Antiguamente los ceutíes que vivían en las barriadas cuando iban al centro decían “Voy bajar a Ceuta”. Esa forma de expresarse no era casual, lo que hacían era diferenciar inconscientemente la división social de ambas zonas de la ciudad. Bajaban de un extrarradio abandonado a un centro muy bien acondicionado para la época. Han pasado muchísimos años y hemos dejado de expresarlo de esa forma, ahora decimos “voy al centro”. Son dos formas distintas, pero en definitiva, vienen a decir lo mismo.
Vivimos en una ciudad pequeña, pero más pequeña se hace cuando sentimos que existen dos Ceutas. Una, la mimada y cuidada que comienza en el Puente Cristo; la otra maltratada o mucho menos cuidada. Una calle Real impecable, donde no falta el mínimo detalle, una Gran Vía espectacular con farolas millonarias, pero lamentablemente hay barrios muy desatendidos, donde no se pone un solo árbol, una sola loseta.
Tengo la sana costumbre de recorrer la ciudad andando y en bicicleta, lo que me da la oportunidad de ver con detalle cómo están de limpias o sucias las distintas barriadas y, por supuesto, el extrarradio. Paseando, pisando el terreno se ve claramente la diferencia y la dejadez que existe según por donde pases, según donde vivas.
Los que paseamos por el Hacho caminamos por una zona perfectamente limpia, con cunetas desprovistas de todo tipo de suciedad. Puede que nos encontremos restos, pero se limpia con frecuencia. Sin embargo, si vamos a Benzú nos encontramos todo tipo de objetos y desechos en las cunetas en todo el recorrido y, por supuesto, en los aledaños pegados al propio monte. Vamos, que si vienen unos amigos y quieres darle una imagen de una ciudad limpia no los lleves a Benzú, porque no hay un solo tramo que no esté lleno de todo tipo de porquerías. Hoy domingo pueden hacer la prueba.
Lamentablemente en esta ciudad no existe una cultura de educar y mirar por el medio ambiente, algo que envidio de otras localidades. Esta semana hemos visto a unos malagueños que se manifestaban y amarraban a unos árboles, porque el Ayuntamiento había decidido retirarlos para hacer una calle. Los vecinos se negaban, porque entienden que defender el medio ambiente es muy importante. En la bella desconocida nos cachondearíamos de los vecinos, dirían que están locos.
Un ejemplo de la poca conciencia por el medio ambiente y nuestro entorno es el primer rellano de la barriada de la Junta del Puerto, donde había seis árboles, ahora quedan tres. En su lugar quedan unos boquetes donde los niños se llenan de orina y mierda de perros. Todavía resiste un viejo tronco de árbol, que parece reivindicar sus derechos, no se resiste a ser un cagadero de perros. Nadie protesta, preferimos regañar a los niños cuando meten la mano en los improvisados wáteres para perros antes que manifestarnos o denunciar que se adecenten nuestros barrios.
Esta dejadez la he denunciado varias veces, nadie de esta Ilustre Ciudad ha tenido tiempo y, mucho menos, dinero para plantar unos árboles para enseñar a los niños a respetar la naturaleza, educarlos y cambiar la imagen de la plaza. Plantar unos árboles o unas plantas cuesta unos pocos euros, que no se ha merecido la barriada. Una bombilla de las farolas de la Gran Vía cubriría el presupuesto, pero quizás no sea cosa de presupuesto, más bien de falta de interés o indiferencia.
Y a todo esto me surgen unas dudas ¿ningún encargado de barriadas, el presidente de la barriada, ningún cargo público ve estas cosas? Igual no, porque van en coche y no tienen la sana costumbre de pasear. Una razón más para recomendar que caminen, que es sano. Eso sí, por la barriada del Puerto que no se pasen, no sea que algún vecino al verlos, piensen que algo grave sucede y les dé un infarto. No estamos acostumbrados a visitas ilustres.
¡Qué pena!