Colaboraciones

Educar entre columnas

El capítulo que se reproduce a continuación forma parte del número 8 de la "Revista Transfretana titulada Estrategias para el futuro de Ceuta",  editada por el Instituto de Estudios Ceutíes y cuyos ejemplares están a disposición del público. Los artículos han sido escritos por especialistas en cada tema y en este caso se presenta el primero de los trabajos mencionados.

El corpulento Heracles siente miedo por primera vez desde que su destino quedara fatalmente unido al de Euristeo. Llevaba ya a sus espaldas más peso del que como hombre pudiera soportar y como dios mereciera. Sus colosales manos estaban cubiertas de tanta sangre que apenas podía distinguir el color de la piel o el entramado de las vigorosas venas que circulaban bajo ella. Había matado al león de Nemea y a la hidra de Lerna, capturado a la cierva de Cerinea y al jabalí de Erimanto. Había sido enviado a sufrir la humillación más denigrante en los establos de Augías y se los confines del mundo. El hijo de Alcmena se dirigía al extremo más occidental del mundo conocido, a una isla rodeada de corrientes llamada Eritia. Más allá de las aguas inagotables debía encontrar a Gerión, nieto del mismísimo dios del mar, para arrebatarle el ganado de vacas rojas que poseía. Viajaba a través de las olas del mar profundo en busca de la recóndita isla donde el terrible monstruo tenía su casa. Helios le había proporcionado la nave. Él había buscado el canal abriendo en dos la cordillera continua que lo separaba de su destino final. Así fue como el océano, antes contenido por la mole de los dos montes, tuvo entrada a los lugares para expiar la execrable acción que lo devoraba por dentro, había domado al toro de Creta y robado las yeguas de Diomedes y el cinturón de Hipólita. En esta ocasión, el odiado Euristeo le había encargado viajar a que ahora inundaba y por los que navegaba hasta el final del mundo. Al desembarcar, caminó sigiloso por la montaña. Se detuvo a descansar. A la mañana siguiente prepararía un buen plan. No contaba con la sagacidad y el olfato de Orto, el perro de dos cabezas vástago de la temible Equidna. Habiendo sido descubierto por el perro, no le quedó más remedio que comenzar la guerra en ese instante. Golpeó duramente al animal con la maza y viéndolo muerto en el suelo, no tuvo tiempo de reacción cuando escuchó al vaquero Euritión, que se abalanzó contra él. Apenas mostró batalla, pues quedó herido de muerte al recibir también el vaquero el golpe definitivo de la maza del héroe. Heracles ya se sentía triunfador. Sin embargo, no había contado con que alguien pudiera haber sido testigo de las muertes de Orto y Euritión. Un pastor que apacentaba a su ganado cerca del lugar de la matanza vio lo sucedido escondido tras unos tupidos matorrales. Quedó maravillado al ver la corpulencia del héroe, que iba cubierto desde la cabeza con una espléndida y terrorífica piel de león. Cuando pensó que estaba a salvo, salió corriendo de su escondite y avisó a Gerión, que alcanzó a Heracles cerca del río Antemunte cuando ya se llevaba las vacas. Gerión tenía los cuerpos de tres hombres creados juntos, unidos por el vientre. Un ser dividido en tres desde los costados y los muslos. El héroe pudo embar- car al ganado, y mientras soltaba amarras apuntó con su arco firme matando a Gerión de un flechazo.

Tomándonos las licencias literarias propias que rigen la ficción, este relato po- dría ser parte de la historia novelada de la periégesis del héroe Heracles a su paso por el estrecho de Gibraltar. Las licencias pasan por saltar de las fuentes de Apolodoro a las de Estesícoro, respetando la conveniencia del relato. Asimismo, y según las fuentes que consultemos, Heracles habría separado los montes de Calpe y Abyla a fin de crear el estrecho de Gibraltar o habría levantado estas alegóricas columnas, una en Europa y otra en Libia, para conmemorar su proeza en las lindes del mundo conocido.

Sea como fuere, Heracles, Europa y Libia quedaron unidos para siempre desde antes de que la historia tuviera opción de ordenar los acontecimientos; desde el mito, el más ancestral modo de comprensión del ser humano. El periplo de Heracles en su búsqueda de Gerión se convierte así en una forma embrionaria de la realidad del ver- dadero espacio: una frontera, que quedará dignificada por el más importante de los héroes griegos.

En Ceuta, los ciudadanos convivi- mos con dos colosales estatuas dedicadas a Heracles y que fueron realizadas por el artista Serrán Pagán. El fragor de la activdad diaria apenas nos regala tiempo para detenernos ante ellas y observarlas con la necesaria mirada. Cuatro toneladas de extraordinaria belleza sabiamente situadas en el origen del mito. Una de ellas, cuya visión nos sobrecoge cuando nos adentramos a Ceuta desde el mar, se titula “La unión del mundo” y representa al semidios uniendo lo que había separado. La otra vigila el latido cotidiano de la ciudad desde la broncínea mirada del héroe y se titula “Las dos columnas de Hércules: Calpe y Abyla”. Con esta colosal obra, el artista rinde ho- menaje a su ciudad natal a través del héroe, y los habitantes nos congratulamos de esta εὐγένεια de Ceuta, un origen de innegable valor. Una frontera.

