzó a asistir a las reuniónes de Al-Anon y dice que “esto incluso es más que una familia porque todos sabemos la vida que nos ha dado el alcohol y lo que es esta enfermedad de primera mano”. Llegó a decirle que a ver si se moría “y yo ni le velaba ni nada y me vestía de rojo para celebrarlo”. Pero daba igual. La enfermedad, si se afronta sin conocimiento, hace crueles a los que la sufren en sus propios cuerpos y a todos los que les quieren.
El caso de Luisa, como el de cada una de ellas, es diferente porque hace ya 13 años que falleció su marido y no ha dejado de faltar a la reunión semanal con sus amigas. “Porque aquí somos amigas, hermanas, significamos mucho las unas para las otras”. “Estuve bregando 22 años con el alcohol . No teníamos para comer, para nada, pero él llegaba bebido. Yo no sabía nada más que trabajar y eso es lo que procuraba hacer. Trabajar y bregar con él”. Decidió acudir a Alcohólicos Anónimos y todo lo que hizo sufrir a su mujer, que cruzó también el umbral de Al-Anon, se lo devolvió con creces. “Nunca se acordó de mi cumpleaños y sereno no dejó ni un día de felicitarme ni siquiera me faltaban ramos de flores por San Valentín”. Le recuerda como “noble, cariñoso y volcado en mí por todo lo que me había echo sufrir”. Todas miran a Luisa con cariño. Y ella explica que todo lo que les robó el alcohol durante tantos años, de pronto lo recuperaron con creces.
A su lado Beatriz demuestra, como todas y cada una de sus compañeras, que es una mujer fuete tan sólo con la mirada y con el talante con el que cuenta las cosas. “Me casé con él y no sabía que bebía. Estaba destinado fuera y cuando me fui dando cuenta yo quise ser más lista que el alcohol... pero el alcohol siempre va por delante”. Y también su marido era más listo. Ella nació con “esta cruz, porque mi padre también bebía”, reconoce. Y ese fuego que su madre sentía por su padre lo llevaba dentro. Beatriz hacía la maleta y decía que se iba de casa, pero le perdonaba ante sus súplicas. Se apoyaba en sus hijos “y les hacía daño sin darme cuenta”. Entonces un cura le llevó a Alcohólicos Anónimos. “Fue un 13 de noviembre y nunca olvidaré la cara con la que llegó a casa”. Ella conoció Al-Anon y cada día que pasa se siente mucho mejor. “Ahora vivo. Ni siquiera era cariñosa con mis hijos, el alcohol hace desaparecer hasta el cariño en las familias; ahora les beso y todos somos una piña, con nuestros problemas, pero sin el alcohol de por medio y sabiendo que él es enfermo, que no se cura, pero que ha dejado, de momento, de beber”.
María es de las más jóvenes. Lleva ya cinco años en el grupo y dice que también el alcohol desestructuró su familia con los problemas que su padre tenía a causa de esa dependencia. “Es un huracán, destroza todo, se lo lleva todo por delante, es una locura, un descontrol, un sinvivir”. Conoció a su marido siendo muy joven. Siempre juntos a todas partes. Inseparables. “Bebía pero sin más, tampoco lo consideraba un problema, si salíamos... pero a raíz de un problema familiar comenzó a beber más, hasta que llegó a tener problemas en su trabajo y ahí él ya decidió entrar en Alcohólicos Anónimos”. Él sigue bebiendo. “La enfermedad está activa. Yo vine porque él me dijo que había un grupo de familiares que acudía también a charlas y todo lo que fuera ayudarle me parecía bien”. Entonces María se encontró con una familia, que deja claro que aunque ahora existan mayoría de mujeres, también ha compartido terapia con hombres, hijos y familiares de personas que tienen este problema.
Dicen que aquí se llora, se ríe, se ayuda y se comprende. Que sus teléfonos están en línea las 24 horas del día para ellas. “Aquí no hay reproches, no hay consejos, tan sólo sugerencias y siempre hay alguien ahí”.
Maruja es una de las que siempre están ahí. Su testimonio hace emocionarse a sus compañeras porque es una de las primeras que llegó al grupo. “Cuando llegan personas nuevas simplemente les doy lo que yo he recibido y la serenidad para afrontar todo esto es muy importante”. Se emociona cuando recuerda el día en que les prometió a su hija y a ella que acudiría a poner remedio y esa tarde llegó a casa borracho. “Cuando entró y le dijimos que por qué no había ido se dio la media vuelta y se fue y mi hija arrojó algo a la puerta. Él al oírlo regresó y ahí se dio cuenta del daño que nos estaba haciendo.  Acudió a Alcohólicos Anónimos y comencé a verle cada noche en casa, estábamos tranquilos, contentos... y hasta hoy”, explica dejando ya de llorar. Nunca dejó de quererlo, aunque reconoce que siente odio hacia el alcohol, como la mayoría de sus compañeras. Todas luchan de la misma manera, con esperanza y con una sonrisa.

La historia de esta entidad, una cadena a la que aferrarse

Ellas son sus heroínas. Las fundadoras de Al-Anon, mujeres a su vez de los fundadores de Alcohólicos Anónimos. El 10 de junio de 1935, Bill W. y el Dr. Bob se reúnen para fundar esta asociación que al principio fue "un asunto de familia". Los padres, los hijos y los cónyuges asistían juntos a las reuniónes, que generalmente se llevaban a cabo en el hogar de alguno de los miembros que todavía tenía la suerte de conservarlo, y que lo compartía con los que habían perdido al suyo. Así pues, Al-Anon se originó en el seno de esa familiaridad. Esas familias no tardaron en comprender que ellas también podían usar los mismos principios de los que se valían los esposos para conseguir la sobriedad. Pues ellas también necesitaban desesperadamente ayuda para sobrellevar su parte en el problema del alcoholismo. Desde que se creó en 1951, no han dejado de ofrecer esperanza y ayuda a los amigos y familiares de bebedores. Se estima que cada alcohólico afecta la vida de por lo menos cuatro personas...el alcoholismo es verdaderamente una enfermedad familiar. No importa cuál sea su relación con la persona alcohólica, o si aún está bebiendo o no, toda persona que ha sido afectada por la forma de beber de otra persona puede encontrar en Al-Anon las soluciones que conducen a la serenidad. Lois W. y Ann B., las esposas de los fundadores, decidieron poner en marcha una iniciativa que se extendió a todo el mundo y que llegó a Ceuta hace ya 23 años. Concretamente mañana están de aniversario y todos los que forman parte de la asociación lanzan un mensaje de puertas abiertas al ánimo y a la esperanza de los que sufren este problema. Para ello, se puede contactar en los teléfonos 956 51 75 14 y en el 956 50 76 90.

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