El cierre de la frontera con Marruecos por la pandemia supuso que cientos de personas se quedaran atrapadas en Ceuta para poder mantener sus puestos de trabajo. Son los llamados trabajadores transfronterizos. Personas que tuvieron que tomar la dura decisión de quedarse al otro lado del Tarajal para subsistir, dejando en Marruecos a sus hijos, familiares, amigos y vidas. Desde entonces, estos transfronterizos mantienen la comunicación con sus seres queridos a través de las nuevas tecnologías. Algunos, incluso, acuden a la frontera para verse desde lejos y gritarse que están bien y que pronto llegará la esperada apertura que permita el reencuentro.
Hasta entonces, siguen trabajando en Ceuta y manifestándose cada lunes a las puertas de la Delegación del Gobierno para pedir medidas que les permitan la libre circulación ya que la única vía posible es unidireccional: ir para no regresar, perdiendo todo cuanto han trabajado durante muchos años en una ciudad donde viven, pero sin los mismos derechos que los demás.
Detrás de esta situación, se esconden historias dramáticas como la de Touria Zarhoni, quien, procedente de la ciudad de Tetuán, decidió quedarse en Ceuta para poder seguir aportando dinero a su casa sin saber lo que aquella decisión le costaría: “Yo tenía una familia y ahora está destrozada. Mi madre falleció recientemente y no pude acudir a despedirla. Cuando aún estaba secando mis lágrimas por su partida, la vida quiso que también falleciera mi marido y esto ha sido ya una catástrofe. Tengo dos hijos que se han quedado absolutamente solos. Están viviendo como si fueran adultos, en casa, sin que nadie los ayude porque no tengo a nadie más allí. Una mañana me llamaron para decirme que su padre había muerto y me pareció que ni las peores pesadillas pueden ser tan duras como lo que me está pasando a mí y a ellos. Es algo que jamás pensé que me ocurriría y que no se lo deseo a nadie. La impotencia de no poder ir a abrazarlos, a darles cariño, a cuidarlos. No paro de pensar que están solos en el mundo, en manos de Dios. Hablamos cada día por teléfono, pero no es lo mismo”, relata la afectada.
Un drama que a esta marroquí le roba el sueño, por pensar en no poder estar al lado de sus hijos cuando más la necesitan simplemente por el cierre de una frontera: “Muchas veces me echo a llorar al ver que no estoy con ellos, me viene a la cabeza que no estoy dando a mis niños el cariño que ellos quieren en estos momentos. Los echo tanto de menos que no puedo con ello”, confiesa.
Un sinvivir que está pasando factura en su salud: “Me paso los días enferma, siempre me encuentro mal. Tengo una angustia constante, una sensación inexplicable de impotencia. Voy continuamente a la playa a la espera de que abran de una vez la frontera y poder ir a abrazar a mis niños”, explica.
Una difícil realidad a la que Touria ha de sumar sus malas condiciones en Ceuta, donde fue dada de baja en su trabajo y ahora sobrevive echando horas en uno u otro lugar según le surge sabiendo que su situación laboral hace aún más complicado el que pueda ir pronto a ver a sus hijos: “Una mujer contratada con alguien puede tener opciones de futuro, pero a mí me dieron de baja y no tengo papeles por lo que mi situación es aún más complicada todavía que la de mis compañeras. En Ceuta trabajo aquí y allá, porque mis amigas me llaman para hacer trabajos puntuales, pero no tengo un contrato que me pueda dar opción, si se consigue arreglar la situación que tienen los transfronterizos, de poder beneficiarme. Estoy atrapada totalmente”, señala.
A pesar de las circunstancias, no se plantea regresar a Tetuán porque, según indica, necesita ganar dinero para mantener a su familia ya que solo la tienen a ella: “Me gustaría irme a mi casa, lo pienso cada día, pero no puedo porque allí las cosas están mal y no tendría donde acudir para ganarme el pan. Aquí, al menos, voy tirando y puedo mandar dinero a mis niños de vez en cuando para que vivan”, concluye.
El cierre de la frontera con Marruecos fue una de las primeras medidas que Ceuta adoptó con la llegada de la pandemia. Una clausura, que se produjo el 13 de marzo y que, por aquel entonces, se pensaba que sería una decisión circunstancial, pero que terminó por separar los dos lados, generando episodios trágicos debido a la cantidad de personas que, atrapadas, quisieron escapar o entrar a nado, lo que se ha traducido en muertes y desapariciones de todo tipo durante estos dos años con el Tarajal cerrado.
La pérdida de empleo ha sido otro gran drama fronterizo de muchas personas que vivían directamente del negocio del Tarajal, tanto en Marruecos como en Ceuta, teniendo su mayor ejemplo en las naves de la ciudad, que tuvieron que reconvertirse casi en un albergue para marroquíes.
Entre otras muchas consecuencias negativas en todos los ámbitos de la vida, se produjo un desplome en las altas a la Seguridad Social que ha afectado a las mujeres que trabajaban en hogares ceutíes y que perdieron su trabajo.
La selección nacional de Marruecos Sub-17 ha conseguido clasificarse para la fase final de la…
La Navidad en Ceuta ya ha arrancado por todo lo alto con el acto oficial…
El Camoens da la cara ante el filial del Melilla Torreblanca, pero no consigue puntuar…
La Unión África Ceutí no levanta cabeza y son cuatro derrotas consecutivas las que acumula…
Ceuta ha recibido con los brazos abiertos la Navidad. Este sábado se ha llevado a…
El Ceuta B encaraba la jornada 12 de la liga ante el líder Puente Genil…