Las fronteras, además de ser la con- creción física de un concepto político, son barreras que provocan una marcada definición de las identidades. A través de las fronteras, los contenidos simbólicos de una cultura: la lengua, la religión, las prácticas culturales, las costumbres, se refuerzan en un intento definitivo de separar lo propio de lo ajeno, lo nuestro de lo que no lo es, poniendo el foco en la otredad como elemento del que debemos protegernos. En el siglo XXI queda evidenciado que los flujos personales y comerciales derivados de la globalización han abierto situaciones bien distintas a las planteadas por algunas políticas estatales y para cuya defensa dedicaron un considerable esfuerzo político y de inversión. Estos flujos humanos han debilitado enormemente el concepto de frontera creando escenarios cotidianos muy diferentes.

La natural idiosincrasia de Ceuta pasa por la multiculturalidad como ele- mento vehicular de la vida social de la ciudad. Durante años se ha venido realizando una nada despreciable pedagogía dirigida a la aceptación de esta multiculturalidad como la base de nuestra convivencia y, desde ahí, a todos los ámbitos de acción y reflexión, incluyendo de manera sobresa- liente a la escuela.

Sin embargo, no es la multicultura- lidad la que debe marcar el diseño de la ciudad en la que debiéramos convertirnos, sino que el desarrollo y el progreso pasa obligatoriamente por traspasar esta línea para dirigirnos a una verdadera interculturalidad partiendo de la asunción de Ceuta como ciudad fronteriza, validando así las conexiones vitales que conforman el verdadero relato cotidiano de la ciudad. El instrumento más valioso que poseemos para este proceso de lo que debiera ser una ciudad enmarcada en el progreso real y efectivo es la educación. Desde un punto de vista comunitario, las sociedades modernas comparten el logro de haber trascendido los esquemas tradicionales. Para ello se han valido de las conexiones e interconexiones del talento que habita en sus ciudades, aprovechando la riqueza que la situación política o geográfica les ofrece. La escuela es el locus naturalis para este cambio de paradigma.

Desde nuestro punto de vista, la educación que debe guiar la evolución de Ceuta como ciudad de futuro pasa por realizar un profundo análisis en tres elementos esenciales: la lucha contra la desigualdad, trabajar en y para el contexto y una evaluación de los errores que hemos cometido hasta ahora.

La desiguadad importa

Los datos ofrecidos por organismos e instituciones varias como el observatorio de la sostenibilidad o el instituto nacional de estadística colocan a Ceuta en el centro de la desigualdad. La situación es lo suficientemente grave como para no requerir de datos estadísticos y gráficos de barras para constatar la dispar realidad en la que se desenvuelve la población ceutí. Ceuta está en un grave riesgo de generar dos sociedades paralelas dentro de un mismo paisaje y que apenas compartan algo más que las coordenadas geográficas. La desigualdad económica y social tiene como inmediata consecuencia la desigualdad cultural y educativa. Podríamos debatir aquí si el estado de la educación en una sociedad es generadora o consecuencia del desequilibrio económico y presupongo que detrás de estas líneas habrá algún lector que haya decidido ya de antemano cuál es la institución, organismo o incluso go- bierno responsable de la desigualdad sobre la que ponemos el foco, incluso habrá quien tenga la tentación de concluir que la permanencia vital en una situación de desigualdad es meramente consecuencia de una decisión personal. Honestamente, pienso que vamos tarde para ese tipo de estériles debates. Lo cierto es que ninguna sociedad avanzada puede permitirse tener dos corazones latiendo a diferentes velocidades.

