Cuando pensábamos que este año nos habíamos librado en Ceuta de los grandes incendios que han arrasado buena parte de nuestro país y del resto de Europa, ayer se inició en el entorno del mirador de Isabel II el mayor incendio forestal en la historia de nuestra ciudad. La extensión quemada supera las ciento treinta hectáreas, lo que supone una superficie muy importante de los espacios naturales de Ceuta. El valor e importancia de este patrimonio natural mereció, en el caso del monte de García Aldave, su temprana declaración como Monte de Utilidad Pública en el año 1934 y su inclusión en la Red Natura 2000 de la Unión Europea de un sector significativa de este este espacio natural. Ambas declaraciones, alejadas en el tiempo, llevaban aparejadas el compromiso de las autoridades locales de redactar planes de ordenación y gestión que establecieran los usos permitidos y la dotación de los medios necesarios para garantizar la protección y conservación de nuestra rica y frágil biodiversidad. Sin embargo, las distintas corporaciones locales han rehuido su obligación hasta el punto que la Unión Europea ha levantado acta de infracción contra el gobierno de Ceuta por el incumplimiento de su obligación de redactar y aprobar el PORGN (Plan de Ordenación y Gestión de los Espacios Naturales) del territorio ceutí incluido en la Red Natura 2000. Estamos hablamos de una superficie cercana a un tercio de la extensión de nuestra ciudad.
La falta de ordenación de los espacios naturales ceutíes es extensiva al conjunto de nuestra ciudad. A pesar de nuestro limitado territorio y del amplio presupuesto que gestiona la Ciudad Autónoma de Ceuta, la pequeña, dulce y marinera ciudad de Ceuta vive inmersa en el caos. No hemos sido capaces de establecer una mínima ordenación urbana -por razones históricas que merecerían un extenso comentario- y por una negligencia política prolongada en el tiempo. Muchas barriadas han crecido sin un previo proyecto de urbanización y sin dotaciones básicas, como una red de saneamiento y distribución de agua. Las amplias zonas ocupadas al margen del ordenamiento urbano han generado en su entorno focos de vertederos incontrolados y graves problemas en su interior de habitabilidad y dotación de servicios fundamentales como los de limpieza. Esta falta de limpieza es cada vez más acuciante en Ceuta, y la he notado de manera especial al estar un tiempo prolongado fuera de nuestra ciudad este verano. Al volver a mi querida tierra me ha resultado especialmente llamativa la cantidad de basura que se puede observar fuera de las calles más céntricas de Ceuta. Según nos alejamos del centro, el volumen de residuos crece a ritmo exponencial, concentrándose en el borde que separa lo urbano de lo natural.
La mancha de caos y desorden no deja de extenderse sin que las autoridades sean capaces de contenerla. Parece que nos hemos habituado a la quema diaria de contenedores y coches, así como a los tiroteos entre bandas en distintas barriadas de Ceuta. Vivimos inmersos en un terrorismo de baja o media intensidad que está suscitando un sentimiento de miedo e inquietud en el conjunto de la sociedad ceutí. Tal sentimiento va poco a poco mermando nuestra esperanza en el futuro de nuestra ciudad y afectando a nuestra calidad de vida. Estos pensamientos tendemos a arrinconarlos en nuestro inconsciente personal para evitar que nos provoque un daño permanente en nuestro estado de ánimo. El único consuelo posible sería recuperar la confianza en nuestras administraciones para recuperar el orden perdido. Lo cierto es que hasta los más ingenuos han perdido esta confianza y prefieren refugiarse en sus asuntos personales sin inmiscuirse en la vida cívica colectiva.
