Ceuta no está limpia. Ciertamente no lo ha estado nunca. Sí, es cierto, el ciudadano tiene un tanto por ciento de esa culpa. Sigue existiendo un incivismo radical, tanto que a pesar de tener una papelera cerca hay quien baja la ventanilla del coche y después de zamparse la cena pedida, tira todos los desperdicios al suelo. ¿Las consecuencias?, las tienen en la caminata de cada mañana tras un fin de semana.
Ese incivismo persiste, afea cualquier política de limpieza que se lleve a cabo. No se contiene, muy al contrario, crece, va a más, es una extensión de ese vacío social traducido también en la mala educación y la ausencia de valores. Todo viene en el mismo saco, como un paquete que contiene el peor de los regalos.
Ceuta está sucia y parte de esa culpa la tienen los propios ciudadanos por acción o por omisión. Los primeros por cerdos, los segundos por no denunciar lo que ven.
Pero en esta problemática hay dos platos de la balanza. Uno lo hemos contado, otro salpica directamente a la gestión de la Ciudad. Debe sentarse a reorganizar adecuadamente la forma en la que va a luchar contra ese incivismo y va a reordenar el servicio en sí.
Se lo contaba anoche a un amigo/hermano. Dudé en escribirlo, pero creo que se debe hacer. Llevo 5 días viendo la misma mierda de perro en la calle. Ya alguien se llevó el recuerdo a su casa en la suela de los zapatos, pero ahí sigue, luchando con fuerza por permanecer sobre el asfalto. No está sola, a su lado tiene más compañeros.
Una se pregunta, si esto pasa en el centro, en una vía de tránsito constante… qué pasa en los demás barrios. Pues lo verificamos con cualquier paseo, el aspecto puede mejorarse.
La balanza no está equilibrada, nosotros tenemos que poner mucho de nuestra parte si queremos que esta ciudad luzca y huela como debe. Sobre todo, cuando tenemos fines de semana cargados de visitantes como ahora sucede y se está invirtiendo en mensajes que intentan canalizar una imagen de limpieza. Nosotros tenemos mucho que hacer, pero la Ciudad también.
Quizá la clave esté en asesorarse mejor, en dar más paseos por la calle, en coger menos el coche, en conocer al ciudadano, pararle y preguntarle. No es difícil, es el mismo que dio el voto, el mismo al que se le dio la publicidad electoral, el mismo al que se le escuchó en elecciones. Nada cambia, solo las actitudes que dan pie a los errores.
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