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Es evidente que la economía de esta ciudad vive en gran parte del comercio con Marruecos, de las compras que ciudadanos de este país realizan cada día en establecimientos de Ceuta
Uno de los acertados consejos de Arthur Bloch dice así: “Nunca se suelte de donde esté agarrado hasta que se haya agarrado a otra cosa”. Se trata en realidad de una recomendación de Perogrullo porque es evidente que debe hacerse así. Y no obstante, en Ceuta estamos actuando de tal forma que por lo visto se ha decidido abandonar un sistema económico que funciona, antes de disponer de una alternativa.
Es evidente que esta ciudad vive en gran parte del comercio con Marruecos, de las compras que ciudadanos de este país realizan cada día en establecimientos de Ceuta. Según algunos que se quedan cortos, hasta un 60% de la economía local depende de esta actividad y, a pesar de que muchos opinamos desde hace años que debía existir una alternativa a este monocultivo, lo cierto es que los planificadores de nuestra citada economía no han encontrado aún esa alternativa deseable. Y todos los datos parecen indicar que se ha decidido ir cortando ese comercio sin previo aviso, condenando así a cientos de comerciantes a cerrar sus negocios o reconvertirse a costa de un nuevo endeudamiento o de la ruina. Y hablamos de comerciantes serios que cumplen sus obligaciones fiscales y laborales. Los otros deberían haber sido regularizados por la Administración hace tiempo, como pidieron reiteradamente las organizaciones empresariales.
La razón que parece esgrimirse para llevar la actividad económica a ese callejón sin salida es la seguridad. Argumentan algunos que más de treinta mil compradores diarios son imposibles de controlar, que los citados controles de entrada se hacen inviables a pesar de las inversiones realizadas en la frontera y que, entre esos miles de visitantes, se cuelan delincuentes que alteran la paz ciudadana. Así, mezclando economía y seguridad se llega a solucionar el dilema: si suprimimos el comercio con Marruecos, gozaremos de una envidiable tranquilidad, como aquella que tenía Ceuta en otros tiempos.
Por mi parte, niego la mayor. Se cerrarán los pasos de mercancía, el estatuto de territorio franco aparecerá en la papelera, las mercancías serán decomisadas a pesar de lo legal de su origen, produciremos cientos de parados y seguiremos teniendo la misma o parecida inseguridad de que disfrutamos en estos momentos. La alternativa no es seguridad o economía porque precisamente la ruina económica traerá, en mi opinión, más inseguridad y otras consecuencias incluso peores.
Sector público y sector privado
Todas esas mercancías que ahora se están dejando de vender por los problemas fronterizos, han pagado sus ipsis correspondientes. Están inmóviles en las estanterías de los comerciantes porque los clientes son perseguidos (sic), pero los empresarios han adelantado los impuestos locales que las encarecieron hasta en un diez por ciento. Incluso el Ayuntamiento ha visto bajar sus ingresos por el descenso en las cifras de compras de los empresarios, con razonable alarma de los responsables del área. Pero nuestro municipio ha reclamado a Madrid sus déficits de ipsi y estos se cubrirán vía presupuestos generales del Estado.
Pero y a los comerciantes honrados ¿quién les financia los stocks pendientes de vender encarecidos por el ipsi? ¿quién paga a sus empleados? ¿quién abona las indemnizaciones por despido cuando estos se hagan inevitables?. Son preguntas que ha planteado la Confederación de Empresarios de Ceuta y que siguen sin respuesta.
El que llamaremos sector público anuncia bajadas de impuestos, créditos blandos para nuevos negocios e inversiones públicas. Pero ¿qué solucionan bonificaciones de impuestos que no se podrán pagar o ayudas para ampliaciones que no se producirán, o gastos en obras públicas que no podrán aprovecharse por empresarios y trabajadores sumidos en una crisis profunda?.
