Categorías: Sucesos y Seguridad

“Dos compañeros se volvieron fatigados, pero nosotros seguimos adelante”

La vida en los montes que hacen frontera entre Ceuta y Marruecos es dura. Decenas de subsaharianos, divididos en grupos según nacionalidades, se ocultan de la presión constante de los agentes marroquíes.

Éstos hacen batidas continuadas ayudados de perros, haciendo uso, incluso, de su armamento efectuando disparos al aire para asustar a los inmigrantes. La presión les termina agotando y les convierte, cada vez, en hombres y mujeres más débiles, agotados físicamente pero con un objetivo que nunca muere: intentar entrar en Ceuta. Para ellos bordear la franja marítima que separa ambos mundos supone alcanzar la meta y quizá, con suerte, conseguir los papeles. Ni la muerte de sus compatriotas, ni los sufrimientos del camino les hacen desistir.
Esta semana casi una treintena de subsaharianos intentó su entrada en Ceuta de una manera peculiar: a nado y todos unidos. Aseguran que no lo habían preparado. Fue una idea fugaz que se les pasó por la cabeza y la llevaron a cabo. Un grupo de 16 lo consiguieron, sorprendiendo a la Guardia Civil en plena playa del Tarajal. Hoy se encuentran en el CETI, algunos heridos y uno de ellos, todavía, en la enfermería, debido a las lesiones producidas en la travesía. ‘El Faro’ ha querido conocer sus historias y nueve de los 16 protagonistas lo han permitido. Sus rostros son el ejemplo de una lucha que les ha llevado a permanecer varios meses en los montes fronterizos (en el pequeño bosque, detrás de Castillejos, y en el gran bosque, tras los acantilados, en Beliones), aunque alguno ha tenido más suerte y ha conseguido el pase tras una espera de 15 días.
Mientras los ceutíes se desperezaban de la resaca electoral, al otro lado de la frontera un grupo de subsaharianos se reunía, de madrugada, y decidían intentar su entrada a nado. Aseguran que no se guiaron por informadores, sino que fue algo casual. Una de esas decisiones con la que intentan ganarle la partida a la suerte para atraparle y llevarla consigo. “No sabíamos el camino, pero nos guiamos por las luces”, recuerdan, señalando hacia Ceuta, la iluminada, que se presenta como el objetivo de estos inmigrantes aunque luego termine convirtiéndose en su ‘dulce prisión’, tal y como la definió la oenegé APDH en su último informe sobre la ciudad.
Marcharon arrastrándose, como en las trincheras, para que los militares marroquíes no les vieran. Así hasta el mar. “Vimos a la Policía, con perros, patrullando en la costa”, recuerdan. Tumbados en el suelo los inmigrantes les vigilaban para captar el momento idóneo en el que poder escapar. Y ese momento llegó. El grupo de subsaharianos se arrojó al mar, escapándose de los tiros al aire que lanzaban los agentes e incluso de las piedras que les caían cercanas. Aseguran que saben nadar, pero portaban flotadores para protegerse que les habían costado 30 dirhams. Son los más baratos y los más empleados por los sin papeles que cargan con ellos desde Uxda, la frontera con Argelia, en donde existen mercadillos que han sabido captar pronto esta demanda. Los flotadores son mucho más baratos que los chalecos salvavidas y que las balsas, cuya adquisición supera los 200 euros en las playas de Castillejos. La huida hacia Ceuta no fue fácil. “Estábamos muy cansados y debilitados”, recuerdan. No es para menos. En el bosque la comida es complicada de lograr, más aún si los agentes marroquíes controlan. Lo que comen lo consiguen de un vertedero cercano, de donde sacan también los plásticos para protegerse. 25 kilómetros separan el lugar donde se ocultaban de la playa. 25 kilómetros que tuvieron que recorrer arrastrándose, de madrugada, para no levantar sospechas. Más de tres horas de agonía y sólo unos minutos para descansar antes de lanzarse a un bravo mar ante el que hay que ser fuerte para luchar contra la corriente y ganar la batalla.
El Tarajal les esperaba y el grupo decidió lanzarse en bloque. “Dos se volvieron fatigados y a seis los cogió la policía, pero nosotros seguimos adelante”, indican. Algunos consiguieron llegar hasta la arena, en donde fueron interceptados por la Guardia Civil; otros fueron rescatados en el agua. Iban heridos y dos de ellos con esguinces que se habían hecho en sus piernas durante el camino, uno al introducir el pie en un arroyo y otro al rasgarse con una concertina marítima y correr para zafarse de un agente marroquí que llegó a cogerle de un brazo. Aunque lesionados, se lanzaron al mar y consiguieron cumplir su propósito. “Ya en el agua cada uno llegó como pudo”, dicen. Atrás, en los bosques, han quedado más compañeros. Todos coinciden en lo mismo: están débiles, tienen miedo ante los acosos de los agentes marroquíes y disponen de poco dinero.
Eso les hace desarrollar cada vez travesías más dramáticas, en las que exponen sus vidas sin reparo. Sucede aquí, en Ceuta. Un grano de arroz en relación con las presiones migratorias que están sufriendo otros puntos de Europa, ante la llegada de barcazas cargadas de cientos de inmigrantes que huyen de conflictos como el desatado en Libia. La inmigración se erige en arma arrojadiza de los países, que no reparan en quiénes son sus protagonistas. Hombres y mujeres que rompen estudios, estadísticas y previsiones y que, pese a los sistemas tecnológicos avanzados con los que Europa quiere construir férreos muros, consiguen burlar cualquier previsión.
Esta semana casi una treintena de subsaharianos ha entrado en Ceuta, todos siguiendo métodos peligrosos: a nado y en bloque como estos protagonistas o hacinados en pequeñas balsas neumáticas de playa.

