Ceuta está sufriendo el que ha sido el incendio más grave conocido, con la quema de más de 60 hectáreas. Ese dato se conocía por la mañana, pero de tarde se producía otro incendio distinto, con otro foco pero en el mismo lugar, que volvía a azotar el corazón de García Aldave, provocando además el desalojo de los vecinos de Serrallo y Cabrerizas Altas. La Guardia Civil está investigando los hechos, oficialmente nadie se atreve a decir si estamos ante la existencia de un pirómano, una mano negra que está causando estas quemas o, por contra, son casos diferentes en su provocación y hay otro actor distinto. Es pronto para arrojar conclusiones que no tengan un sustento que ayuda a informar con la seriedad debida. Ahora lo que hay que hacer es dejar trabajar a los que saben. La Benemérita investigando y los Bomberos dándolo todo como llevan haciéndolo desde el sábado. Por algunos sectores han sido criticados. La verdad es que desde el primer momento se estuvieron dejando la piel, enfrentándose a las llamas, pero la magnitud del siniestro fue de tal envergadura que no podían más. No se puede hacer crítica alguna a su labor porque sería mentir, lo que cabe entender es que todo alcanzó unas dimensiones imposibles de ser atendidas y absorbidas por los medios habidos en Ceuta. El Gobierno tendrá que hablar hoy, que dar sus versiones sobre lo que ha sucedido este fin de semana. Pero también podrá empezar de una vez a reflexionar sobre por qué no se permite que, ante sucesos de este tipo, el helicóptero con base en Ceuta pueda ser empleado para arrojar agua, en vez de esperar la llegada de medios aéreos que, como siempre, para cuando llegan la mayoría está perdida.