La educación en Ceuta podrá ofre- cer muchas carencias y absolutamente todas merecen una atención de reparo por parte de los responsables al frente de estas competencias, pero ostenta el mérito indiscutible de ser el único elemento compensador de las desigualdades que sufrimos en nuestra ciudad. Siendo esto así, la educación debe estar preparada para trabajar por la equidad y la igualdad de oportunidades. Autores tan renombrados como Marchesi han advertido que estamos obligados a reflexionar entre la diferencia que supone hablar de la igualdad de oportunidades de acceso al sistema educativo y la verdadera igualdad de oportunidades. Es el segundo escenario el que requiere una profunda reflexión en nuestra ciudad. Las dramáticas condiciones de partida de gran parte de nuestro alumnado ponen en riesgo los logros de éxito de alumnos y alumnas que esconden talentos y habilidades que no llegan a desarrollar en la escuela y que ahondan aún más en los grados de inequidad con los que ya convivimos. ¿Es realmente posible una educación igualitaria en una ciudad crecientemente desigual? Es un nuevo reto de nuestras escuelas dar respuesta a todos los estudiantes que se acerquen a ellas, considerando sus diferencias de partida. Nuestro sentido de la inclusión es amplio, al igual que lo son los objetivos que pretende alcanzar; sin embargo, es un error de enormes dimensiones dejar la responsabilidad de proponer estrategias para la equidad sólo en la educación. La filósofa Martha Nusbaum afirma que las capacidades básicas del individuo son el conjunto de oportunidades, normalmente interrelacionadas, que las personas tienen a su alcance para elegir, y a partir de ahí, para actuar. Esto es, no son sólo nuestras habilidades, sino que también están incluidas las libertades o las oportunidades, que se ven afectadas por el entorno político, social y económico. Este enfoque ayuda, sin duda, a comprender las consecuencias que la desigualdad y la injusticia social pueden provocar en el ser humano. Los docentes tenemos nuestra responsabilidad, nadie las elude, pero es a las administraciones a quienes corresponde diseñar estrategias que eviten la apertura de brechas insalvables que socaven el futuro de las personas que podrían aportar a nuestra ciudad valores incalculables si se dieran las condiciones necesarias. La reivindicación de la mejora de las prácticas educativas debe ir unida al objetivo de mejora de la ciudad, pues sin esta última cualquier mejora en el ámbito educativo será estéril. Desde el punto de vista pedagógico, la formación debe necesariamente entenderse como ascensor social. Es en este pensamiento en el que los docentes invertimos gran parte de nuestro esfuerzo en el diálogo diario con el alumnado, sin embargo, debemos reconocer, aunque nos provoque escozor, que parte de la sociedad más desaventajada puede haber interiorizado que el esfuerzo no sirve de nada, al menos no para ellos, y que el modelo de ciudad que tienen delante no responde a una igualdad real y efectiva. Si no se pone el foco en la desigualdad invirtiendo en el desarrollo de los barrios, en la mejora de la empleabilidad, en estrategias de aprendizaje colectivo, en una economía efectiva para la totalidad de la ciudadanía, la filosofía de la inclusión sobre la que debe sustentarse la cultura de nuestros centros educativos será papel mojado. Por compleja y lejana que parezca esta meta común, debemos entre todos diseñar políticas y prácticas que vayan destinadas a la superación de la desigualdad, porque cometeremos un error de insalvables consecuencias si acabamos normalizando el fracaso educativo de la ciudad y aceptando nuestra incapacidad para abordarlo. Debemos hacerlo por el futuro de nuestros niños y niñas. Debemos porque es la única política moralmente defendible.

Contextualiza es acertar

Mientras las políticas llegan, la escuela pública de Ceuta seguirá haciendo camino al andar. Ya hemos reivindicado aquí el valor de nuestros centros educativos en su intento por paliar los graves efectos de la desigualdad. Es una lucha callada, diaria y esforzada, pero se emprende con aperos tan rudimentarios que muchos de los que conforman ese batallón de defensa acaban enarbolando la bandera del desencanto y la frustración. No es de extrañar. Algunos docentes, muchos en realidad, han sido ca- paces de entender el entorno y reaccionar ante él. Han logrado extraer experiencias y conclusiones positivas, mientras que otros se han dejado llevar por el desánimo. No son peores docentes, simplemente se sienten impotentes.

Cambiar el contexto es la mejor ma- nera de cambiar a las personas. Mejorar las condiciones vitales del alumnado es acercarlos al logro de metas y al éxito. Mientras no avancemos en este sentido, nos arriesgamos a perder un caudal profesional del que no podemos prescindir.

Centrándonos en las estadísticas, la experiencia me dice que uno de los indicadores más relevantes en el que debemos poner el foco en Ceuta es el del abandono escolar temprano: jóvenes entre 18 y 24 años que abandonan los estudios y solo obtienen, en algunos casos, el título de la ESO. Según los datos de la última encuesta de la población activa (EPA) analizados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, en 2020 Ceuta registró una tasa de abandono escolar temprano del 22,8%, la segunda más alta de España, cuya media es del 16%, siendo la media de la Unión Europea de un 10,2%. El abandono escolar temprano está demostrado ser uno de los indicadores más asociados al riesgo de exclusión educativa. Este indi- cador es especialmente relevante porque demuestra una mortandad académica que no sólo tiene sus consecuencias en el ámbito escolar, sino que redunda en la calidad social en la que debemos desarrollarnos todos como comunidad. Deteniéndonos en el caso de Ceuta, y aun subrayando que los datos actuales significan una mejora considerable de casi dos puntos respecto a los de la última encuesta, esta pérdida de estudiantes tiene causas muy variadas que afectan tanto al contexto familiar como a la actitud y aptitud del alumnado, pero en gran medida al entorno social y económico en el que se desenvuelven. Las condiciones económicas y sociales de las familias son un buen predictor de los logros de los estudiantes. Atendiendo a las palabras de Martínez García (2013) la prevención de la exclusión educativa no es sólo asegurar que nuestros ciudadanos menores de edad alcancen un bien inmaterial, como es un determinado nivel educativo, sino también combatir la desigualdad a nivel social.

