Especialmente complicado es el mundo educativo, máxime en tiempos de recesión. Lo peor es cuando su problemática se utiliza como arma política arrojadiza. Lo estamos viendo últimamente. Que hay que aspirar y exigir una enseñanza de calidad, en eso estamos todos de acuerdo. Pero cuidado con los matices o con las salidas improcedentes o interesadas.
De la manifestación del pasado día 22, por ejemplo, me llamó la atención una frase del presidente de la FAMPA. “No vamos a dejar que desmantelen la Escuela Pública”. Hombre, Mustafa, el término ‘desmantelar’ suena a oportunismo. O, cuando menos a auténtico disparate. Con sus carencias y olvidos, ni siquiera el régimen franquista pensó en tamaña barbaridad.
Días después, el secretario de Educación del PSOE ceutí nos anuncia que su partido activará “pronto”, una campaña “propia” de “difusión, defensa y promoción de la enseñanza pública”, con el objetivo de “parar el hachazo que [el PP] pretende darle al sistema educativo prestigioso y de calidad que tanto nos ha costado crear a todos”. Sí, pero menos. Pese a haberse duplicado los recursos en la última década, ahí están los resultados: uno de los mayores fracasos escolares en la órbita de la OCDE, los desoladores informes de PISA o el propio dato de que ninguna de las 80 universidades españolas, demasiadas sí, se encuentre entre las más importantes del mundo. Hechos evidentes ante los que nadie osó movilizarse en ningún momento, y esto en un país de los más desarrollados del planeta.
¿De dónde sacar recursos para frenar esos recortes que movilizan a sectores de todo el país? Ahora mismo no los hay. Se recauda bastante menos en impuestos, los préstamos están por las nubes con esa prima de riesgo que, imparable, avanza alegremente por encima del terrorífico índice de los 500 puntos. La utopía parece apoderarse de determinados ciudadanos como si los gravísimos problemas financieros del Estado no existieran. Y de fondo, la demoledora cifra de los 5 millones y medio de parados.
No a los recortes en Educación y Sanidad, por supuesto. Pero para ello reivindíquense con posibles soluciones, ninguna de las cuales creo haber oído con la intensidad que el hecho merecería en cualquiera de toda esa marea de protestas. Suprimamos de un plumazo el Senado con sus traductores y demás parafernalias, acabemos con las embajadas de las autonomías en el exterior, con las diputaciones, con tantas duplicidades administrativas, con esa legión de asesores y puestos de libre designación, con el derroche de determinadas televisiones autonómicas, con tantos coches oficiales, dietas, tarjetas visa… Por ahí, sí. Por ahí, quizá, podríamos ver la luz.
A nivel local, las aguas parecen bajar más calmadas. Se habla de que la suavización de determinadas medidas urgentes de racionalización del gasto público en Educación en el cupo docente local podría permitir salvar muchos puestos. Lo de la ratio es otra historia. La eterna asignatura pendiente. Determinados centros de Primaria seguirán a tope a diferencia del resto.
Optimismo también con la recuperación de la unión de las vacaciones de Semana Santa con las de la mal llamada Semana Blanca. Los cambios en la cúpula de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial juegan ahora a favor de las propuestas de sindicatos y del Foro, de las bendiciones de la FAMPA y de un importante sector del profesorado. No así de muchos padres, por lo de qué hacer con sus hijos esos días. Oiga, que los colegios no son guarderías. Si hablamos de razones pedagógicas es otra cuestión. Ya me expresé así en su día, porque nunca me pareció acertado tal calendario. ¿Y el común denominador de los padres, qué piensa de todo esto? Dos lectores, vecinos y amigos, me piden que insista en lo que decía semanas atrás, que se haga una encuesta a los progenitores a pie de centros, a ver qué resulta. Difícilmente podrá contentarse a todo el colectivo con este asunto.
Como el hecho de que aún viviendo junto a un determinado colegio o en su zona, haya padres que no puedan escolarizar a sus hijos en él, ni aún aumentando la ratio, como se ha hecho, víctimas del azar de un sorteo. Ha sucedido y seguirá sucediendo. Y vuelve a hablarse de empadronamientos ficticios, del derecho a acogerse al ideario religioso de acuerdo con sus creencias, y de descontentos. Tiempo atrás supe de quienes pretendían abrir un centro totalmente privado de Primaria de una sola línea, en principio con la Educación Infantil. La crisis parece que ahuyentó a sus promotores. Como con la construcción de algún nuevo centro público. Claro que esta carencia viene ya de demasiado lejos y del olvido de varias administraciones educativas.