El incendio intencionado que al final de esta semana ha quemado una parte muy extensa de la superficie forestal de Ceuta supone un salto cualitativo en el ecoterrorismo que sacude a Ceuta desde hace mucho tiempo. Los terroristas de nuestra ciudad son grandes amantes del fuego, símbolo e instrumento de la destrucción y el caos. Por desgracia, nuestros valientes y aguerridos bomberos se tienen que enfrentar a diario con las llamadas provocadas por unos desaprensivos interesados en sembrar el miedo y el caos en Ceuta. Cada día resulta más evidente que detrás de esta violencia de bajo o medio grado subyacen determinados intereses determinantes para el futuro de Ceuta. Todo apunta a que algunos desean que los ceutíes desconfíen del futuro de Ceuta y abandonen la ciudad. Igual somos mal pensados, pero puede que las mismas mentes que idearon la entrada masiva de miles de personas a mediados del mes de mayo del pasado año sean las que alimenten esta violencia de baja o media intensidad con el propósito de desestabilizar nuestra ciudad.
El único medio para combatir el caos es incrementar la dosis de organización. Ya es hora de romper la dinámica de desorganización en la que llevamos inmersos desde hace muchos siglos. La política no puede ser un continuo ejercicio del capricho y la improvisación del preboste de turno. Necesitamos contar con una hoja de ruta colectiva que nos lleve hacia un escenario distinto al actual y más acorde con la defensa y emergencia del espíritu latente de Ceuta. Contar con un plan estratégico no vale de nada si éste sigue asentado sobre los mismos principios economicistas y desarrollistas que conducen la sociedad desde hace mucho tiempo. Frente a los que imaginan una ciudad que agote al máximo su capacidad de ocupación urbana, construyendo rascacielos y ganando terreno al mar, otros venimos defendiendo un verdadero renacimiento cultural ejerciendo la facultad de revalorar y repensar nuestro pasado en función de su mayor capacidad de desarrollo en nuestro presente y en nuestro futuro. Al pasado al que nos referimos es, entre otros, el de una ciudad, la Ceuta del siglo XIII, en la que florecieron la ciencia, la sabiduría y el arte.
Nuestros paisajes están siendo destruidos y alterados sin piedad desde hace décadas con la connivencia de las autoridades y de buena parte de la sociedad que prefiere mirar a otro lado ante tantos desmanes. Necesitamos una expiación moral por tantos siglos de explotación y profanación inhumana del territorio ceutí. La única manera de saldar la cuantiosa deuda que tenemos pendiente con el espíritu de Ceuta por todo el daño que le hemos causado es revertir todos nuestros errores mediante el recultivo y remodelación de nuestros paisajes que han ido pasando del verde al negro incendio tras incendio. Tenemos la oportunidad de hacerlo, pues la Unión Europea va a librar enormes cantidades de fondos públicos precisamente con el objetivo de avanzar hacia la transición ecológica que se hace cada vez más perentoria. No tiene el más mínimo sentido que nos estemos quedando sin montes debido a su abandono y a los continuos incendios y que el gobierno autonómico pretenda malgastar estos fondos para una innecesaria ampliación del puerto deportivo o al descabellado proyecto de una escuela de pilotos de helicópteros. Este dinero podría invertirse en reducir el desequilibrio en dotaciones y equipamientos entre el centro y la periferia; y entre la ciudad y el campo. Este último, si no lo remediamos, terminará transformándose en un erial carente de vida. Para evitarlo urge diseñar e implementar un ambicioso proyecto de restauración ambiental y reforestación de nuestros montes y de nuestro borde litoral. Tal proyecto podría hacer la función de un verdadero corazón de la transformación del mundo exterior e interior de Ceuta. En esta iniciativa deberíamos implicar a todas las generaciones de ceutíes, en especial a los más jóvenes, deseosos de realizar un trabajo que les saque la desesperanza y la apatía y que, al mismo tiempo, dignifique y aporte sentido a sus vidas. ¿Qué puede resultar más gratificante que devolver la vida a la ciudad que te vio nacer y a la que amas? Si fuéramos capaces de lograrlo podríamos decir con orgullo que fuimos la generación que, como el Ave Fenix, resucitó entre las cenizas.
Gran articulo José Manuel, no se puede wxponer más claramente la lamentable situación que vivimos en nuestra querida Ceuta.