Volviendo a la elevada cifra de abandono de Ceuta y posando la mirada en el problema con una perspectiva sociológica, debemos interpretarla como lo que es, una pérdida de caudal humano con proyección de futuro que nos dejamos en el camino y que no logra avanzar a través de uno de los recursos más esenciales para la distri- bución de las oportunidades: el sistema educativo.


Uno de los caminos estratégicos para paliar la actual situación pasa por acercar al alumnado a la presente realidad de la ciudad y extraer del actual contexto salidas vocacionales que logren dar una respuesta bidireccional. Con estas enseñanzas, lograremos ofrecer una motivación educacional a nuestros estudiantes en riesgo de aban- dono escolar. De igual manera, la ciudad debe explorar nuevas vías productivas y de empleabilidad. Desde el punto de vista pedagógico, la mejora de la orientación profesional en nuestras escuelas junto con un progresivo avance en una formación profesional de calidad en Ceuta generará una adecuada reciprocidad entre nuestros estudiantes y la propia ciudad. Puesto que el valor del contexto es prioritario para el éxito de las actuaciones, necesitamos incidir en dos grandes líneas de actuación: de una parte, valorar los programas de se- gunda oportunidad para alumnos a punto de salir del propio sistema educativo. Estos programas deben ir unidos a la intervención temprana para poder actuar antes de que el alumnado quede desconectado del sistema. Programas como los de formación profesional básica comienzan a dar res- puesta a parte de nuestro alumnado en riesgo de exclusión escolar. Estos programas atendidos por profesionales involucrados con la formación necesaria para valorar y aplicar un currículum flexible acercan al alumnado al éxito educativo y a la autoestima necesaria para seguir avanzando en el logro de oportunidades.

Otra de las estrategias que deben ir unidas al desarrollo de nuestra ciudad es el crecimiento de ciclos de grado medio que ofrezcan salidas reales y adaptadas a las necesidades de nuestro alumnado. Sobra decir que la optimización de recursos públicos existentes para el buen desarrollo de las medidas que planteamos debe ser un eje central, junto con el fortalecimiento de las relaciones entre las diferentes institucio- nes. Esto se traduce en medidas concretas como una justa inversión en la educación ceutí, la mejora de espacios y la atención a la calidad y formación del profesorado implicado para que asuma un papel activo y responsable.

Necesitamos que la ilusión venza a la impotencia. De hecho, podemos poner el foco en las prácticas educativas que han generado una interesante fuerza renovadora y que han mejorado la situación de partida. Todas ellas tienen en común el haberse acercado al contexto. Tal vez debiéramos hacer uso de esas aisladas prácticas y convertirlas en norma.

En el curso 2019, un grupo de profe- sores de Formación profesional básica del IES Almina puso delante de los ojos de diez alumnos de formación profesional básica el reto de participar en la carrera de coches hiperbáricos que habría de celebrarse al año siguiente en la ciudad de Burgos. Para ello, debían realizar un plan estratégico de actuaciones, lograr financiación, diseñar y construir el vehículo, prepararse para el manejo y la conducción del coche y viajar hasta Burgos. Podría pensarse en un principio que eran retos inabordables para un grupo de alumnos que prácticamente había abandonado su formación y a los que la aceptación de obligaciones para el logro de un plan de semejante envergadura los iba a superar. Sin embargo, las expectativas del profesorado en ese grupo de niños y la disciplina que se autoimpusieron los alumnos generaron el espíritu de una responsabilidad compartida con un objetivo común. Después de muchos meses de trabajo y de no escasas dificultades, el equipo de alumnos logró participar en el Hiperbaric Challenge FP de Burgos y obtener una excelente posición general. Lo que este proyecto logró fueron dos objetivos claros y pedagógicamente rentables: de una parte, despertaron en el alumnado una vocación científico-tecnológica que podían desarrollar en su propio instituto realizan- do estudios superiores y de otra y mucho más importante, despertaron en ellos una razón para confiar en la educación como generador de oportunidades y ofrecieron a otros alumnos y alumnas en riesgo de exclusión educativa un ejemplo de logro con el que poder mantenerse dentro del sistema. De esos diez alumnos, convertidos en héroes locales durante varias semanas, seis lograron titular. Dos de ellos continúan realizando estudios superiores.

Trabajar en y para el contexto supone una transformación de la oferta educativa de la ciudad que de manera equivocada y basándose meramente en la inercia de las costumbres, ha copiado un patrón conservador y poco arriesgado: el bachillerato como óptima salida profesional. El bachillerato como etapa educativa no ofrece una respuesta amplia al alumnado medio ceutí, sin embargo, durante demasiados años, los docentes hemos visto en nuestras aulas alumnos y alumnas emocionalmente superados por una elección para la que no estaban preparados y a la que no habrían aspirado si el sistema se hubiera modernizado y adaptado a sus necesidades.

