El abandono de niños marroquíes con discapacidad, drama fronterizo

La frontera del Tarajal separa dos mundos, dos realidades, dos sociedades enfrentadas por su grado de riqueza. A uno y otro lado nacen niños, crecen, se desarrollan pero tienen distintas metas, están marcados por dificultades a distinto nivel. Nacer en Marruecos con una discapacidad física o psíquica supone un auténtico mazazo para familias que a duras penas pueden sacar a sus hijos adelante. Ser niño en la calle, sufrir un abandono y no poder servirte por uno mismo constituye un cóctel fatal. Por eso hay familias que ven el otro lado del Tarajal, nuestro lado, como la solución a un pozo sin fondo, a una realidad imposible, a una situación que les resulta insalvable. En los últimos cuatro meses, cuatro niños marroquíes han sido abandonados en Ceuta por sus propios progenitores. Cruzaron con ellos la frontera y buscaron el lugar idóneo para abandonarlos, marchando después a Marruecos. En ninguno de los casos se interceptó al adulto en la frontera del Tarajal, a pesar de haber entrado junto a un menor que ‘olvidaron’ en la visita. De esos cuatro menores, tres presentaban discapacidades físicas importantes y el cuarto ha sido el que mayor protagonismo mediático ha alcanzado, después de que el pasado 13 de agosto fuera abandonado por su propia madre en el centro comercial Parque Ceuta. Era la segunda vez que lo intentaba y en la segunda ocasión lo dejó, con una mochila a cuestas, abandonando después la ciudad en dirección a la frontera. Meses antes dos menores fueron abandonados por sus progenitores en la estación marítima. Uno de ellos aquejado de una patología que requiere tratamiento médico especializado. De hecho, entre sus pertenencias presentaba un informe sanitario. Se le encontró en el puerto. A pesar del circuito de cámaras operativo bajo control de la Autoridad y la existencia de un filtro constante en la frontera, nadie reparó en la unidad familiar ni en que, a su regreso a Marruecos, lo hacía fracturada: le faltaba uno de sus componentes, la menor. Hay otro caso más grave, el de un menor de 13 años que no puede caminar ni tiene siquiera posibilidad de control alguno, tampoco de sus esfínteres. Requiere de una asistencia médica constante y de una atención en un centro especializado. También fue abandonado en la ciudad tras haber cruzado en estas condiciones la frontera del Tarajal. Son protagonistas anónimos de auténticas historias dramáticas que se tejen a uno y otro lado del paso del Tarajal. Esa línea franqueable, demasiado permeable, que no solo divide la seguridad de uno y otro país sino que separa además dos mundos demasiado dispares, dos mundos en los que la pobreza más extrema ve, con solo burlar una línea, algo de esperanza para ser amortiguada. Hoy por hoy el centro de La Esperanza acoge a 159 menores. Son niños englobados en el término mediático de MENA. Muchos más de los que había años atrás. Conviven en un centro que no está preparado para funcionar como tal porque su construcción estaba orientada a que sirviera de albergue. Pero los errores del pasado llevaron a darle este uso y ahora menores de distintas edades conviven en mayor o menor grado de integración. Al margen queda una bolsa importante de menores extranjeros que no están identificados, que dan forma a esos particulares ‘invisibles’: niños que cruzan la frontera, que entran y que salen, que tienen una menor permanencia en la ciudad o que viven directamente en barrios y zonas para no ser detectados. El puerto es el que mayor presión recibe, pero esta misma semana la Policía recogía del centro a un grupo que llevaba semanas pernoctando en el entorno del extinto Cine África y en la plaza Azcárate, tras haber cruzado el espigón del Tarajal a nado. Es una realidad migratoria que existe en un mundo marcado por diferencias, por realidades que chocan, por situaciones económicas demasiado opuestas. Y en medio de una y otra están ellos: los niños. En detalle En datos 159 menores acogidos En la actualidad el centro de La Esperanza acoge a 159 menores, es una de las cifras más elevadas de los últimos años en los que se había mantenido en un pico de 80. Entre los casos de menores hay quienes llegan solos pero otros que los hacen con sus propios padres, quienes los abandonan. Situación dramática En algunas historias En los últimos meses se han producido abandonos de tres menores que presentaban una discapacidad. Dos fueron abandonados en el puerto, incluso uno de ellos con un informe médico en su maleta; hay un tercer caso de un padre que dejó a un menor de 13 años que carece de control alguno de su cuerpo, no puede ni mantenerse en pie. La comparativa Ceuta/Marruecos El nivel de renta a uno y otro lado de la frontera marca una diferencia demasiado brutal. Tal es así que muchas familias marroquíes con necesidades ven en la llegada de sus hijos a este lado de la frontera el objetivo para que puedan salvar sus vidas. Más aún cuando se trata de menores que tienen graves discapacidades físicas o psíquicas. En la ciudad hermana de Melilla se han producido también varios casos, más incluso que en Ceuta.