Lo lógico sería que ese sector público buscara una alternativa económica para Ceuta y, una vez en marcha ésta, se actuara de forma progresiva y previo aviso, con ayudas a la reconversión como en otras partes y formación adecuada, a transformar a empresarios y trabajadores dedicados durante décadas al comercio transfronterizo. Pero una neutralización drástica de la actividad comercial actualmente en funcionamiento, puede traer el caos a una sociedad que ya está suficientemente preocupada por la situación política internacional, léase relaciones con Marruecos y descolonización de Gibraltar.
Y todo ello sin tener en cuenta la que puede formarse en el norte de Marruecos al suprimirse la forma de vida de miles de familias. Cierto es que tal situación no es responsabilidad nuestra, pero tener al lado de la frontera una situación de marginación y desempleo no beneficiara a Ceuta.
Se anuncian actuaciones más moderadas pero todo esto puede llegar tarde porque las empresas tienen que atender obligaciones que, desgraciadamente, no pueden esperar.
La oportunidad
Esas medidas restrictivas al comercio y la aplicación de normas de contrabando que parecen incompatibles con el status de Ceuta, se están poniendo en marcha con unas elecciones municipales y autonómicas a corto plazo, las generales a la vuelta de la esquina y nuevos partidos políticos apareciendo. Esto quiere decir que el punto culminante de los cierres de empresas, despidos y problemas, puede producirse en el momento político más inoportuno para los propios responsables de las medidas que estamos comentando.
Pero ¿quién debe poner el cascabel al gato en estos momentos y decir claramente las verdades? Es evidente que las organizaciones empresariales y sobre todo la Cámara de Comercio. Los empresarios pagan importantes cantidades a esta entidad para disponer de una institución que defienda los intereses económicos generales en momentos como los que vivimos. También la Confederación de Empresarios tiene que trascender de los temas laborales que sobre todo le son propios, e intervenir coordinadamente con la Cámara de Comercio en este importante asunto. Los responsables de ambas organizaciones, respaldados por la opinión pública, deben afrontar sus responsabilidades y hablar por los cientos de empresas que se encuentran en difícil situación y con perspectivas cada vez peores por delante.
También hay personas relevantes que saben lo que está pasando, conocen las funestas consecuencias que puede acarrear el sostener medidas como las puestas en marcha y, sin embargo, permanecen en un silencio del que tarde o temprano se arrepentirán.
El principio de autoridad
Y desde luego es necesario mantener a toda costa el principio de autoridad. Los agentes del orden tienen que disponer de una eficaz protección jurídica, económica y ciudadana. Los delincuentes deben ser llevados ante los tribunales y el Ejecutivo tendrá que modificar las normas que sean necesarias, sobre todo en lo que se refiere a menores, inmigración y reincidentes, para contemplar la realidad de Ceuta y otras partes de España.
Y desde luego las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, como se ha dicho en otras ocasiones, deben contar con efectivos para una ciudad y para una frontera. Según un artículo de “La Clave” cuyo título no reproduciré, contamos con 340 policías de los que 100 están dedicados a frontera y puerto más 400 guardias civiles donde la proporción debe ser mayor entre ambos conceptos. Lo cierto es que la ciudad no debería verse perjudicada por la existencia del puerto y la frontera.
Por otro lado, las inversiones precisas para ejercer un eficaz control tienen que ser realizadas, pero colaborando en su planificación los que viven día a día los problemas. El bien a buscar es, no cabe duda, el control. Se trataría de distinguir entre los que vienen a comprar y trabajar honradamente en Ceuta de los que pasan la frontera para delinquir o a quedarse. Pues bien, esa difícil distinción ya se consiguió en otros tiempos y estuvo funcionando mientras se necesitó.
Porque Ceuta debe ser lo más diferente a un espacio policial y cerrado. Su estatuto es de territorio franco y, mientras esto no sea modificado, los hechos deben coincidir con las leyes.
Este artículo se publicó en El Faro de Ceuta del 31 de octubre de 2002 y fue reproducido en el libro Ceuta en su laberinto (Interservicios, Ceuta, 2005)