Con la actual crisis identitaria y eco- nómica que sufre la ciudad, se constata que Ceuta necesita un cambio en el modelo de crecimiento que pasa necesariamente por la mejora de la cualificación profesional de nuestra población. Asimismo, ha quedado evidenciado que hay una sobreabundancia de mano de obra poco cualificada, y en algunos sectores productivos, esta mano de obra es casi inexistente. De ahí la necesidad de disponer de una moderna y amplia oferta de grados medio de formación profesional que provoque la necesaria retroalimentación para Ceuta. Por un lado, esta oferta dará oportunidades adecuadas a las necesidades de gran parte de nuestro alumnado, y de otra estos futuros técnicos dotarán a su vez de mano de obra cualificada a la ciudad.

Durante los últimos tres años hemos avanzado sin duda en la buena dirección y el plan de modernización de la Formación Profesional que acaba de presentar el Ministerio de Educación y Formación Profesional parece ir en la línea que Ceuta necesita. Debemos generar una oferta formativa que contribuya a la búsqueda de nuevas líneas de empleabilidad en la ciudad y que ponga el foco en las posibilidades endógenas de Ceuta para poder construir un nuevo paradigma económico y social. Esto no sucederá sin un acertado diagnóstico de las necesidades y del diseño de un mapa de la oferta en la ciudad. Tampoco será posible si no logramos disponer de los espacios necesarios para un desarrollo de la oferta con calidad. Del mismo modo, se habrá de implementar una ardua labor de pedagogía dentro de la propia comunidad educativa que ayude a ofrecer una respues- ta razonada a la necesidad de este cambio en las salidas académicas del alumnado. Habremos de realizarlo a través de la orien- tación del alumnado, de las perspectivas del profesorado y de los propios centros, y las aspiraciones de las familias, todavía muy condicionadas por el valor de unas salidas frente a otras consideradas menos “exitosas”. Paralelamente, y no con menor intensidad, habrá que ir coeducando para reconducir las aspiraciones formativas de nuestros estudiantes por cuestiones de género y trabajar para que las salidas pro- fesionales fluyan en base exclusivamente a los talentos y habilidades, sin quedar supeditadas al encorsetamiento de los gé- neros, todavía demasiado marcados por el contexto social y cultural.

Sin duda, hay que continuar en la lí- nea de la modernización de nuestra oferta formativa e insistir en la necesidad de que las autoridades competentes consideren que los requisitos que estas actuaciones conllevan para ser exitosas son una acertada inversión del futuro.

En Ceuta la escuela convive entre lenguas, esto es, entre visiones diferentes de la vida, como decía Fellini: diferentes creencias, hábitos y costumbres. Esto debe llevar implícito deshacernos de la fijación de las identidades. Nuestra vida cotidiana se inscribe en entendimientos heterogéneos. La vida diaria de nuestras escuelas, las narraciones que se producen en ellas, desarticulan forzosamente los paradigmas de un relato único y oficial. Nuestra práctica debe necesariamente emanar de un profundo conocimiento de la realidad y de su adaptación a ella. Nuestra acción educativa será más exitosa cuanto más nos acerquemos al contexto de ciudad en la que la desarrollamos. Generaremos expectativas más amplias a nuestros menores cuanto más les hagamos comprender y valorar nuestro lugar de vida. Hacer de la mezcla riqueza y de la frontera una oportunidad. Se trata de atender a nuestro contexto en el sentido más amplio del término. La ac- ción educativa que más éxito nos ofrecerá es aquella que logre flexibilizar y adaptar el currículum, que organice programas y tareas comunes en torno a la comunidad, que logre la participación de todos dentro del entorno, no escolar, sino de ciudad, lo- grando inculcar el valor del conocimiento del otro como propio.

Nuestra interculturalidad fronteriza debe necesariamente considerarse un valor si cambiamos la mirada. Para ello, nuestra práctica educativa debe estar preparada para adentrarnos en terrenos inexplorados, como por ejemplo el acercamiento lingüístico a la lengua con la que convivimos. Sólo desde el conocimiento surge el amor a lo que se desconoce en un principio.

En 2017, el IES Clara Campoamor diseñó estrategias para lograr implicar a las familias en la vida del centro. El objetivo principal era incentivar la participación de las familias dentro de la comunidad educativa del instituto. Una de las actividades que pusieron en marcha fue la creación de unos talleres de Dariya para profesores y profesoras. Para ello, contaron con la participación de un grupo de madres que acudían al centro por turnos y con un hora- rio previamente establecido. De este modo, las madres actuaban como profesoras de los profesores de sus hijos compartiendo aula en el mismo horario en el que los alumnos atendían a sus clases. Las sesiones se prep raban periódicamente e incluso se consen- suaron los temas de interés. Los docentes eligieron unidades de aprendizaje como los saludos, expresiones de la vida doméstica, expresiones para interactuar en el aula, y vocabulario propio de los jóvenes a los que enseñaban. Cuando se les pregunta por el éxito de este proyecto, lo valoran como muy positivo por dos razones principales. Primero por los lazos de convivencia que se generaron en la comunidad educativa del centro y en segundo lugar por el valor que supuso el acercamiento a la lengua materna de la mayoría de su alumnado. Otro de los beneficios de este proyecto es que estas ac- tividades lograron empoderar a las mamás de los alumnos y alumnas, pues entraban al centro con un objetivo mucho mayor que el de interesarse por el desarrollo de sus hijos o atender alguna infracción de las normas de convivencia. Entraban en el instituto cada mañana formando parte de la dinámica del centro en igualdad de condiciones y todo esto sucedía ante la atónita y orgullosa mirada de sus hijos e hijas.

