19 de mayo de 2012. Todavía recuerdo a mi querida Paloma López Cortina sentada delante de la pantalla. Página principal, un 2x5 de publicidad y delante una historia: sospechábamos de las primeras marchas de jóvenes ceutíes a Siria. Lo hablamos, lo contrastamos a duras penas y apostamos por esa historia. Paloma empezó a teclear, a dar forma a la noticia que llevaríamos después a portada.
Y salió esa portada: “Tres ceutíes han marchado a Siria y se sospecha que vayan a combatir”.
¿Y qué pasó? Nada. Las fuerzas de seguridad siguieron a lo suyo, trabajando, calladas. Las autoridades pasaron olímpicamente de todo, como siempre que hay problemas, y continuaron con su baile de tontos en busca de votos sin reparar siquiera en que quizá algo de culpa de lo que estábamos contando podían tenerla ellos. Ellos y su forma de entender la política, ellos y el daño causado en sus captaciones interesadas en busca de la silla del poder.
La sociedad tampoco se inquietó. Solo en algunos grupos la noticia tuvo la reacción propia de su significado: miedo. Miedo por lo que se contaba, miedo por lo que podía pasar. Ni una carta al director, ni una opinión, ‘eso no va con nosotros’, dirían algunos.
Y llegó junio, julio, agosto... y comenzaron las noticias de las muertes de los primeros españoles en Siria y las marchas de más. Y Ceuta ahí, en el centro de todo. Las captaciones, las amenazas, el miedo... y la bola iba creciendo y aquella página escrita por Paloma ese 19 de mayo empezaba a cobrar sentido, empezaba a interesar a los medios nacionales encargados de fusilársela sin miramiento haciendo suyas las informaciones trabajadas en un periódico local mientras las asociaciones de la prensa callan.
De los hombres se pasó a los menores y a las mujeres, a chicas más o menos adultas. Y el problema que comenzó plasmándose en una página terminó cobrando la fuerza que debió tener desde un principio.
Como siempre nos pilló el toro. Quizá hasta nos siga pillando porque a lo peor nos guste esto de ser objeto de lidia. A los tontos les gusta hacer tonterías y hasta suicidarse con gusto llevándose con ella a la propia ciudad. Sigamos peleándonos, sigamos mostrando el nivel de político de pacotilla que parece que es el único que se alcanza en este pueblo. Mientras, a nuestro lado, el problema crece y somos tan torpes que aún pensamos que ‘esto no va con nosotros’.