 

Balsas playeras Las más caras, son ejemplo de travesías muy dramáticas

Las balsas playeras como la de la imagen llevan años utilizándose por los inmigrantes. Lo que ahora sucede es que la carestía de dinero está haciendo que sean más los sin papeles que protagonizan una travesía. En una neumática como la de la fotografía llegan a viajar hasta siete inmigrantes, forzando rescates a la desesperada.

 

Abdoul Cisse
La huida de una muerte segura

El caso de Abdoul es uno más de los sufridos en Costa de Marfil. Su padre, funcionario afín al partido del Gobierno, sufrió las consecuencias del conflicto. Un buen día no volvió a casa y Abdoul tuvo que escapar. Sufrió amenazas, ha visto muertes, y marchó de una segura: su nombre y apellidos son los mismos que los de su padre. En Mali pasó por un campamento de la ONU en donde le hablaron de Ceuta.

 

Pierre Bapoo
“Es muy duro sobrevivir”

Este camerunés ha estado trabajando en Mali, Argelia, Fez o Rabat, durante un periplo que comenzó en su tierra, Camerún. Trabajos de muchas horas por poco dinero, en un camino en el que “es muy duro sobrevivir”. Ahora, dice, no sabe lo que pasará con su vida. Ya en 2009 fue deportado, sus padres han fallecido y ha dejado atrás una vida con muchos cambios.

 

Opinión

¿Efecto llamada?

Europa avanza a marchas forzadas ante el problema de la inmigración. Su política de levantar muros, de construir centros o de pretender, ahora, crear fronteras virtuales para beneficio de grandes potencias como la francesa, ha servido de poco. La inmigración busca su salida y el continente africano se revuelve buscando la escapada, dando avisos de emergencia que hacen saltar las alarmas. Ahora la toca a la isla italiana de Lampedusa, que recibe barcazas de hasta 400 inmigrantes a los que se niega la entrada y se deja en un limbo. Los residentes de la isla protestan, son poco más de 5.000, y disponen ya de un campamento con más de 3.000 acogidos. Las grandes potencias debaten en los foros internacionales la manera de conseguir que la inmigración no les afecte. Dan la espalda a una realidad contra la que no se puede luchar, porque quienes mueven esas masas son personas y su espíritu de lucha y de cambio nunca va a cambiar a pesar de que levantemos muros, ideemos SIVEs y engordemos las arcas de aquellos gobiernos de dictadores que, aseguran, van a hacer todo lo que está en sus manos para no molestar a Europa.
África protesta, busca cambios. Lo ha hecho el norte, iniciando un espíritu que avanza. ¿Y Ceuta?, ¿en qué papel queda la ciudad? Las mentes reduccionistas, simplistas y oficiales se pierden en el eterno y famoso debate del efecto llamada. Temerosos intentan ocultar informaciones “porque si publicas esto, vendrán más”,aseguran, moviéndose en una concepción reduccionista de lo que es la inmigración. Ceuta es un punto más de un movimiento mayor. Si nos miramos al ombligo nos perderemos en debates sin sentido. Si vemos más allá de nuestras fronteras nos reiremos de nuestro particular efecto llamada.

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