No sólo a través de la experiencia del IES Clara Campoamor sino de algunas otras, aunque escasas, se constata que el conocimiento de la lengua materna por parte del profesorado se traduce en una muestra de cercanía bien recibida. La lengua materna configura nuestro cerebro y con él nuestras emociones. El conoci- miento de una lengua es una invitación al conocimiento de los individuos.

Experiencias como la que acabamos de relatar y otras que se centran en el co- nocimiento real de cuantas culturas nutren nuestras escuelas, son experiencias vitales para los futuros adultos que habitarán nuestra ciudad. La escuela tiene como principal objetivo convertirse en espacios donde aprender a convivir y formar parte de un proyecto común de ciudad. Aulas comprometidas con la heterogeneidad, el contexto social y con una doble mirada a cada lado de las columnas que nos marcan son la clave para no dejar a nadie atrás. Luego habrá de venir una mejora metodo- lógica, pero la experiencia me dice que, sin esa primera aceptación, las metodologías, la mejora de la evaluación y la integración de las familias, no acaban de sentirse como necesarias. Fernando Trujillo afirma que somos organismos que aprenden y que nuestro entorno es una fuente constante de aprendizajes. Sin duda, la calidad de los profesores en lo que se refiere a la capacidad de crear una verdadera cultura de aprendizaje y mejorar las habilidades para construir el conocimiento de nuestros niños y niñas es decisiva para el desarrollo de los estudiantes ceutíes que se enfrentan al proceso de enseñanza. Reconocer que no estamos preparados para el reto puede resultar excesivamente espinoso incluso para la que escribe estas líneas, pero al menos debiéramos comenzar a reflexionar si no sería una apuesta valiente comenzar a explorar territorios desconocidos.

Aprender de lo no logrado

Aprender a solucionar un problema con un método no significa dar la solu- ción, sino aportar pistas que nos dirijan a encontrarla. Abordar los malos resultados educativos de nuestra ciudad no debe llevarnos al desánimo sino a la convicción de que podemos buscar salidas para la mejora. No queremos dejar de observar aquí que vamos avanzando, aunque no a la velocidad que los resultados nacionales o internacio- nales nos marcan. Las pruebas de diagnós- tico aplicadas por el instituto nacional de evaluación educativa a nuestro alumnado de 3º de primaria, las únicas que se aplican en este momento, recogen progresos que no debemos pasar por alto. Sin embargo, no podemos dejarlo todo a la espera de una mejoría lenta, aunque progresiva.

Para la mejora real y consensuada de nuestros resultados, y por ende, de la calidad educativa de Ceuta, es esencial establecer un plan estratégico para la educación en nuestra ciudad. Es obligado punto de partida definir la situación actual y establecer el horizonte hacia el que nos queremos dirigir, con el diseño de actuaciones concretas que se han comprobado como válidas para la mejora: la dotación de los recursos necesarios para la inclusión educativa, la flexibilidad y modernización de la oferta para nuestros jóvenes, la mayor participación e implicación de las familias, poner al servicio de la educación los espacios necesarios, la coeducación, la implementación de nuevas metodologías aplicadas al contexto, la flexibilidad del currículum y tantos otros temas sobre los que se debiera debatir y consensuar acciones precisas y eficaces emanadas de nuestras propias necesidades y con la mirada puesta en el contexto. Aceptar que estamos ante un reto de enorme dificultad nos colocará definitivamente en el conflicto, pero es precisamente aceptando el conflicto como podemos salir de la resignación que pueda llegar a impedir la búsqueda de soluciones.


Los docentes también estamos obligados a hacer nuestra propia reflexión, no desde la perspectiva de nuestra actuación individual, sino desde la complejidad de la colectividad docente. Los docentes que necesitamos para este reto son los que han aprendido a valorar la formación y la potencialidad que aporta el conocimiento y el manejo didáctico. Existen actitudes, el potencial también está ahí y cada vez son más los que con posicionamientos valientes han retado al poder de la inercia y han adaptado la metodología, el currículum y la evaluación, los tres pilares esenciales del cambio para la mejora. Sin embargo, el discurso de la resignación sigue resonando fuerte. Corremos el riesgo de acomodarnos al discurso de que los obstáculos vienen del exterior y no hemos tenido la valentía de mirarnos a través del prisma de la objetividad y la sinceridad profesional. A veces, los principales obstáculos son los que nosotros mismos erigimos. Los docentes que mejores resultados obtienen son los mejores formados, los que han comprendido que para actuar en el contexto del que parten necesitan estar entrenados para la acción, la diversidad y la resolución de conflictos. No podemos apostarlo todo a la formación del profesorado, sobra decirlo, pero la reflexión conjunta, el trabajo colaborativo y un proyecto educativo ilusionante son las herramientas más valiosas con las que contamos para prepararnos a trabajar cuando las situaciones se tornan complicadas.

El análisis sobre lo que no hemos lo- grado hasta ahora no puede apartarse de la idiosincrasia de nuestra situación educativa y debemos cuestionarnos con valentía si las respuestas que se están dando son las idóneas o, como sospechamos, la excesiva centralización administrativa impide la verdadera contextualización que la situación requiere. Tampoco las autoridades locales pueden mantenerse al margen. Ceuta se proclama ciudad educadora: “La ciudad educadora renueva permanentemente su compromiso con la formación de sus habitantes a lo largo de la vida en los más diversos aspectos”

Este principio aparece el primero en la proclama de los derechos de las ciudades educadoras. Los objetivos que tenemos por delante apelan por igual a todas las administraciones si de verdad tenemos expectativas en nuestra propia población. Si las hemos perdido, estaremos entonces en otro debate bien distinto y la resignación habrá vencido.

El doloroso y recurrente término de nuestro fracaso escolar ha provocado un rosario de teorías que oscilan de las más simplistas a las más complejas. Hay estudios que focalizan en factores sociales, culturales o lingüísticos, otros se centran en políticas institucionales ya sean centrales o locales, como si al seccionar el problema geográficamente, pudiéramos también repartir la cota de responsabilidad. Mientras todo eso se comenta y analiza, la comprensión se hace tan compleja para los agentes educativos que están en las aulas, que se sienten desbordados para acometer el asunto, sintiendo que no hay posibilidad alguna de reducir su incidencia en los contextos reales de trabajo y con la sensación de que la solución vendrá de otros. Así se van sumando los días, los cursos y los años. Pero, para el bien de nuestra ciudad, los centros educativos siguen abriendo sus puertas cada día, trabajando por defender la educación con un compromiso ético y moral con los menores a los que recibe, a sabiendas de que conforman la invisible y delicada red que sostiene el amenazante peso de la desigualdad en la ciudad.

Mientras los asuntos mayores encuentran el intrincado camino de la decisión y el consenso, la voluntad y la vocación van ofreciendo soluciones improvisadas convirtiendo lo menor en lo más importante. Por ahora, el peso de Atlante lo sostienen los centros educativos.

En virtud de lo aprendido

Llegados a este punto, se hace ne- cesario dibujar un horizonte al que saber mirar de frente y con sabiduría para lograr mejorar. No es nuestro objetivo solemnizar sobre el valor de la educación. Ese itinerario es sencillo. Debemos atrevernos a unir reflexión y acción y marcar un derrotero para desarrollar un nuevo modelo de ciudad que se sustente en la formación y la mejora de la educación. Hemos comprobado e interiorizado que Ceuta está inmersa en una crisis de desconocidas dimensiones, asumirlo sería el mayor error que podamos cometer. Frente a esta situación tenemos dos caminos: la queja o la reinvención. Audentes fortuna iuvat, escribió Virgilio en la Eneida, un monumento literario atemporal que anima a la osadía y a huir del devenir de los acontecimientos. La causa merece el atrevimiento común: ser capaces de apostar por el desarrollo educativo de Ceuta con el fin de buscar un nuevo orden social, cultural y económico. La experiencia la tenemos, el potencial está ahí y las posibilidades educativas son válidas y factibles.

Para ello, el trabajo colaborativo entre todas las autoridades competentes en la gestión de la ciudad se hace indispensable, y junto a ellas toda la sociedad civil con la comunidad educativa al frente. A partir de ahí, y con el fin último de colaborar en la búsqueda real de soluciones verdadera- mente transformadoras, hay que planificar el diseño de un proyecto ilusionante de mejora, un plan estratégico que incluya la definición de intenciones, objetivos y acciones.

Es esencial igualmente que las políti- cas que se diseñan desde el Ministerio se asienten en el contexto real de la ciudad, ajustándose a las oportunidades que su- ponen la aplicación de actuaciones cuya exploración pueda derivar en la mejora de los resultados globales. El refuerzo de programas de segunda oportunidad como la formación básica, la orientación al alumnado a pruebas de acceso que logren la reincorporación a la formación, la apuesta por ciclos de grado medio como salidas motivadoras ante el abandono educativo, planes estructurados de compensatoria, medidas que favorezcan la inclusión o un programa consolidado dirigido al tránsito entre etapas son algunas acciones factibles que suponen sin duda una mejora educativa. No podemos dejar de considerar la mejora pedagógica que supondría la bajada de ratios en centros de especial dificultad.

El nuevo plan de modernización de la formación profesional propuesto por el Ministerio de Educación y Formación Profesional es sin duda una estrategia muy valiosa a la que nuestra ciudad debe aferrarse para la reactivación social, cultural y económica, vinculando estas acciones formativas a la mejora de la ciudad. Para generar nuevas oportunidades educativas la ciudad necesita encontrar espacios que poner al servicio de los objetivos marca- dos. De nuevo la concertación de todas las autoridades es clave.

El contexto es el entorno material que nos rodea y, por ende, la base sobre la que desarrollamos nuestra actividad en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Hay sobradas evidencias de que nuestro alum-nado encuentra un valor añadido a lo escolar cuando las actividades de aprendizaje forman parte de sus actividades sociales y del entorno que los rodea. La interacción con el contexto en el que se desarrolla la labor docente es, como hemos visto, una apuesta firme para la mejora, al igual que lo es la formación permanente del profesora- do. Nuestra formación es la única estrategia posible para lograr una mejor adaptación de la docencia a la realidad del aula. Nos atrevemos a afirmar que, por encima de nombres de pedagogías, innovaciones o métodos, son las necesidades y la realidad del alumnado, su contexto y sus dificultades las que debieran definir nuestras prácticas docentes. La innovación educativa no es valiosa si no se sustenta en el objetivo de la adaptación para la mejora.

Uno de los objetivos más perseguidos por los docentes de nuestra ciudad y a los que dedican gran parte de su tiempo cada día es inculcar al alumnado el sentido de la responsabilidad hacia el proceso de formación y el logro de metas que mejoren sus expectativas personales y profesionales. Los docentes no pueden quedar solos ante un reto de tan enorme calado. Las instituciones y la sociedad civil en su conjunto deben dar voz al mismo mensaje, y de manera muy especial las asociaciones de padres y madres. La familia en este acompañamiento es imprescindible, porque su natural función como primeros transmisores de los valores culturales y sociales no puede ni debe ser sustituida en la escuela. El papel de las familias en el proceso educativo de nuestros menores tiene unas consecuencias definitivas en el desarrollo general de la educación. La escuela no puede educar a los futuros ciudadanos en soledad. La implicación familiar es necesaria, y sin ella el esfuerzo docente queda desprovisto del impacto necesario. Es necesario, por ello, su implicación como agentes activos, responsables y participativos. La educación es cosa de todos y en ello nos va el futuro como ciudad.

Hay un cuento que me gustaría narrar para terminar nuestra reflexión: Un profesor llegó un día a clase con un frasco vacío. Lo llenó de piedras grandes y preguntó a sus alumnos si ya estaba repleto, a lo que ellos respondieron que sí. A continuación, lo llenó de arena y les volvió a hacer la mis- ma pregunta. Ellos respondieron de nuevo afirmativamente. Aun así, el profesor vertió agua en el envase y volvió a preguntar si el tarro estaba lleno. Los alumnos, desconcertados, quisieron saber qué es lo que el profesor les quería mostrar con ese peculiar experimento. “Si primero llenamos el frasco con cosas pequeñas, luego será imposible poner las piedras grandes”.

Ceuta, en su sentido más amplio, atraviesa una grave crisis que está removiendo sus cimientos. Quiero pensar que el interés común es la mejora de la situación, sin embargo, hemos de llegar a la evidencia de que debemos poner primero las piedras grandes. Esas piedras son la educación y la equidad. No dudo que se habrá de llenar el frasco con otros elementos también necesarios, pero serán menores. Ceuta demanda un sentido de la educación que impregne a toda la ciudadanía. Instituciones, adminis-traciones, agentes sociales, familias e individuos deben ponerse al servicio de este sagrado pilar como amparo y garantía de nuestra supervivencia como ciudad avanzada y de futuro. Es ahora o nunca. De otro modo, la frontera no sólo será un problema en nuestro imaginario como ciudad, sino que corremos el riesgo de generar nuevas fronteras dentro de la propia ciudad.

Ceuta, por su situación geográfica y política está acostumbrada a lidiar con la incertidumbre. Somos un laboratorio, hemos aprendido antes que los demás el sentido de la convivencia, de la inmigración, del surtido sonido de las lenguas. Debemos avanzar hacia la convivencia real y efectiva, hacia la igualdad de oportunidades, hacia la interculturalidad como muestra de riqueza social, hacia la equidad. Esa y no otra es la ciudad a la que debemos aspirar, porque es lo que éticamente merecemos.

Me declaro admiradora de Ginés Serrán y su mudanza del mito. Somos lo que somos. Nos colocaron aquí la mitología, la historia y la política. Heracles se esfuerza, ante nuestra impasible mirada, por recomponer lo que dividió, por unir las columnas en los confines de occidente. Hoy tiene encomendado un trabajo más: unir desigualdades, políticas, latidos, objetivos y pensamientos. Quizás “Heracles y la unión del mundo” deba ser la escultura que presida el corazón de nuestra ciudad.

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